Ritual macabro

miércoles, 3 de noviembre de 2004 · 01:00
* En comunidades de Campeche acostumbran limpiar los huesos de los difuntos y cambiarles sus ropajes para el Hanal Pixan * Ceremonia pagano-religiosa para los extraños; un acto supremo de amor para quienes participan en ella Campeche, Cam , 2 de noviembre (apro)- Nadie sabe cuándo inició la costumbre ni lo que significa Sin embargo, cada año, en vísperas del Hanal Pixan (Banquete de Ánimas), un ceremonial pagano-religioso con motivo del Día de Muertos, cientos de “mayeros” de la zona del Camino Real ocurren puntuales a los camposantos de sus comunidades para perpetuar un extraño ritual: limpiar los restos óseos de sus familiares difuntos y cambiar sus “ropajes” Esta práctica, macabra para los extraños, acto supremo de amor para quienes participan de ella, se celebra en numerosos poblados de la zona norte del estado, como Nunkiní y San Nicolás, municipio de Calkiní, y Sodzil y Pomuch, en Hecelchakán, entre otros muchos más Similar en esencia, el rito no es homogéneo Ofrece ligeras variantes de una comunidad a otra, pero en todos los casos los restos mortales deben estar listos antes del Hanal Pixan Famoso por su pan --el de “pichón” es la especialidad--, el poblado de Pomuch comenzó a figurar en el mapa también por el escalofriante culto a los muertos que practican sus habitantes en el cementerio previamente al día de los Fieles Difuntos En Pomuch, cuyo nombre se traduce al español como “Lugar donde se asan sapos”, el reencuentro de los pobladores con sus muertos comienza desde el 26 de octubre Entre ese día y el 31 las familias ocurren al pequeño camposanto para arreglar con esmero los restos óseos de sus difuntos Los sacan de los diminutos osarios donde yacen para limpiar pieza por pieza los esqueletos, incluso los que ya están casi pulverizados; se les acomoda el cabello a los que todavía lo conservan y se sustituyen sus ropas, que no son más que una manta nueva que meses atrás las mujeres confeccionaron con coloridos bordados de hilo contado, en los que, por lo menos, se plasma su nombre o iniciales y la fecha en que murieron, para que los muertos estrenen en su día, en el “Hanal Pixan” En esta comunidad participan activamente en estas prácticas “mayeras”, como se denomina a los actuales descendientes de la antigua civilización maya, lo mismo niños que ancianos, mujeres que varones Generalmente cada familia arregla los restos de sus respectivos difuntos A menos de diez kilómetros de Pomuch, en Sodzil, una pequeña comunidad de unos 500 habitantes, se celebra el mismo ritual a los muertos, pero con algunas variantes Ubicado su cementerio a dos kilómetros del poblado, que forzosamente deben recorrerse a pie, niños y jóvenes no son involucrados en esa costumbre Generalmente son los ancianos o las personas mayores de una familia quienes se encargan de esa tarea Además, ahí, en Sodzil nombre que significa “Lugar de los murciélagos”, los restos óseos no deben ser tocados por sus propios familiares “Le pedimos el favor a otra persona, preferentemente un anciano Y las otras familias hacen lo mismo con nosotros Nosotros arreglamos los huesos de los muertitos de otras familias y ellos hacen lo mismo con los huesos de nuestros muertitos Uno como familiar sólo pinta, arregla y coloca las flores y veladoras en la cripta de sus muertos Pero otra persona ajena a la familia se encarga de sacar los huesos, limpiarlos y cambiarles sus ropas”, explica don Abel Escamilla, en su lengua maya Aunque ignora de cuándo data el extraño ritual a los muertos, el octogenario comenta que sus padres, sus abuelos y bisabuelos ya lo practicaban A través de Jaime Moo, quien apoya en la traducción, el anciano mayero dice que ese pequeño camposanto de Sodzil, de no más de 100 metros cuadrados, donde se observan los restos de vetustas tumbas construidas en forma vertical a metro y medio sobre el suelo, en las que se comenta que los muertos fueron sepultados de pie, se creó hace aproximadamente una centuria En tiempos del auge henequero y por instrucción de los propietarios de la hacienda Sodzil “Cuentan que hace más de cien años hubo una epidemia de cólera que mató a mucha gente en el pueblo y a partir de entonces surgió este cementerio”, relata el anciano; luego aclara que el ritual no es precolombino y que la creencia de que ahí se enterraba a los muertos parados quizá se deba a que “fueron tantas las víctimas que cobró la epidemia que probablemente sepultándolos así ocupaban menos espacio” Las criptas actuales se construyeron sobre las antiguas tumbas Explica que en Sodzil se tiene la creencia que cuando un familiar muere sus deudos deben dejarlo partir y “no venir a llorarlo continuamente porque entonces uno se enferma y se va con él” Añade que por eso tampoco son sus parientes quienes se encargan de limpiar sus restos óseos De igual forma atribuye a ese motivo la costumbre de no dejar que los niños y jóvenes participen en ese ritual, que, además, del Día de Muertos, se repite en fechas especiales, aunque ya manera individual para cada difunto, como el 10 de mayo, cumpleaños, santo y aniversario luctuoso El poblado de San Nicolás en Calkiní, tiene su peculiar forma de reencontrarse con sus muertos en estas fechas En su diminuto cementerio se observan trece casitas, cada una corresponde a cada una de las familias de la comunidad y en cuyo interior, distribuidos en varios niveles, exhiben los osarios Ahí, además de cumplir con el mismo ceremonial de limpiar los restos óseos, la comunidad pinta de blanco, con cal, todas las albarradas desde el cementerio, localizado a un kilómetro, para mostrar a sus muertos el camino hasta el poblado En el suelo, igualmente pintado en blanco, se traza la ruta que las ánimas deben seguir tanto de ida al pueblo como de regreso al camposanto, “para que no se vayan a extraviar” En Nunkiní el ritual es más parecido al de Pomuch En todos los casos, los cuerpos son exhumados al cabo de tres años de haber sido sepultados, que es el tiempo que dura aproximadamente el proceso de descomposición, para depositar los esqueletos en pequeños osarios “Pero si estuvieron muy medicados antes de morir se les deja hasta cuatro años”, explica Benancio Tuz Chi, sepulturero del cementerio de Pomuch, porque “las medicinas luego hacen que tarden más tiempo en descarnar” “Nosotros a los tres años sacamos el cuerpo y limpiamos bien los huesos para que los familiares del muertito los metan a las criptas A veces tienen todavía como una grasita de la piel pegada en los huesos, pero nosotros los limpiamos bien, ese es nuestro trabajo, somos tres”, dice “No me da miedo este trabajo, más que la verdad nunca me han asustado, pero una vez sí me dio miedo, en esa tumba, la del rincón, la abrimos hace poco, es de una viejita que ya tiene cuatro años enterrada ahí, pero cuando destapamos el ataúd estaba entera, tenia todavía su piel como si estuviera viva, las uñas crecidísimas, los vellos y el pelo laaaaaaargo, laaaargo, y enseguida la volvimos a encerrar Creo que se va a momificar”, sentencia En algunos lugares llaman a este ceremonial “kesh lu noc”, que significa cambiar o mudar las ropas, mientras que en otros “chuch ba´ac”, que se traduce como estibar huesos o hacer limpieza “Aquí tenemos la creencia de que no debemos dejar que los huesos se desintegren en el sepulcro Debemos sacarlos y cuidarlos porque son nuestros seres queridos”, comenta Jaime Moo, y acota Don Abel, que los restos óseos pueden durar en los osarios hasta unos 50 años antes de desaparecer por completo, “y cuando ya no estemos los viejos para limpiarlos, vendrán nuestros hijos y luego nuestros nietos a encargarse de esta tarea”, dice Jaime Moo en Sodzil Sin embargo, esta rara costumbre mayera, que en el caso de Pomuch, por ser el más difundido comienza a cobrar un atractivo turístico, corre el riesgo de perderse por la transculturización y la invasión de las sectas protestantes “Ahora, mucha gente cuando saca a los muertos los deja ahí nomás tirados en cualquier lugar, y eso no debe ser”, comenta Venancio Tuz, quien tiene 12 años como sepulturero en Pomuch, “pero eso es igual por las nuevas religiones que están llegando al pueblo” Sin temor a contraer enfermedades, al terminar el ceremonial, los visitantes se enjuagan las manos y se retiran con la satisfacción del deber cumplido “¿Qué nos van a hacer los muertos? Si ya están muertos, nada ¡Nos chingan los vivos!”, expresa divertida doña Josefina Góngora, mientras arregla los cabellos a Doña Catalina, la calavera de su finada suegra en el panteón de Pomuch

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