COLUMNA/BUZON DE APOCRIFOS
Trinca infernal
México, D F (apro)- Empecinados vivientes: aterrado les escribo la presente, ya que todo parece indicar que otra vez van a poner en práctica uno de mis más pesimistas pensamientos, el que a la letra dice: “El eterno refrán de la humanidad: una pequeña matanza más y todo marchará mejor”
Debo informarles que hace años dejé de preocuparme de sus problemas y en los Campos Elíseos únicamente me ocupaba de enterarme de los avances y reflexionar sobre la ciencia cuyo cultivo me dio cierta celebridad en la vida, la biología, pero en días pasados me sacó de este plácido ensimismamiento el espeluznante y desgarrador lamento de: “¡Ay, ay de mi hija, ay!”, repetido una y otra vez por una dama que al acercárseme, a pesar de su rostro crispado por la angustia y la desesperación, cubierto de lágrimas y en parte por su desmelenada melena, pude reconocer que era el de la Liga de las Naciones, madre de su Organización de las Naciones Unidas (ONU), creada, como ustedes saben, con la intención de velar y garantizar la paz y la democracia entre los pueblos
Por demás está que les diga que intenté tranquilizarla con las mejores palabras que pude No se pudo La afligida dama, entre lágrimas y suspiros me relató un suceso que me erizó el cabello A continuación les entrego un resumen de los puntos más esenciales del mismo
Me dijo que en el más mefítico y penumbroso rincón de la Zahurda de Plutón había presenciado una siniestra reunión de las sombras funestas de Mussolini, Hitler y Tojo Me contó que en determinado momento, Mussolini, cuya calva cabeza reflejaba tétricamente la mortecina luz de las llamas que de lejos llegaba, levantó en su mano una copa al tiempo que decía: “Brindemos por George W Bush, Tony Blair y los jefes de gobiernos que apoyan incondicionalmente una guerra preventiva contra Irak, pues con ello están poniendo en bancarrota la autoridad moral y política de la ONU, como nosotros lo hicimos con la liga”
Acto seguido, Hitler se puso en pie y dijo: “Pido un aplauso, principalmente para Bush y para Blair, que por su coraje de ‘pasarse por el arco del triunfo’ a la ONU, están dando un golpe de muerte a esa filfa, a esa vaina que se llama democracia, como lo hicimos nosotros al patear el trasero de la Liga, demostrando, como nosotros, que en todo el tiempo no hay más ley que la del más fuerte; que eso del interés común es pura retórica” Aplaudieron fuerte y largo Mussolini volvió a llenar los vasos al tiempo que decía riendo: “¡Ah! ¡Qué buenos alumnos están resultando Bush y Balir, que bien saben hablar de seguridad, paz, colaboración y otras zarandajas por el estilo! Admiro sus discursos y declaraciones, ya que en esencia encierran el mismo espíritu de las siguientes palabras que pronuncié en cierta ocasión: “Extiendo al mundo una rama grande de olivo… Esta rama de olivo surge de un inmenso bosque de ocho millones de bayonetas bien afiladas y empuñadas”… ¿Recuerda? Terminó su frase en una impúdica carcajada que sus compinches corearon
Después, Tojo, con una sonrisa de conejo, dijo: “Si a recuerdos vamos, no hay que olvidar que el gobierno Imperial no se quedó atrás Ante las quejas y reclamaciones de la Liga por nuestra guerra de conquista en China, nuestro ministro Hiranuma tuvo el valor de decir: ‘La política pacifista del Japón ha sido evidente en todos los grandes problemas que han preocupado a nuestro país La guerra chino-japonesa, así como el último incidente de Manchuria, constituyen otros tantos ejemplos del deseo de nuestra nación por mantener la paz y la estabilidad en el Lejano Oriente’”
Nuevas obscenas carcajadas remataron en la intervención de Tojo Siguieron comentando y al rato Mussolini se puso de pie y, solemne, propuso:
“Tres hurras por los intereses particulares de las empresas petroleras, que ya ayer, con su desobediencia a las sanciones que me impusiera la Liga posibilitaron mi guerra y conquista de Abisinia y hoy, con esos intereses particulares aumentados y reforzados, levantan, impulsan y sostienen a Bush y a Blair para que se pasen bajo el arco del triunfo como tú bien has dicho querido Adolf, esa virguería de las democracia, esa vaina del bien común y la parrapucha de los derechos humanos, convirtiéndolos en cuchufletas Por los intereses muy particulares de las empresas petroleras: ¡hip, hip!” Mi dama me dejó aquí y huyó espantada, acompañada por los tres torturantes hurras, que le sonaron como martillazos sobre clavos que sacrificaban a su hija, la ONU
Como es natural, este patético relato de la Liga de las Naciones hizo que me volviera a interesar por sus problemas, vivientes, para mi mal, pues mientras no me demuestren lo contrario, la guerra preventiva contra Irak confirma la rufianesca dialéctica expuesta por las tres nefastas sombras y mis perores presunciones sobre la naturaleza humana
Puede que me equivoque Nada me daría más gusto
En esa espera esperanzada, queda de ustedes:
JEAN ROSTAND