ADELANTO DE LIBROS

lunes, 30 de diciembre de 2002 · 01:00
“Arreola y su mundo”, por Claudia Gómez Haro México, D F (apro)- Este año el gran homenaje literario fue para Juan José Arreola No sólo el Palacio de Bellas Artes se abarrotó para festejarlo en el mes de septiembre, sino que las publicaciones se desbordaron recordándolo, como la revista de la Biblioteca de México, que dedicó un número especial espléndido en su memoria Entre los muchos libros que han circulado faltaba uno, anunciado desde hace tiempo pero retardado por causas editoriales, y es el de Claudia Gómez Haro, “Arreola y su mundo”, hecho al alimón por Alfaguara y Conaculta, de pastas duras, caja amplia y 274 páginas, con algunas fotografías y prólogo de René Avilés Fabila Gómez Haro, quien fuera alumna del narrador jalisciense, fue invitada en 1990 para charlar con él en el programa de televisión que ahora da título al libro Se realizaron 200 horas de conversación Pero que sea la autora la presentadora de su propio volumen, entretomadas sus palabras de la Introducción llamada “De la voz a la escritura”, que reproduce Apro para sus lectores: Entre los escritores mexicanos no existe otro más ligado a su propio tono de voz que Juan José Arreola Un tono que implica el uso histriónico de sus recursos Todos sabemos su vocación inicial por el teatro, que también exige una relación interior con el ritmo y las reflexiones, con la cadencia de las palabras Su voz fue parte de su escritura, de sus trazos con la mano, de gestos de complicidad y del movimiento ágil de sus ojos posando la mirada en un recuerdo que cruza la esencia Quien conoce primero a la persona que a los textos se siente fascinado por esa presencia, y quien lo lee primero y después lo conoce se encuentra con la encarnación perfecta de ese escritor En septiembre de 1990, la empresa Cablevisión invita a Juan José Arreola a realizar un programa en el que el tema central sería “Arreola y su mundo” Por esos días yo formaba parte de un taller literario que el maestro impartía en la casa de mi hermana Germaine Entusiasmado, el maestro me invitó a participar como su interlocutora, ya que él se oponía radicalmente a hacerlo con una conductora o con algún especialista Adverso a toda solemnidad, él deseaba compartir su mundo con alguien que fuese simplemente un amante del arte y la poesía Siendo el gusto por el riesgo y la irresponsabilidad rasgos de mi carácter, acepté el delirio de esta aventura que culminó en 119 programas Durante esos años tuve la oportunidad de gozar de su amistad y su conversación Tres dones hicieron triunfar al escritor ante las cámaras: su talento de actor profesional, su vocación permanente de maestro, ejercida desde su juventud, y por último su cultura y su fantasía de escritor Arreola fue recibido en los hogares mexicanos con una especie de curiosidad, mezcla de simpatía y admiración por un hombre cuya imagen, voz y pensamiento eran radicalmente distintos a todos los demás que, en aquel entonces y todavía ahora, continúan utilizando un lenguaje poco eficaz y pobre desde un punto de vista literario Su éxito fue rotundo, y el público descubrió en él la voz universal del poeta, esa voz que se convierte en melodía y nos seduce El Juan José Arreola que escuchamos y al que acompañé en Arreola y su mundo, no sólo fue el notable escritor y maestro de muchas lecturas de todos nosotros, sino el actor, el prodigioso artesano de la palabra, el creador de acrobacias verbales lleno de gracia, humos y profundidad que se conducía como sus criaturas, hablaba como ellas, no distinguía entre la imaginación y la realidad El llevaba a la pantalla sus vivencias, sus precisas y lógicas construcciones fantásticas, las afinaba y discutía (sin que los interlocutores se dieran cuenta) con las personas que constituían nuestro público Arreola en televisión --como en persona-- era el triunfo de lo preciso sobre lo confuso, de la forma sobre la materia prima, del entusiasmo sobre la sensatez En largas pláticas ante las cámaras me habló de sus pasiones, de sus escritos favoritos --Proust, Borges, López Velarde, Dostoievski--, de sus amistades, de sus aficiones --el ajedrez, el ping pong--, de sus ideas de la vida, todo un desarrollo azaroso y libre que ponía al entrevistador --en este caso yo-- y a los camarógrafos en aprietos, con exigencias nuevas cuyo cumplimiento valió la pena Conversar con Arreola fue una aventura; algo le venía a la cabeza de pronto y se precipita en una cascada de recuerdos imprevistos, alejándose de un tema marcado previamente y, sin embargo, unas cuantas palabras, a veces un solo gesto, daba muestra de que no divagaba, de que aquello sí tenía que ver con el punto de arranque, que la aparente dispersión se apoyaba en una unidad mayor y más profunda En el programa aprendimos a saber que también los silencios, las dudas, forman parte de la conversación, dicen cosas, son elementos de la voz, acordes de un instrumento que maneja un virtuoso La pintura, el teatro y el cine que pasaron por la plática y la pantalla me hicieron entender mejor la relación de Juan José Arreola con la imagen, cómo un pez de fantasía, diseñado por un demiurgo enfebrecido La comparación no se puede evitar, Arreola es un encantador de serpientes, un flautista que nos atrapa con su melodía Se ha elogiado mucho su capacidad memoriosa, extensos poemas que citaba y analizaba sin equivocarse, o el recuerdo de un detalle puntual, tal vez minúsculo para otros ojos, pero que él tenía presente de una manera muy viva El artista miraba un conjunto de signos y los percibía en su totalidad, los escuchaba en su función coral a la vez que podía distinguir la peculiaridad de cada uno No está de más señalar que la experiencia de esos programas fue para mí un lugar de aprendizaje ideal, y que --por comentarios de amigos y conocidos-- creo que lo fue también para mucha gente que lo vio por televisión

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