Los códices mexicanos ante la mirada de Miguel León Portilla

jueves, 6 de febrero de 2003 · 01:00
México, D F (apro)- Los libros más antiguos que se produjeron, fuera del contexto de Europa, fueron los de la región de Mesoamérica (donde se ubicaron las principales culturas prehispánicas de lo que hoy es México), es decir, los llamados códices o “amoxtli”, cuya producción más remota se ubica en el periodo clásico, entre el III y el VIII dC A partir de este dato central y asombroso, el historiador Miguel León-Portilla ha levantado todo un edificio de investigación que pretende diversas lecturas sobre los códices, o en sus propias palabras, “poner de relieve la riqueza y amplia gama de significaciones de los libros mesoamericanos” También expresa: “Fuera del Viejo Mundo, sólo en México y regiones cercanas de América Central floreció la escritura y el arte de hacer libros Por eso, a esta área geográfica de alta cultura que llaman Mesoamérica, bien puede aplicársele también el nombre de Amoxtlalpan, ‘en tierra de libros’” La mirada de León-Portilla es resultado de muchos años de estudio, recogida en el volumen “Códices Los antiguos libros del nuevo mundo”, que acaba de editar Aguilar en un bello ejemplar de 335 páginas, con ilustraciones, una extensa bibliografía, un índice analítico, y un significativo apéndice en el que se describen y comentan los principales catálogos de códices hasta ahora publicados “con la intención de facilitar la consulta de estos manuscritos en los repositorios en que se conservan” Las formas de acercamiento a los códices que ensaya el también traductor de “Poesía azteca: 13 poetas del mundo antiguo” y discípulo del padre Angel K María Garibay, están divididas según los cinco capítulos que integran el volumen Tres de ellos jamás se habían publicado, se explica en la Introducción, y los otros dos fueron presentados en congresos especializados Ya todo el material revisado, permite al investigador clarificar esas formas de acercamiento: El primer capítulo expone la significación del libro entre los diversos aspectos y contextos del transcurrir de la vida en Mesoamérica, nos dice: “La intención es enterarnos de lo que representaba el libro en el templo, en la escuela, en el gobierno y en la administración pública, así como en el existir cotidiano, tanto de aquellos de linaje, como de los macehuales, la gente del pueblo” El segundo presenta el impacto de la Conquista en el desarrollo de la práctica de los “tlacuilos” (los pintores o escritores de códices), debido a que por un lado los evangeliazadores destruyeron muchos de esos materiales, que otros españoles consideraron una pérdida irremediable, aunque permitió que intentaran rescates e incluso abrieran el camino para la investigación de sus significados Aún más, ello dio origen (lo positivo del “Encuentro de Dos Mundos”, frase acuñada por el propio autor del libro) a nuevos “tlahcuiloyan”, es decir, ámbitos para producir nuevos códices tanto en idioma nativo como en español y latín El tercero explora la relación existente entre la oralidad y el contenido de los códices, según apunta: “Mi propósito es mostrar cómo operaba esa relación en los tiempos prehispánicos y cómo fue ella factor clave en las nuevas lecturas de códices cuando se quiso transvasar el significado de sus pinturas y siglos glíficos a textos en lengua indígena redactados con escritura alfabética” El cuarto describe y valora los momentos sustanciales en que diversos investigadores, “sobre todo desde el siglo XIX”, se han ocupado de los códices Finalmente, escribe el doctor León-Portilla, “en el capítulo quinto la intención es poner de manifiesto la considerable variedad de los libros que han llegado hasta nosotros, los prehispánicos y los del periodo colonial Para ello ofreceré la lectura de páginas de grande interés en varios códices del Altiplano Central, el ámbito maya y Oaxaca” Pues son estas tres regiones de donde proceden los libros mesoamericanos Los códices y sus pasajes a los que se refiere el historiador, son: --El “Fejérváry-Mayer”, cuya primera página “nos ofrece una imagen de la concepción mesoamericana del mundo” --El “Borbónico”, en cuya página 4 se da cuenta “de los días-destinos, que comienza con el día 1-Xóchitl (1-Flor), presidida por los dioses del canto y la música”; y en la página 25, referente a la matrícula de tributos que entregaba el Soconusco, “nos acercará a la abundancia de productos que hacían posible la grandeza de los mexicas” --El “Telleriano-Remense”, del periodo colonial, que en su página 46 r Muestra el registro de un importante acontecer histórico, “la guerra del Mixtón en la que Pedro de Alvarado perdió la vida, en 1541” --El “Códice de Dresde”, “que junto con el ‘Tro-Cortesiano’ O de Madrid son los más bellos manuscritos mayas”, en su página 74 muestra la imagen de un cataclismo cósmico “en el que varios dioses participaron” --Finalmente, el “Vindobonense”, códice mixteco que se encuentra en Viena, Austria, cuya página 48 escogida por León-Portilla está centrada en la figura del señor de nombre calendárico 9-Viento, Quetzalcóatl: “Correlacionado lo que en ella se consigna con varios textos indígenas sobre Quetzalcóatl, alcanzaremos tal vez a evocar algo así como un himno sagrado en alabanza del sabio creador de la grandeza tolteca” Para dar una idea de la importancia que tuvieron los códices, León-Portilla contrapone ejemplos en los cuales no existió esa forma cultural, con uno en la que sí El episodio dramático del rey inca Atahualpa durante la Conquista del Perú, es conocido: Pizarro manda que se le muestre la Biblia para que acepte la evangelización, pero como al mandatario el libro sagrado de los cristianos “no le dice nada”, lo tira al suelo, provocando con ello la ira de los conquistadores, y la muerte del monarca y la caída del imperio Y es que los incas no estaban familiarizados con los libros En cambio, nos relata León-Portilla, refiere que Pedro Mártir de Anglería escuchó una historia sorprendente ocurrida en 1514 en Panamá con un indio nahua (probablemente de Guanacastle en lo que hoy es Costa Rica), al grado de que se la narró en carta al Papa Escribió: “Un cierto Corrales, conocedor del derecho y alcalde de los darienenses, dice haber tropezado con un fugitivo de las grandes tierras del interior, el cual habría buscado amparo en los dominios de un reyezuelo que encontró Viendo el indígena que el alcalde estaba leyendo, dio un salto lleno de admiración y, por medio de los intérpretes conocedores del idioma del reyezuelo, el indígena exclamó: ‘¡Cómo, también vosotros tenéis libros?, ¿y servís de caracteres para comunicaros con los ausentes?’ Y así diciendo, solicitaba que se le mostrase el libro abierto, creyendo que iba a contemplar la escritura patria; pero se encontró que era diferente Decía que las ciudades de su país estaban amuralladas, que sus compatriotas iban vestidos y se gobernaban por leyes, aunque no se había averiguado cuál es su culto” Nos dice León-Portilla que muy probablemente el indígena que así reaccionó ante el libro español fuera un nahua-pipil: “Para él los libros informaban acerca de muchas cosas Por eso, admirado de que el español tuviera uno en sus manos, quiso saber de qué se trataba” Ahora nosotros, con el libro de Miguel León-Portilla en las nuestras, podremos saber de qué trataban los códices

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