MUSICA/ CANTO RODADO: Antonio Malacara y el Jazz

miércoles, 2 de abril de 2003 · 01:00
* In Memoriam Juan José Calatayud México, D F (apro)- Es bien sabido que en el mundo del jazz en México, sus críticos se cuentan con los dedos de una mano: Xavier Quirarte, Sergio Monsalvo, Alain Derbez y, ahora, Antonio Malacara Palacios A finales del año pasado, el comentarista y estudioso musical Malacara Palacios publicó su libro “De la libertad en pequeñas dosis: notas del jazz nacional” (serie “El Perseguidor”, editorial Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 131 páginas), con portada que dibuja el también jazzista Germán Bringas, de Jazzorca Este esfuerzo periodístico de Malacara no será visto con buenos ojos por la gente del medio jazzero, sobre todo tras de que su libro anterior, “Catálogo subjetivo y segregacionista del rock mexicano” (Conaculta/ Fonca 2001) quedó parcialmente “barrido y regado” por la gran variedad de los múltiples conocedores del género rocanrolero que pululan por todo México, al hallársele en “flagrantes omisiones” disqueras a Malacara; ahora, su camino recorrido en el jazz resulta más certero Con Antonio Malacara Palacios me une una amistad de dos décadas, misma que se afianzó cuando hace diez años integramos una asociación para críticos y músicos de diferentes estilos populares (jazz incluido) que, aunque de corta duración, nos entregó a interesantes investigaciones y rindió varios frutos editoriales (entre ellos, su “Rock Mexicano”) Con él participaron también los colegas David Cortés, Héctor Siever, Rodrigo Farías Bárcenas y el mismo Monsalvo Malacara nunca ha dejado de poner el dedo sobre los renglones de las musas, notas difusas y semifusas del gran pentagrama musical del mundo y como noble melómano de coraza, en “De la libertad en pequeñas dosis” ofrece su visión y recuento de la vida jazzística en la Ciudad de México a partir de este nuevo siglo Las crónicas, entrevistas y análisis del jazz muestran a un periodista con amplia intuición para la sicología del fenómeno sonoro Por momentos, Malacara saca su escritura, abierta, del ámbito solemne de aquel que se autoconsidera experto y aplica alguna que otra frase diletante que nos hace sonreír por su precisión de nato observador musical En este sentido, lo que para otros periodistas sería una falta (no ser una enciclopedia en reglas musicales y dejarse llevar por sus preferencias para “orientar estéticamente” al lector), en Malacara es una virtud: se distancia ante la experiencia de un recital sin dejar de disfrutarlo; consigue la información necesaria para redondear con precisión su nota y pregunta lo que otros no se atreverían, por su lealtad a la verdad histórica Es el músico duranguense Evodio Escalante Vargas quien escribe en la introducción a los más de 54 textos que publicara Malacara a partir del siglo presente, cada semana, en las páginas de “La Jornada” (este rubro jazzero que hacía que el diario cojeara en la parte cultural) y que colecta en el libro: “Cuando la música se ha ido, algo se desvanece en el aire para no volver a aparecer nunca La constancia por escrito, paradójicamente, da una permanencia que parece contradecir la esencia del jazz, que es la de ser una música del momento, que aspira a lo irrepetible “Pero es esta permanencia la que nos permite bregar sobre los terrenos de lo ya conocido y la que asegura que los esfuerzos de tantos artistas no se pierdan en el vacío Nos acordamos, seguimos acordándonos Esto es en suma lo que dice Antonio Malacara y con ello le da al jazz mexicano (y hecho en México) una segunda oportunidad de seguir reverberando en el espacio, a pesar que las notas rebeldes del saxofón y del teclado se hayan esfumado mucho tiempo atrás” Los escritos podrían dividirse en los temáticos (“El jazz en México”, “De academias y licenciaturas”); las crónicas de ciclos y conciertos (“El Zócalo es jazz”, Rodolfo ‘Popo’ Sánchez”, “Eugenio Toussaint”, Juan José Calatayud y Nela”); las entrevistas (“Agave Records”, “Héctor Infanzón”, “Astillero en Nantes”, “Banda Elástica”, “Omar Arán y la música de Francisco Téllez”), y aquellos que mezclan rubros anteriores, más obituarios, crítica o notas informativas (“Sonora Onosón”, “Freddy Noriega: 1936-2001, “Guy Delannoy: Una historia del jazz latino”) La pluma de Malacara ha sido influenciada por el ritmo que eligió y su escritura es más suelta que en el trabajo anterior sobre el rock nacional Su voz surge como verdaderamente propia y libre de la opinión de sus compañeros de ruta en el oficio, pese a las premuras de la entrega semanal “Rock mexicano” fallaba también parcialmente por ser un libro incompleto, constreñido a investigaciones añeras que realizara su autor Y, sin embargo, extrañamos la encuesta que realizara entonces, intitulada “Del sentir de la escribanía musical mexicana”, donde varios periodistas incluyeron los que a su juicio cabal integran la decena de mejores grupos en la escena nacional del rock En aquella encuesta participaron: Benjamín Anaya, José Agustín, David Cortés, José Xavier Návar, Rodrigo de Oyarzábal, Hugo García Michel, José Luis Pluma, Oscar Sarquíz, Merced Belén Valdés, José de Jesús Sanpedro, Xavier Quirarte, Juan Villoro y algunos más, que dieron como favorito de todos los tiempos a El Tri de Alex Lora pero no Antonio Malacara Palacios En “De la libertad en pequeñas dosis”, él asume cualquier responsabilidad, sin alharacas ni favoritismos de ninguna especie

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