Tijuana: el héroe falso

martes, 22 de marzo de 2011 · 01:00

En ciertos sectores sociales, políticos y empresariales de Tijuana hay la percepción –emanada de una buena estrategia de relaciones públicas– de que, como secretario de Seguridad Pública municipal, Julián Leyzaola logró reducir la criminalidad en la ciudad fronteriza. Nada más ajeno a la realidad. De acuerdo con fuentes y datos duros consultados por Proceso, lo único que logró el militar fue trasladar la inseguridad a las zonas pobres de la ciudad...

TIJUANA, BC., 22 de marzo (apro).- Al teniente coronel Julián Leyzaola Pérez le gusta portar el uniforme. Es su orgullo. Y desde que fue nombrado “guardián” de esta ciudad le gustó salir a la calle con la pistola al cinto, como si estuviera en un viejo pueblo del oeste estadunidense ahuyentando a los “forajidos”.

En diciembre de 2008, cuando llegó a la Secretaría de Seguridad Pública municipal –en sustitución de Alberto Capella, quien inició la movilización social de protesta contra la violencia en la entidad–, el militar retirado originario de Sinaloa declaró la guerra al crimen organizado manifestando su menosprecio por los delincuentes, a los que llamó “mugrosos”, cobardes y “mujercitas”.

Nadie puede negar su capacidad para divulgar su calidad de “incorruptible”. El año pasado, entrevistado en la revista The New Yorker, reveló que al empezar su trabajo en Tijuana, un militar retirado se presentó en su oficina como “embajador” de El Chapo Guzmán y le ofreció 80 mil dólares mensuales para que dejara trabajar al cártel de Sinaloa. Dijo que rechazó el soborno y que a punta de pistola llevó a ese exmilitar a la Ciudad de México y lo entregó a la Procuraduría General de la República (PGR).

Sus primeras acciones en el cargo tuvieron un éxito relativo: despidió a 400 policías y consignó a 25 acusándolos de trabajar para los Arellano Félix o el cártel de Sinaloa, además de que disminuyó 7% los delitos comunes.

Eso entusiasmó al entonces presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Tijuana, Mario Escobedo, quien a pesar de las denuncias de familiares y organizaciones de derechos humanos de que los policías consignados fueron torturados, en nombre de los empresarios y comerciantes felicitó al teniente coronel y anunció que pronto se recuperaría la actividad comercial y turística de la ciudad.

Pero no todo lo que tenía que ver con Leyzaola Pérez era tan bonito, cierto o transparente.

Viejas sospechas

 

Desde 2003 se hablaba de una presunta relación del militar con el crimen organizado. Responsable entonces del sistema penitenciario bajacaliforniano, Leyzaola fue acusado por el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública estatal –integrado por empresarios, comerciantes y agrupaciones sociales– de estar involucrado en una fuga masiva de reos.

Además, la prensa local sospechaba que había pactado con el narco para simular la pacificación de la ciudad.

Hoy esas presunciones encuentran sustento al conocerse el cable enviado a su gobierno por el cónsul estadunidense de Tijuana el 14 de julio de 2009 –difundido por WikiLeaks y publicado por La Jornada el pasado miércoles 16–, donde señala el acuerdo que Leyzaola tuvo con los adversarios del narcotraficante Teodoro García Simental El Teo, quien trabajaba para el cártel de Sinaloa, para aprehenderlo.

La estrategia de Leyzaola sugería que al eliminar a El Teo, los Arellano Félix “regularían” a los demás grupos y la plaza estaría tranquila.

“Por eso desde que estaba en la Dirección de Seguridad Pública del estado no realizaba operativos en Playas de Rosarito, donde accionan los Arellano”, dice un exfuncionario del gobierno estatal, quien por razones de seguridad pidió el anonimato.

El Teo había trabajado para los Arellano Félix pero después se pasó al cártel de Sinaloa. Está acusado del asesinato de 47 policías y de tráfico de cocaína. Los operativos más fuertes de los gobiernos estatal y municipal y del Ejército fueron contra este personaje y su banda. En noviembre de 2007 estuvo a punto de ser capturado en Playas de Rosarito, pero una filtración de la policía lo ayudó a escapar.

Y fue precisamente El Teo –a quien Leyzaola llamaba “gordo asqueroso”– quien encaró al militar a los pocos meses de haber asumido la Secretaría de Seguridad Pública de Tijuana.

A mediados de 2009, el teniente coronel tuvo un encuentro con El Teo y con Raydel López Uriarte El Muletas.

Los dos narcotraficantes viajaban custodiados por un comando que cercó al secretario de Seguridad Pública en el centro de Tijuana. Según la versión de un exfuncionario estatal, El Muletas retó a Leyzaola a bajarse de su camioneta mientras golpeaba su ventanilla: “¡A ver, bájate! ¡Órale, cabrón, aquí estoy para lo que quieras! ¡A ver si es cierto que quieres matarme!”, le gritó.

Según la versión de este exfuncionario –que pidió el anonimato–, Leyzaola no hizo nada; sus escoltas lo dejaron solo frente los narcotraficantes, que se fueron tan campantes, tal como habían llegado. La imagen del héroe que salvaría a Tijuana de la violencia y el crimen organizado comenzó a desmoronarse.

Por lo demás, de acuerdo con datos oficiales, la violencia no cesó en Tijuana; de 2008 a la fecha hubo 3 mil asesinatos vinculados con el narcotráfico.

“La percepción de violencia disminuyó y también el nivel escandaloso y brutal que vimos durante varios años, pero sólo en la parte moderna y residencial que es donde vive y trabaja la élite empresarial y política, porque en el resto de la ciudad las cosas siguieron igual; nada cambió en las calles o en los barrios más pobres y marginados”, precisa Víctor Clark Alfaro, director del Centro Binacional de Derechos Humanos de Tijuana, en entrevista con Proceso.

Añade que el narcomenudeo controlado por el crimen organizado se incrementó y aumentó el número de “tienditas” y “picaderos”; que hasta 2007 eran 20 mil. “Ahora la violencia afecta a la gente más pobre y eso no interesa mucho a los medios; por eso la percepción era que Leyzaola sí estaba disminuyendo la delincuencia en Tijuana.

“Se dio la imagen de un modelo que supuestamente controló a la delincuencia y disminuyó los hechos violentos, pero en realidad no se redujeron las ejecuciones. Además ahora ya no sólo tenemos a dos cárteles de la droga, el de Sinaloa y el de los Arellano, sino también a la Familia Michoacana, que produce metanfetaminas. El poder de los Arellano ha disminuido por el asesinato de sus líderes históricos y el arresto de otros.

“Hoy la plaza la controla El Mayo Zambada, del cártel de Sinaloa. Pero hay una especie de acuerdo de conveniencia entre los tres grupos para no aumentar la violencia brutal, como la vimos en el pasado; estamos en un equilibrio precario encima de un volcán que en cualquier momento puede hacer erupción”, advierte el profesor de estudios latinoamericanos de la Universidad de San Diego.

La afirmación de Clark se basa en datos oficiales que señalan que cuando Leyzaola estuvo a cargo de la Secretaría de Seguridad Pública de Tijuana, los índices de ejecuciones vinculadas con el narcotráfico no bajaron, sino que alcanzaron cifras históricas: en 2008 hubo 882 casos, el año siguiente 655 y en 2010 fueron 812.

A pesar de que el propio Leyzaola afirmaba que los delitos comunes en Tijuana habían caído 29% en sus tres años como secretario de Seguridad Pública y que el turismo había regresado, la situación era otra. “Nada cambió; mejor dicho, lo único que cambió es que la violencia que ya estaba en toda la ciudad dejó de estar en el centro y en la zona residencial y se fue a la periferia. Fue un cambio de percepción”, precisa Clark.

El ejemplo más claro es que la mítica avenida Revolución, que hace tres décadas era el espacio de mayor tránsito turístico del mundo con 20 millones de visitantes al año, hoy se ve desierta. El famoso burro pintado de cebra bebiendo cerveza sólo es un recuerdo. El antiguo frontón está cerrado y cantinas, bares y restaurantes están semivacíos.

Las estrellas del teniente coronel

 

El teniente coronel Julián Leyzaola Pérez, sinaloense de 51 años, tiene una licenciatura en administración militar y un posgrado en administración de recursos en la Escuela de Las Américas en Fort Benning, Estados Unidos.

En 1983 egresó del Colegio Militar como subteniente. En 1999 fue ascendido a teniente coronel de Estado Mayor.

Antes de 2001, cuando llegó a Baja California, fue coordinador general del curso de fuerzas especiales en Petatlán, Guerrero; jefe de la sección tercera (operaciones) de la X Región Militar, en Yucatán, de la sección cuarta (logística) de la IX Región Militar, en Acapulco, y de la subsección quinta (planes estratégicos) del Estado Mayor de la Defensa Nacional en México; jefe de la sección tercera (operaciones) de la VI Región Militar, en Puebla, y subjefe de Estado Mayor de la XLIV Zona Militar en Miahuatlán, donde también fue director del registro estatal de policías.

A partir de 2001 ha sido director de diversas instituciones en Baja California: de la Academia Estatal de Policía, del Centro de Readaptación Social El Hongo, de los Centros de Readaptación Social del estado, del Instituto Estatal de Policía y de la Policía Estatal Preventiva.

En diciembre de 2008 tomó posesión como secretario de Seguridad Pública de Tijuana y lo primero que hizo fue “depurar” a la policía municipal: dio de baja a 400 elementos supuestamente vinculados con el cártel de Sinaloa. A 25 de ellos los detuvo arbitrariamente y en marzo de 2008 los trasladó a las instalaciones del XXVIII Batallón de Infantería, en Aguaje de la Tuna, donde fueron torturados para que se declararan culpables.

Ahí estuvieron incomunicados siete días y los arraigaron hasta el 7 de mayo de 2009, por la supuesta comisión del delito de delincuencia organizada. Después los llevaron al penal de alta seguridad de Nayarit donde permanecieron un año hasta ser exonerados. 

Cara a cara

 

Leyzaola se jactaba de insultar a El Teo. “Para bajar esa preponderancia que tenían los capos, ¡los grandes capos!, en las declaraciones públicas empecé a hablar de ellos, y en lugar de referirme a él como El Teo, yo lo llamaba el gordo asqueroso, panzón, ridículo, mantecoso, mugroso. Lo hice para bajarlos de ese misticismo en el que la gente los tenía. Para bajarlos como humanos y más abajo”, dijo a la prensa.

Incluso prohibió que tocara en Tijuana el grupo más popular y famoso de la ciudad, Los Tucanes, cuyo líder, Mario Quintero, fue amenazado de ir a la cárcel por mandar un saludo a El Teo y a El Muletas en pleno concierto. “¡Ustedes no pueden tocar aquí, váyanse!”, les espetó.

Los empresarios de la ciudad le festejaron entonces todas sus acciones y una parte de la sociedad incluso lo apoyó con tal de no sentirse amenazada por secuestradores, extorsionadores y asaltantes. 

Y aceptaron excesos.

El 20 de octubre de 2009, unos reporteros aseguran haber visto cómo Leyzaola golpeó el cuerpo de un sicario muerto tras un enfrentamiento con la policía. Los periodistas, que piden el anonimato, sostienen que el teniente coronel llegó hasta el cadáver, lo miró y soltando maldiciones lo pateó y se retiró. 

No obstante, ese año Tijuana vivía una nueva ola de violencia: 655 ejecuciones, la mayor parte de ellas en los cinturones de miseria.

La salida del héroe

 

En diciembre de 2009, el teniente coronel en retiro Julián Leyzaola tenía todo el apoyo del gobernador panista José Guadalupe Osuna Millán, del jefe de la zona militar, Alfonso Duarte Mujica y del presidente municipal panista Jorge Ramos (quien tenía una excelente relación con la entonces secretaria particular de Felipe Calderón, Patricia Flores).

Cuando concluyó la gestión de éste, Leyzaola –quien presumía de ser el hombre que había triunfado sobre el crimen organizado en Tijuana– se colocó como subsecretario de Seguridad Pública del estado durante sólo tres meses. Su protagonismo le ocasionó problemas con el titular, Daniel de la Rosa, a quien acusó de ineficiente. 

Jorge Ramos fue contratado como asesor de los empresarios de Ciudad Juárez y le propuso al presidente municipal Héctor Murguía que se llevara a Leyzaola como su secretario de Seguridad Pública. 

El acuerdo pasó por el gobernador de Chihuahua, César Duarte; por el secretario de la Defensa, el general Guillermo Galván, y por el presidente Felipe Calderón. Todos vieron en el teniente coronel la mejor carta para “administrar” el problema de la violencia y el crimen organizado en Juárez.

Lo que no previeron es que el teniente coronel tenía un pasado oscuro.

Rafael Olivera, columnista del diario El Mexicano, donde ha escrito la historia de Leyzaola, dice que desde hacía tiempo corría la versión de que el militar había pactado con un grupo del narco para mantener Tijuana en paz, pero no se sabía con cuál hasta la divulgación de WikiLeaks del cable del consulado estadunidense en Tijuana.

Esto, advierte Olivera, puede traerle serios problemas al teniente coronel porque genera desconfianza en el gobierno, en la ciudadanía y en los cárteles que operan en Juárez y que pensarán que es enviado de los Arellano y que peleará la plaza para ellos.

Además Leyzaola puede provocar turbulencias en Tijuana y en Juárez por la decisión de llevar consigo a 50 policías tijuanenses de élite sin la autorización de los gobiernos municipal y estatal.

José Carlos Vizcarra Lomelí, presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California, no está de acuerdo en darle todo el mérito a Leyzaola en la lucha contra la delincuencia en Tijuana. Dice a este semanario que la disminución de los delitos de alto impacto (secuestros, extorsiones, desapariciones) en todo el estado y no sólo en Tijuana no se debe a una persona, sino a la participación de la sociedad, a la presencia del Ejército y de las policías federal, estatal y municipales.

“Lo que sucedió en Tijuana no es producto de ningún personaje en especial, no hay un caudillo en esta lucha ni tampoco héroes; ha sido con la participación de muchas instancias y de la sociedad. Pero de ninguna manera están las cosas como para lanzar campanas al vuelo. Aún existe la percepción de que las cosas no están tan bien como debieran”, insiste Vizcarra al recordar la importancia de la marcha ciudadana de 2006.

A su vez, Alberto Capella, secretario de Seguridad Pública de Tijuana antes de Leyzaola, hace notar las dificultades que el teniente coronel encontrará en Ciudad Juárez para aplicar el “modelo Tijuana”: hay más pandillas cooptadas por cuatro cárteles que se pelean la misma plaza, hay menos cohesión social alrededor de las instancias de gobierno, falta una cultura de la denuncia, no hay una coordinación estrecha entre todas las autoridades y es mayor la complejidad del problema.

–¿Cómo van a impactar las revelaciones de WikiLeaks acerca de la relación de Leyzaola con algunos cárteles?

–Es un balde de agua fría y cuestiona si es real o no lo que ahí se dice. No se sabe qué hay detrás, pero hay que desearle la mejor de las suertes al teniente coronel Leyzaola –dice Capella a Proceso.

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