Alemania: más intervenciones militares

miércoles, 8 de junio de 2011 · 01:00
BERLÍN.- (apro).- Las tropas alemanas enfrentan en Afganistán una creciente resistencia. El contingente germano –al comando de la fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el norte del país– es visto por la población civil afgana como una facción bélica extranjera. Y el gobierno de Alemania, no obstante, piensa ampliar su participación en las intervenciones militares más allá de sus fronteras. Entre los objetivos se supone la defensa de intereses económicos y la obtención de un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU). La ciudad de Talocán, capital de la provincia afgana de Tahar, vivió en las últimas semanas un incremento cualitativo de la violencia. Éste afecta de manera directa al comando germano, a cargo de la fuerza de la Alianza Atlántica (ISAF), que controla el norte del país. El 28 de mayo, los altos mandos militares alemanes y afganos se reunieron en la oficina del gobernador. Se trató de una reunión secreta para discutir el tema de la seguridad. El encuentro fue encabezado por el comandante de la OTAN en la región, el general germano Markus Kneip, y por el general Mohammad Daud Daud, jefe de policía de las nueve provincias del norte del país. Al terminar la reunión, cuando los militares iban dejando la sala, se produjo una explosión fortísima. El lugar se llenó de humo, gritos, sangre. El general Daud Daud, el jefe de policía local, dos militares alemanes y otros dos afganos murieron a causa de la explosión. El comandante Markus Kneip sufrió quemaduras y heridas de esquirlas. La bomba hirió a otros seis militares alemanes, entre ellos el comandante de la guarnición local. En un principio se habló de un atentado suicida, efectuado, supuestamente, por un hombre con el uniforme de la policía afgana. El 30 de mayo, sin embargo, el Comando General de la Bundeswehr en Alemania señaló –convalidando un informe de la inteligencia afgana– que el explosivo, oculto tras una pared, fue activado a control remoto. Para realzar su poder destructivo, se le había recubierto con balas metálicas. El emplazamiento de la bomba en la sede gubernamental no hubiera sido posible sin la colaboración de miembros de las fuerzas de seguridad locales, señalaron el miércoles 1 fuentes de inteligencia alemanas al diario Süddeutsche Zeitung. La prensa germana reflejó las dudas de algunos políticos sobre el futuro trabajo conjunto con las fuerzas de seguridad afganas. Se preguntó también cómo pudo pasar la bomba desapercibida a los policías militares alemanes que revisaron previamente el lugar. El Ejército alemán recalcó que el atentado se había dirigido, sobre todo, “contra el jefe de la policía odiado por el Talibán (Daud Daud) y no principalmente contra el Bundeswehr”, según publicó Spiegel online el pasado 30 de mayo. “Está claro que el atentado se dirigió contra la policía afgana, pero también, y seguramente no en último término, contra la presencia del Ejército alemán, rechazada por gran parte de la población, especialmente porque opera con acciones violentas”, dice a Apro el politólogo Jürgen Wagner, quien dirige el centro de investigación de políticas militares IMI (Informationsstelle Militariesierung) en la ciudad de Tubinga. La ciudad de Talocán se encontraba ya convulsionada desde antes del atentado. El 17 de mayo, una unidad especial de la ISAF, compuesta por militares estadunidenses, mató a dos mujeres y dos hombres afganos en una redada nocturna. “Miembros del Movimiento Islamista de Uzbekistán”, según fuentes de la ISAF. “Todos civiles”, según dijo el 28 de mayo el jefe local de la policía afgana a la publicación Focus. Vale aclarar que la población de la región es mayoritariamente uzbeca y que los policías de la etnia de los tayikos son con frecuencia objeto de atentados. El comando alemán, a cargo de la región, dijo no haber participado de la acción nocturna. Al día siguiente, cientos de manifestantes se dirigieron al cuartel de la Bundeswehr. En las imágenes que emitió la televisión alemana se los ve llevar los ataúdes, agitar palos en alto, arrojar piedras contra el cuartel. Los militares germanos dijeron haber sido atacados también con bombas molotov y granadas de mano. Soldados alemanes y policías afganos dispararon contra la airada multitud, reportó el 20 de mayo el sitio en Internet del semanario Spiegel. Al menos 12 manifestantes murieron y otros 80 fueron heridos, según las autoridades afganas. Imagen   Desde que comenzó la intervención armada en Afganistán, la ciudadanía alemana se ha pronunciado mayoritariamente en contra del envío de tropas. Cada año, en enero, las fracciones parlamentarias conservadora, liberal, socialdemócrata y verde prolongan por 12 meses el mandato que autoriza la permanencia de los efectivos. La única fuerza política parlamentaria que se opone es la izquierda. En los primeros años de la intervención, los medios alemanes se esmeraban por presentar a los soldados germanos de la ISAF como si fueran miembros de una ONG de ayuda para el desarrollo. Hoy se les muestra en tensos patrullajes sobre carros blindados, o involucrados en combates de guerra de guerrillas. El exministro de Defensa, Karl Theodor zu Guttenberg (2009-2011), habló de “condiciones parecidas a la guerra”. Admitir ésta como tal implicaría que los talibanes y rebeldes pudieran cobijarse bajo el manto de la Convención de Ginebra. En la actualidad, el Ejército alemán mantiene 4 mil 590 efectivos en suelo afgano. La cantidad de soldados alemanes muertos desde que comenzó el conflicto es de 51. Cuatro de ellos murieron en los últimos nueve días. La imagen positiva de las tropas alemanas entre la población afgana cayó de 75% en 2007, a 46% en diciembre de 2010. Así lo expone una encuesta realizada por la BBC, el diario The Washington Post, ABC y el canal alemán WDR. Se consultó a mil 691 personas en las 34 provincias afganas. En el norte afgano, bajo control alemán, 4 de cada 10 encuestados dijeron que la OTAN no reparaba en las bajas que causa a la población civil. Otro dato revelador: en dicho territorio, 39% de los consultados se pronunciaron a favor de los atentados contra las unidades de la OTAN. La cifra, por sí misma elevada, está muy por encima de la media de 27% en todo el país. “Alemania no es percibida como un aliado del pueblo sino prácticamente sólo como una facción bélica extranjera”, sostuvo Arnd Henze, responsable de la redacción de exteriores de WDR, a cargo de la encuesta, según publicó De Zeit en su sitio de Internet, el pasado 6 de diciembre. “Esta impresión parece confirmarse”, sostiene Jürgen Wagner, “porque no sólo en Talocán, sino también en todo el norte de Afganistán, aumentan las protestas y esto tiene que ver con que se percibe a la Bundeswehr cada vez más como una fuerza de ocupación y no como benefactora.” Curiosamente, la prensa alemana denomina a las tropas de la ISAF como Schutztruppe (tropas de protección), el mismo nombre con que se conocía al Ejército colonial del Imperio alemán que operó en África entre 1891 y 1918. Defensa   La Constitución alemana confiere a las Fuerzas Armadas la defensa del territorio nacional. El aporte para la estabilización regional, la lucha contra el terrorismo y la aceptación de la responsabilidad que la comunidad internacional le impone a Alemania son los motivos principales que la clase política ha esgrimido para apoyar las intervenciones militares en el extranjero. Ya en 1992, el entonces ministro de Defensa democristiano, Volker Rühe, en sus lineamientos de política de defensa, asignó a la Bundeswehr tareas para “el mantenimiento del libre comercio y el acceso franco a los mercados y las materias primas”. El exministro de Defensa socialdemócrata Peter Struck (2002-2005) acuñó una frase que hasta hoy resuena. “La seguridad de Alemania también se defiende en Hindu Kush (macizo montañoso entre Afganistán y Pakistán) -–¿Qué intereses de Alemania se defienden en Afganistán? –se le pregunta a Jürgen Wagner. -–Durante años existió un consenso dentro de la elite alemana vinculada a la política exterior y de seguridad, que sin una participación abarcadora y adecuada de Alemania en operaciones militares internacionales no se alcanzaría el deseado puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU –sostiene el politólogo. Agrega: “Se espera obtener este puesto como recompensa a la participación en las guerras. Creo que eso es más decisivo que otro tipo de disquisiciones secundarias, tales como el acceso a las materias primas de Afganistán. El ministro de Defensa, Thomas de Maizi?re, acelera en estos días la reforma de las Fuerzas Armadas. Se trata de un ambicioso plan de recorte de gastos que acaba con el servicio militar obligatorio y reduce el número de soldados. Al mismo tiempo, sin embargo, se ampliará el número de intervenciones militares en el extranjero y se destinarán a ellas más soldados. El ministro ha nombrado incluso posibles destinos: Pakistán, Yemen, Somalia, Sudán. El 31 de mayo de 2010, Horst Köhler tuvo que renunciar a la presidencia de Alemania debido al escándalo que provocaron sus dichos en una entrevista concedida días antes, mientras volaba de regreso desde Afganistán. “Estamos en camino de que una gran masa de la sociedad entienda que un país de nuestras dimensiones, con esta orientación hacia el comercio exterior y por ello también dependiente del comercio exterior, también tiene que saber que, en caso de duda y de urgencia, la misión militar es necesaria para salvaguardar nuestros intereses, por ejemplo, las libres vías comerciales (…) impedir grandes inestabilidades regionales, que con seguridad también incidirían negativamente en nuestras posibilidades de comercio, puestos de trabajo e ingresos.” El pasado 27 de mayo, el ministro de Mazi?re, sostuvo: “Nuestros intereses y nuestro papel en el mundo se determinan esencialmente por nuestro rol como nación exportadora y país de alta tecnología en el centro de Europa. De eso se desprende que tenemos un interés nacional en el acceso a la tierra, al agua y al aire.” --¿Se equipara en este nuevo concepto la defensa del país con la de los intereses alemanes? –se le pregunta a Jürgen Wagner. –Sí –contesta el politólogo–. En los últimos años, el discurso en Alemania es cada vez más ofensivo. Antes se buscaba algún rincón apartado dentro de los documentos de estrategia para decir que las intervenciones militares alemanas deberían servir a los intereses nacionales. El exministro Gutteberg y el actual, Thomas de Maiziere, usan una retórica cada vez más ofensiva en este sentido. En el futuro es de esperar que bajo esa lógica se envíe a militares alemanes al extranjero. En las doctrinas militares estadunidenses los conceptos de “seguridad nacional” e “intereses nacionales” son intercambiables desde hace mucho tiempo. Alemania también se mueve en esta dirección. “Esta mezcla de valores e intereses es la que se ve en este momento en este engendro legal que pretende establecer la responsabilidad de proteger (responsability to project)”, sostiene Wagner. “Naturalmente se debería proteger a la población civil en una guerra pero, en general, después se asienta que esta protección se lleva a cabo allí donde nuestros intereses son relevantes y se ven tocados. Aquí los derechos humanos y los valores son usados como trampolín para la imposición violenta de otros intereses.” Alemania se ha negado hasta ahora a participar de los ataques en suelo libio.

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