"Akaso", enfrenta el vacío oficial en el arte

martes, 5 de julio de 2011 · 20:35
Para el coleccionista Sergio Autrey, su proyecto Akaso, que reúne en el Museo del Chopo 26 murales de artistas de hoy –y que remite a su palindroma, Osaka, la ciudad japonesa donde en 1970 un grupo de mexicanos envió sus murales a la Exposición Universal–, es muchas cosas: intento por reunir a una generación de artistas, respuesta a la interrogante de qué hacer por el país (¿acaso reflejarlo?), y proteger al arte, pues a las instituciones les está fallando la divulgación y se han olvidado de adquirir acervos. Pero la muestra representa el rostro de una generación de artistas que apuestan, en su diversidad, por la pintura-pintura, más allá de las “ocurrencias” del arte conceptual.   MÉXICO, D.F. (Proceso).- Hace más de seis años, el coleccionista Sergio Autrey visitó en la ciudad de Zacatecas el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez y quedó impactado por la colección de 11 murales que un grupo de artistas de la llamada generación de la Ruptura realizó, convocado por Fernando Gamboa, para el Pabellón de México en la Exposición Mundial Osaka 70, en Japón. Le surgió entonces la inquietud de emprender un proyecto en el cual varios artistas hicieran un conjunto de obras –no sabía aún si de pintura o escultura– de grandes dimensiones. Un poco después lo comentó con el pintor Alberto Castro Leñero, de cuya obra ha sido coleccionista, y coincidió con que él y otros artistas, entre ellos Roberto Parodi y Eloy Tarcisio, tenían también la idea de un proyecto conjunto en gran formato y buscaban el apoyo de alguna institución. Se habían acercado, sin éxito, a la Secretaría de Relaciones Exteriores y como los personajes de Pirandello buscaban no autor, sino promotor. De esa coincidencia nació la exposición Akaso, inaugurada el pasado 27 de junio en el Museo Universitario del Chopo, en la cual se exhiben 26 obras de gran formato de Alberto Castro Leñero, Alfonso Mena, Antonio Luquín, Arturo Rivera, Boris Viskin, Eloy Tarcisio, Francisco Castro Leñero, Gabriel Macotela, Germán Venegas, Gustavo Monroy, Helio Montiel, Ilse Gradwohl, Irma Palacios, José Castro Leñero, Luciano Spanó, Luis Argudín, Magali Lara, Manuel Marín, Manuela Generali, Mauricio Sandoval, Miguel Ángel Alamilla, Miguel Castro Leñero, Óscar Ratto, Roberto Parodi, Roberto Turnbull y Yolanda Mora. El proyecto dio inicio formalmente cuando el 26 de enero de 2009, un grupo de 12 artistas se reunió por primera vez con Autrey en el taller de Alberto Castro Leñero. Ahí según cuentan el propio coleccionista y el pintor, en entrevistas por separado con Proceso, surgieron nuevos nombres, algunos por su cercanía con el coleccionista o por sugerencia del pintor: “Yo propuse a mis hermanos, a Irma. El primer grupo eran como 10 o 12, creo que Alamilla, Macotela, Venegas, Viskin, Turnbull, Parodi y Mena.” En posteriores encuentros se completó el grupo que finalmente integra la colectiva. El interés de Autrey, dice, fue que los creadores pertenecieran a la generación posterior a la Ruptura. Nacidos en los años cincuenta, es decir con 60 o 50 años de edad. Deseaba también que fueran pintores “en plenitud, es decir, que viven de la pintura todos ellos y que reflejasen lo que está pasando en México”. En la selección nunca se fijaron cuotas respecto de si debía haber un número de mujeres, de pintores de abstracto o de artistas extranjeros, explica a su vez el coleccionista, y agrega que algunos nombres surgían y no quedaban, otros sí, pero todos los que fueron invitados aceptaron. Hay dos ausencias que lamenta, Estrella Carmona y Philip Kelly, ambos ya fallecidos, y tal vez artistas de los estados, “pero tampoco pretendimos ser lo más estudiado o exhaustivo”. Autrey relata que hacia 2004 o 2005 visitó los murales de Osaka (hechos por Lilia Carrillo, Manuel Felguérez, Fernando García Ponce, Arnaldo Coen, Francisco Corzas, Roger von Gunten, Francisco Icaza, Gilberto Aceves Navarro, Brian Nissen, Antonio Peiri y Vlady) y se impresionó: “El gran formato te obliga a ver la pintura mínimo dos veces, o más, eso es lo que hace que tenga sentido para mí, que te detengas y observes, no es nada más mercadotecnia subliminal, una imagen que pasó y luego la vuelves a ver porque es publicidad. Aquí es algo a lo que vas a entrar, y vas a reconocer una estética que no habías visto. Eso es lo importante del arte, ir reconociendo esas estéticas.” –¿Por qué cree usted que en ese momento le causaron impacto los murales al punto de pensar en un proyecto, y no lo pensó antes con los murales de la Escuela Mexicana de Pintura? –Los mexicanos estamos acostumbrados al muralismo, al prehispánico –llámese Cacaxtla o Teotihuacán–, a los muralistas, y claro que te impactan desde niño. Creo que el hecho de que haya estos grandes formatos con Fernando Gamboa es consecuencia de eso, es parte de esto, es una tradición y es lo que tenemos. Y sin embargo, agrega que muchos museos no están acostumbrados a esos grandes formatos y por ello Akaso no cabe en cualquier lugar. Fue difícil colocar la muestra. Castro Leñero cuenta (ver recuadro) que habían pedido el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), dirigido por Graciela de la Torre, que sí está proyectado para grandes formatos, pero se les negó. Autrey esgrime al respecto que este recinto tiene compromisos ya establecidos hasta 2012, igualmente el Museo de Arte Contemporáneo (Marco) de Monterrey, y “estamos en la lista, ya veremos si en 2012 cabe”. Donde sí se presentó la muestra el año pasado fue en el Centro Cultural Musas de Hermosillo, Sonora. Para varios de los artistas participantes pintar en gran formato fue una experiencia nueva. El temor del coleccionista incluso fue que no aceptaran, pero cada uno resolvió su obra “a su manera... unos con gran facilidad, otros con gran dificultad, pero, vamos, el hecho de que hayan aceptado el reto ya se les agradece”. Otra cuestión que considera de agradecer es que los artistas se abrieran a la televisión y aceptaran que la compañía productora Varios Lobos, en la cual participan Daniel y Marcos Castro Zimbrón, hijos de Alberto Castro Leñero, Diego García, Mónica Cervera y Pablo Zimbrón, siguieran a través de una serie televisiva el proceso de creación desde la intimidad de su estudio. En ese proceso, algunos artistas trabajaron en su taller individualmente, otros lo hicieron colectivamente en la Fundación Sebastián, y el resto en el Museo Universitario de Ciencias y Artes (MUCA) de Ciudad Universitaria, que por entonces estaba cerrado al público y que se acondicionó como un gran taller con andamios y todo lo necesario para la faena. Fue, rememora Alberto Castro Leñero, una experiencia que no vivía desde que estaba en la escuela, en la cual los artistas intercambiaban ideas, ayudaban a subir y bajar andamios o simplemente se paraban frente a la obra del compañero para verlo trabajar.   Sin límites   Los únicos lineamientos fueron que el cuadro midiera como mínimo 3.66 metros y máximo 4.88, aunque no todos respetaron esa disposición. El tema fue libre, a partir de una pregunta de Autrey: “¿Qué estamos haciendo hoy en México?” No obstante hay en varias de las obras una coincidencia al manejar como temas la violencia, la desesperanza, la desolación, rostros de la crisis que padece el país. Al respecto, Autrey dice que el arte es finalmente un espejo de la sociedad y actualmente se viven momentos muy violentos; ello está presente en las obras aunque en algunas de manera muy sutil: “Sigo viendo un Macotela, pero cuando uno se acerca al cuadro dices: ‘sí, es fuerte’. El mismo Alamilla: ves el título (Las palomas asesinadas) y está un poco más violento de lo que podría ser un Alamilla normal. Monroy siempre va a ser biográfico y pinta decapitaciones y suicidios... Pero, vamos, yo creo que es lo que se ve en los periódicos, en la televisión.” Como mecenas del proyecto, Autrey cubrió los gastos de los materiales y pagó a cada artista alrededor de 250 mil pesos por su obra. En la mayoría de los casos sin verla terminada. Pero comenta que así lo ha hecho en otras ocasiones con algunas series pictóricas de Arturo Rivera y Carla Rippey: “Sé por archivos cuánto se pagó en Osaka a Pedro Coronel, a Lilia Carrillo, etcétera. Ese dinero lo trajimos a valor presente y daba un poco menos de lo que se pagó... Creo que se pagaron en Osaka 14 mil o 18 mil pesos por artista, y eso da como 200 mil pesos, pero hubo dos o tres ahí que buscaron más y se quedó en 250 mil ya para cerrarlo.” Se sabe que a Sergio Autrey no le agrada el llamado arte conceptual, lo considera “ocurrencias” y hasta una forma de “humor” que no tiene derecho de autor, es del dominio público. Él decidió dar a través de este proyecto impulso a la pintura, que a decir de algunos de los participantes ha venido perdiendo algunos espacios y apoyo de las instituciones, pues incluso algunos museos que tienen un perfil distinto han abierto sus puertas al arte actual. El proyecto, dice, tiene que ver con todo esto: “Vivimos un tiempo de cambios y hay que reconocerlo. Creo que las instituciones deben de ser más sólidas y entender realmente cuál es su misión en la vida, para qué están hechas, y cumplir. El hecho de que en el mundo o aquí en México haya muchas otras alternativas, hace que de repente Carlos Slim haga su museo. Que entre a este, vamos a decir, juego del arte, de la cultura, a lo mejor es porque ve unas necesidades que las instituciones no están cumpliendo o la sociedad está demandando, está exigiendo. Es la gran pregunta que hacemos.” Opina que debe haber un incremento, mantenimiento y divulgación de los acervos del país, ya sean arqueológicos, históricos o artísticos: “¿Por qué hago divulgación en la revista Relatos e historias en México? Porque creo que ha fallado la divulgación. Pero igual, ¿dónde están quedando los acervos? Y ahí es donde veo un panorama muy triste, creo que el Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) es maravilloso con las becas, pero no es todo, debe de haber concientemente una compra de las instituciones, ya no voy a decir del Estado, de las instituciones, de decir ‘cómo hago mi acervo de lo que está pasando en este país’.” Además del conjunto de 26 pinturas, Akaso presenta 21 videos y/o animaciones hechos a partir de la obra pictórica, así como un largometraje y la serie de 16 programas de televisión. Estará en exhibición en el Museo del Chopo hasta el domingo 30 de octubre. Autrey tiene la idea de llevarla a otros museos del país e incluso del extranjero. No es tan difícil desde el punto de vista técnico pues sólo se requiere un par de contenedores de barco. Quisiera que viajara como un proyecto integral al menos cinco años. Dice entusiasmado que ya fueron a verla personas del Museo de Arte Moderno (Moma) de Nueva York, del Instituto Goethe, de las embajadas de Alemania y Estados Unidos y esperarán a ver qué sucede. De lo que está cierto es de que serán los propios organizadores quienes promuevan la muestra, aunque “no somos una institución cultural per se”, pues el tamaño de las obras no se ajusta a los centros culturales que tiene la Cancillería mexicana en ciudades como San Antonio o Dallas, por lo cual deberá salir de “ese circuito” y ver qué más hace. Por lo pronto invita a no perdérsela en el Museo Universitario del Chopo.  

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