América Latina: La ilusión de paz

viernes, 25 de mayo de 2012 · 22:23
LONDRES (apro).- Aunque América Latina se cree a sí misma una región pacífica por su supuesto respeto a la soberanía nacional, por sus políticas no intervencionistas, por su inclinación a la resolución pacífica de conflictos y el respeto a la ley, existen en la región disputas históricas y una creciente militarización que le impiden consolidarse como “zona de paz”. Tal es la conclusión del libro recientemente publicado en Londres América Latina y la ilusión de la paz, escrito por David R. Mares, profesor de ciencias políticas de la Universidad de California, San Diego, y profesor adjunto de la Escuela de Relaciones Internacionales y Estudios del Pacífico de esa misma universidad. El libro, de 204 páginas y patrocinado por el Instituto de Internacional de Estudios Estratégicos de Londres (IISS), analiza en detalle cinco “zonas calientes” y conflictos territoriales aún no resueltos de la región que enfrentan a Colombia y Ecuador, Nicaragua y Costa Rica, Bolivia y Chile, República Dominicana y Haití, Argentina y el Reino Unido. Destaca que pocos incidentes escalaron a guerras en las últimas dos décadas. Sin embargo, señala, “el cambio del balance de poder regional, sumado a un aumento de gobiernos totalitarios y el crecimiento del gasto de defensa en la región están causando cada vez más alarma”. Según el libro, América Latina está azotada por una atmósfera de poca transparencia, un limitado entendimiento común sobre amenazas y puntos de vista estratégicos que compiten entre sí, con bajos niveles de fuerza militar que participan en peleas interestatales consideradas aceptables. En entrevista con Apro, Mares se refiere al caso específico del narcotráfico y la violencia a gran escala que azota a México. “El libro se enfoca en los conflictos interestatales, aunque reconoce que los factores que generan inseguridad y violencia dentro de las naciones bien pueden influir sobre las relaciones internacionales. Dentro de este contexto yo diría que el narcotráfico y la narcoviolencia no se limitan a las fronteras internacionales oficiales, pero, fuera del caso de la guerrilla en Colombia, no creo que sean factor de conflictos entre estados latinoamericanos”, destaca el autor desde su oficina en California. “En este caso los gobiernos han de reconocer la ilegalidad del narco y no culpar al otro gobierno por la existencia de ésta. Aun cuando la cooperación entre gobiernos latinoamericanos para combatirlo sea poca, ello no ha sido causa para generar conflictos interestatales”, dice. Explica que “la situación con Colombia es distinta porque allí existen grupos dedicados a cambiar el sistema político y utilizan el comercio de drogas para apoyar esa meta. Los cárteles en México no tienen esa meta política y se enfocan en sus actividades criminales”. Según Mares, el comercio de drogas ilegales en si “no explica la violencia”. Precisa: “Europa y Estados Unidos están llenos de drogas, de traficantes y hasta producen drogas ilegales, pero no sufren de la violencia que México y Centroamérica viven. Por lo tanto, tiene que haber algo dentro de esos países que facilita la violencia. No puede ser sólo el hecho de que haya pobres, pues en Estados Unidos hay muchos pobres”. Para el académico del IISS existen dos factores importantes que distinguen a los Estados violentos de los menos violentos. “Lo primero y lo fundamental es la capacidad profesional de la fuerza pública para investigar, localizar, capturar y aislar en prisiones efectivas a los criminales. No es sólo cuestión de que no sean corruptos, necesitan ser capacitados en la investigación para localizar a los criminales y reunir la evidencia que demuestre su culpa porque sancionar a un sujeto que es inocente, implica que el culpable sigua libre para seguir cometiendo sus delitos”, afirma el investigador. El otro factor es la impunidad de los políticos y los burócratas. “Esto genera corrupción que aún con una fuerza pública profesionalizada permite que los criminales puedan gozar de libertad. “La corrupción en cambio se debe a varios factores: la falta de transparencia --sobre todo en el enriquecimiento personal de los funcionarios--, la incapacidad del propio Estado para sancionar a sus agentes políticos y la aceptación social de la corrupción de los políticos (…)”, subraya. Mares sostiene que no cree que el problema estribe en que existan altos funcionarios o agentes de la fuerza pública que sean corruptos, “sino que el sistema total está contaminado con la corrupción. Por eso sancionar a un corrupto no ayuda, sólo es remplazado por otro que también caerá en la corrupción”. Señala que la corrupción existe en Estados Unidos y Europa, pero es un fenómeno aislado, no sistemático, como en México. Conflictos interestatales En su libro, el profesor de la Universidad de California destaca que el único principio para el manejo de las disputas interestatales “es esencialmente acordar un diálogo y evitar conflictos violentos a gran escala”. “Aunque muchos latinoamericanos están bajo la ilusión de que la arquitectura de la seguridad regional es responsable por la resolución de crisis recientes, estas crisis fueron de hecho manejadas por otros medios”, subraya la investigación. De acuerdo con la obra de Mares, la polarización política actual dentro de un número de países latinoamericanos y el problema del delito transnacional “debería elevar la alerta acerca de que las políticas de ‘negocios como siempre’ ya no sirven para lidiar con las tensiones entre países de la región”. El libro destaca también que la situación en Venezuela “es particularmente volátil”. “La enfermedad de Hugo Chávez, la existencia de milicias armadas dedicadas a proteger ‘la Revolución’ en una sociedad polarizada, y las instituciones nacionales que están perdiendo legitimidad, aumentan el fantasma de un conflicto interno severo, con un gran potencial de que este se propague a toda la región”, indica. Mares sostiene que tanto Estados Unidos como Brasil “están tratando de liderar” iniciativas regionales utilizando un “poder suave” (soft power) debido a la carencia de líderes políticos pacificadores”. Considera que “ambos países están promoviendo instituciones regionales que sirvan como estructuras para manejar conflictos”. Pero “es notable” que los actuales acuerdos multilaterales del hemisferio tengan un “bajo rendimiento”. Señala que “esto es particularmente grave si tenemos en cuenta la agenda común, y las expectativas creadas en los primeros años de la Guerra Fría sobre una vigorosa cooperación”, indica el libro. Mares resalta en su libro que en muchas ocasiones similares instancias de seguridad regional “no siguen el guión institucional a la hora de lidiar con crisis, y sólo la Corte Internacional de Justicia mantiene una posición consistente para resolver disputas”. Asimismo, dice que el balance económico “podría mitigar los conflictos, siempre que la integración económica sirva para desarrollar sociedades, en lugar de militarizarlas”. Indica que los gobiernos que inician una militarización “minimizarán los costos a través de información escondida o incluso de mentiras”. “El valor de los temas de disputas está aumentando al mismo tiempo que los esfuerzos de mediación se ven amenazados porque estas hacen crecer el fantasma de la intervención en asuntos internos por parte de actores externos”, subraya. Según Mares, “promover estructuras y procesos democráticos efectivos y liberales, mejorará los controles de liderazgo para los ciudadanos”. Prosigue: “Las instituciones regionales se muestran escépticas en perseguir este propósito debido a que lo consideran fundamentalmente una intervención en las políticas internas, un principio que virtualmente todas las naciones latinoamericanas rechazan. No está claro cómo respondería la región si, por ejemplo, Chávez llama a su Ejército y milicias y declara en las elecciones de 2012 que la CIA ha amenazado el proceso, y que por ende esas elecciones deben ser anuladas hasta que se lleven a cabo unos comicios ‘limpios. “Lo que está claro a partir de evidencia fehaciente, es que las instituciones regionales (como Unasur) se niegan a evaluar el control diplomático de líderes políticos que establecen ‘democracias participativas’ y que canalizan a los ciudadanos en organizaciones que expresan ‘su voz’; y tampoco cuestionan si los disturbios y protestas callejeras contra las políticas de esos gobiernos son indicadores verdaderos de preferencias ciudadanas”, agrega. La investigación sostiene también que el resurgimiento de populismo y nacionalismo en América Latina “amenaza la última oleada de democracia y las bases del crecimiento económico”. “La modernización de las fuerzas militares, aunque necesaria, llega en tiempos en que esas capacidades crecientes tienen el potencial de desestabilizar aún más las relaciones bilaterales en medio de tensiones interestatales no resueltas”. Y concluye que “es imperativo que se lleve a cabo una revisión de los conflictos internos e internacionales para entender las opciones que prevendrán o mitigarán conflictos violentos interestatales y que podrían ser más efectivos a la hora de evitar confrontaciones violentas”.

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