Festival Distrital: "La casa Emak Bakia"

sábado, 9 de junio de 2012 · 00:16
MÉXICO, D.F. (apro).- A pesar de que Oskar Alegría se adjudica la dirección y el guión de La casa de Emak Bakia, es evidente que fue el azar el que se encargó de ello, mientras que él se convirtió en el ejecutor, el mensajero y el organizador de esta serie de extraordinarios episodios. Dentro del marco del Festival Distrital 2012 “Cine de otros mundos”, se está exhibiendo desde hace una semana y hasta este domingo una gran cantidad de documentales de todo el mundo, y entre ellos esta original y fascinante creación, cuyo título traducido del vasco significa “déjenme en paz”. Emak Bakia es el nombre de uno de los filmes del increíble fotógrafo estadunidense Man Ray, quien se autodescribe en su epitafio como: “Despreocupado pero no indiferente”. Se trata de una obra surrealista filmada en 1926, llena de imágenes sin conexión aparente, al estilo de Un perro andaluz de Luis Buñuel y Salvador Dalí. Debe su nombre a la casa en la que surgieron muchas de las escenas y en la que se hospedó el realizador en la época. El término fue adoptado más tarde por un grupo español, integrado, entre otros, por Abel Hernández, quien a su vez fue contactado para crear el “soundtrack” de la nueva película utilizando exclusivamente sonidos de la antigua casa: las paredes huecas, el ritmo de los relojes, las misteriosas aldabas, la danza de las cucharas, y sobretodo la imparable nostalgia del oleaje del mar. El gran acierto de Alegría -quien con este documental hace un sutil honor a su nombre- es dejarse llevar por el aire, seguir las pistas como un minucioso detective, unirlas y finalmente crear un hermoso poema visual, concordando las imágenes del original que lo había inspirado con las que ahora se manifestaban frente a sus ojos. Cada una de las desviaciones de su tema recaían en una pequeña nueva historia de la cual se podría haber sacado una nueva gran historia. Muestra así una capacidad, aparentemente tan simple, pero en la práctica tan difícil para la mayoría de la gente, de tener la humildad y la grandeza para permitirse observar y escuchar lo que nos rodea, y principalmente darle el peso que se merece a cada cosa. Saber que todo tiene un valor por sí mismo, y que, aunque parezca salirse de la línea preestablecida, puede llevar a un fin igual o incluso más apreciable. Demuestra que es posible encontrar en la calle seres tan fantásticos como princesas, payasos y guantes cortejando servilletas. Siguiendo la línea de “yo hago lo que quiero”, Oskar Alegría logra un hermosísimo, original y divertido homenaje a una película que nació hace casi 90 años, y la reproduce resucitándola al mundo actual. Y en este homenaje al surrealista Man Ray, ejecuta con fervor lo que Man Ray hubiera querido: la libertad feliz del arte.  (*) Estudiante de 4º. Semestre de Literatura Dramática y Teatro en la UNAM.

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