Pilar Medina en BA-SI-CO

miércoles, 13 de junio de 2012 · 14:43
MÉXICO, D.F. (apro).- Ante la burocracia de las instituciones culturales, los artistas de la danza han empezado a claudicar e imponen nuevas formas de presentar sus coreografías en sus propias casas. En esta nueva forma de supervivencia han surgido puestas en escena alternativas. Este es el caso de BA-SI-CO, juego de piezas que, como si se tratara de postales, la bailarina y coreógrafa Pilar Medina realiza en su pequeño estudio de danza en el primer piso de su casa. La producción es minimalista, sintética y no requiere más que unas cuantas lámparas de mano, pequeños spots, un cordón, la barra de ballet donde se entrena, un espejo, el baño con tina, unos cuantos ladrillos y un vestuario transformable. Pilar Medina con su singular belleza, casi sin maquillaje y en una cercanía que obliga a hacer un intercambio de presencias ante sólo diez espectadores recurre a su arsenal de habilidades escénicas para respirar, mirar, manipular e incluso intimidar en el interés de acompañarla en un recorrido por sus obsesiones. Como siempre, definir el género estricto de lo que hace es complicado y de cierta forma infructuoso. Medina salta del zapateado flamenco a una elaboración corporal contemporánea y es certera en sus objetivos. Sin necesidad de reiterar con gran simplicidad crea en segundos diferentes espacios en un solo. Su cuerpo maduro vibra de sensualidad y su voz, bien colocada en el silencio la sostienen todo el tiempo. Como natural obsesiva Medina controla todo: las luces, cada uno de los objetos en el escenario y de igual manera al espectador que, vulnerable ante la proximidad, es una suerte de voyeurista que atestigua la entrada a la pubertad de una mujer, su senectud, la privacía de un cuarto de baño y un jardín donde se juega y se está solo por decisión propia. Entre el humor y la nostalgia por lo vivido, con un tono melancólico, no se arropa, se expone sin artificios al escrutinio y sin pudor asume que para crear lo que ella quiere no necesita a nadie. En esa radical posición afirma, después de bailar y mientras ofrece vino y pequeñas muestras de su gastronomía –lo que le da otro sentido al montaje— que las nuevas formas de gestión cultural y las imposiciones del sistema no son para ella. Así, en franca convivencia con los asistentes, logra completar el rito teatral de la escala humana, donde el performer logra compenetrarse con quien lo acompaña en el hecho teatral. Quiénes asisten al estudio de la artista son especialmente invitados por ella misma, se les espera y lo mismo se puede encontrar a Vicente Leñero, su esposa Estela y su hija Eugenia, que al compositor de la pista musical de la obra Joaquín López Chapman, el promotor cultural Ignacio Toscano, y personalidades que se han pasado la voz unas a otras sobre la obra. Pero queda la reflexión de si se trata de una respuesta inteligente ante la dificultad de ser considerado siquiera en la programación de un teatro, o si las instituciones se encuentran en tal nivel de decadencia debido a su su ostracismo, que los artistas se han visto obligados a replegarse asumiendo las consecuencias de no pagar más pleitesías. Con una nueva temporada a reiniciarse en agosto, Medina que ha estado en algunos de los más importantes teatros del mundo, apuesta a que esta etapa será tal vez la más intensa de su carrera.

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