Con autocrítica, la meta de la izquierda es el 2018

jueves, 12 de julio de 2012 · 12:09
Ante el “primitivo fraude” electoral que se cometió el domingo 1 de julio, con enormes sumas de dinero “provenientes de la oligarquía financiera y posiblemente del narcotráfico”, la izquierda no debe considerar lo ocurrido “una tragedia”, dice el historiador y economista Enrique Semo. Lo que procede, agrega, es conservar el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, con sus 15 millones de votantes. Al mismo tiempo, propone realizar una evaluación autocrítica en un gran congreso cuyo objetivo sea alcanzar la Presidencia de la República en las elecciones de 2018. MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con más de 40 años militando en la izquierda, el historiador y economista Enrique Semo considera que la virtual derrota de Andrés Manuel López Obrador en busca de la Presidencia de la República por segunda ocasión no es del todo una tragedia. Hoy por hoy, dice el investigador de la UNAM, López Obrador confirmó su ascendencia sobre más de 15 millones de ciudadanos y consiguió colocar al Movimiento Progresista (PRD-PT-Movimiento Ciudadano) como la segunda fuerza política en el Congreso, lugar ideal para ser “una oposición activa, certera y eficiente” contra “el embate de la derecha”. En entrevista con Proceso, Semo hace un análisis de la izquierda partidista y de sus nuevas oportunidades en el escenario político; del papel de López Obrador y de sus errores, así como de la irrupción del movimiento #Yo Soy 132. Previsible la confirmación del triunfo de Enrique Peña Nieto por los órganos electorales, pese a las irregularidades, el historiador de origen búlgaro sostiene que el exgobernador del Estado de México recurrió a las prácticas más “primitivas” del fraude electoral. Al presidente Felipe Calderón, Enrique Semo también le dedica parte de su análisis: pasará a la historia como “uno de los peores presidentes de México”, en tanto que los miles y miles de muertos que deja como saldo de la guerra contra el narcotráfico “son el terrible monumento a su ineficiencia”. Enrique Semo ha dedicado buena parte de sus investigaciones históricas a la izquierda (Viaje alrededor de la izquierda; Entre crisis te veas; Crónica de un derrumbe/Las revoluciones inconclusas del Este; La búsqueda I/La izquierda en los albores del siglo XXI; La búsqueda 2/ La izquierda y el fin de régimen del partido de Estado, 1994-2000). Él mismo fue integrante de la dirección del Partido Comunista Mexicano hasta su desaparición en 1981. A los 82 años, y convencido desde antes de la jornada electoral de que la “tradición mexicana del fraude” se iba a hacer presente para favorecer al priista Peña Nieto, Semo afirma que la única sorpresa para él fueron “las sumas enormes de dinero” destinadas a la presunta compra de votos, que “sólo pudieron provenir de la oligarquía financiera mexicana y posiblemente del narcotráfico”. Para el investigador emérito de la Facultad de Economía de la UNAM, la “cultura del fraude”, herencia del PRI, sólo puede ser combatida por la izquierda y el pueblo mexicano. Se le recuerda que, de acuerdo con un informe preliminar de la observación electoral en 21 estados realizado por activistas de Alianza Cívica (AC), todos los partidos incurrieron en irregularidades el domingo 1 de julio: en 14% de las casillas hubo acarreo de votantes; en 21% se violó el secreto al voto; en 71% se ejerció presión para votar por Peña Nieto; en 17%, para favorecer a la panista Josefina Vázquez Mota; en 9%, para sufragar en favor de López Obrador, y en 3% de los casos se coaccionó a los ciudadanos para votar por Gabriel Quadri. Además, en una encuesta aplicada por AC a 3 mil 158 ciudadanos, 28.4% de éstos sostuvieron que el día de la jornada “estuvieron expuestos al menos a una práctica de compra y coacción del voto”. Tras señalar que en el citado informe “la gran mayoría de la compra de votos se atribuye al PRI”, Semo expresa que “la enfermedad del fraude es altamente contagiosa. Prácticamente se ha generalizado (…) La cultura priista sobrevivió a la alternancia. El país vive la continuidad del pasado”. Semo prevé que, a causa de las deficiencias de la legislación electoral, las anomalías que configuraron “un fraude primitivo, en su forma más clásica y pura del PRI”, las pasarán por alto los ministros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), de modo que el exgobernador del Estado de México será nombrado presidente para reinstaurar “al mismo PRI represor, el PRI del fraude y de la corrupción”. En ese regreso, admite, los partidos de izquierda que postularon a López Obrador, y sobre todo el PRD, tienen responsabilidad por haber “perdido identidad” y abandonado “sus principios”. Todo partido de izquierda, continúa, “tiene que mostrar con los hechos que no es corrupto, que no tiene como una meta sólo ganar elecciones, y que educa a sus representantes”. Señala que muchos ciudadanos dudaron de respaldar a las izquierdas partidistas, y otros que sí lo hicieron procedieron así porque sus candidatos eran “los menos malos”. Pero “una izquierda que es evaluada como la menos mala no está cumpliendo su función histórica de transformación”. Con más de 15 millones de votos para López Obrador y 13 millones para candidatos a diputados federales de la coalición Movimiento Progresista, más una cifra similar para los postulados al Senado, Semo advierte: “A mí no me preocupa tanto que la izquierda no gane las elecciones; a mí me preocupa que la victoria que hay no se capitalice para hacer una oposición consecuente con las cosas terribles que se preparan para el pueblo trabajador”. Para el especialista, candidatos electos al Senado y a la Cámara de Diputados deben diseñar una estrategia para enfrentar el regreso del PRI. A su vez, “el mexicano como individuo debe aprender a no aceptar un fraude sin protestar, y el gobernante impuesto debe saber que viene al poder debilitado por su falta de legitimidad”. Plantea que después de los resultados del proceso electoral de 2012, el único camino que tienen las izquierdas partidistas es la “refundación” y la transformación de la relación con el candidato de sus filas que más votos ha concitado. –¿Cuál debe ser el papel de López Obrador si, como se avizora, los órganos electorales reconocen a Peña como presidente? –Para seguir cumpliendo con el papel tan importante que ha jugado en el país, López Obrador va a tener que apostar por uno muy difícil: unificar a la izquierda electoral para fijar una posición como segundo lugar en el Congreso, con el respaldo de 15 millones de mexicanos, frente a un gobierno que entra sumamente debilitado por la falta de legitimidad. En suma, unificar a las izquierdas para ser una oposición activa, certera y eficiente” ante las propuestas legislativas que se avecinan, como la laboral, la privatización de Pemex y otras impulsadas también por el Fondo Monetario Internacional (FMI). –Hace seis años López Obrador tuvo un caudal enorme de votos, al igual que candidatos a diputados y senadores de los partidos de izquierda. ¿Por qué no lo hizo entonces? –Él no pudo unir a la izquierda; había en la cúpula del PRD una gran oposición a López Obrador, aunque tenía una gran influencia sobre los activistas. Era difícil lograr una unificación, pero él no la buscó suficientemente, creo yo. Colaborador de López Obrador durante su gobierno (fue coordinador de Asesores, director del Instituto de la Cultura del Distrito Federal y secretario de Cultura), Enrique Semo admite con cierta pena que fue un “error” del candidato presidencial haberse nombrado “presidente legítimo” en vez de “líder de la resistencia”, al igual que la toma de Paseo de la Reforma, lo cual no ha sido sometido a una autocrítica pública. “Esos fueron excesos –explica. Yo creo que no todas las formas escogidas fueron las mejores, que había otras que habrían logrado un apoyo más amplio de los ciudadanos. La autocrítica en México, fuera de la izquierda independiente de hace más de 30 años, no existe, no hay búsqueda de consecuencias por los actos realizados.” Sin embargo, por la sobrevivencia de la izquierda partidaria, las dirigencias y López Obrador deberán reconocer que “santos no hay muchos en la política mexicana, y tendrán que sentarse a negociar con base en la nueva situación”. –¿Negociar qué? –Cómo van a oponerse al embate de la derecha, que ya sabemos cómo se llama: PRIAN, un cogobierno no legal, no formal, pero lo es de hecho; y es evidente que cuando el PAN se dio cuenta de que su candidata no tenía posibilidades, apoyó al candidato del PRI; la forma en que Felipe Calderón reconoció como presidente a Peña Nieto, dos minutos después del pronunciamiento del IFE, muestra que ya había acuerdo previo. “Es una coalición que va a seguir. Por eso la izquierda, con todos sus pasados y dificultades, debe sentarse a hablar de cómo vamos a ser una oposición eficiente, lo que dependerá de cómo participen en las decisiones las bases, los activistas. Quizá la forma adecuada sea un gran congreso de la izquierda mexicana.” El investigador emérito de la UNAM advierte que, de no llegarse a acuerdos entre los partidos de izquierda para ser una “oposición eficiente”, se pueden “desperdiciar otros seis años”. No debe minimizarse el hecho, agrega, de que el candidato de las izquierdas haya alcanzando más de 15 millones de votos. “Eso cuenta en política, aunque no estemos en el poder; la oposición puede ser muy efectiva también”. Y puntualiza que el liderazgo de la disidencia debe recaer en López Obrador, “pese a sus errores”. –¿Y pese a que algunos de los personajes que lo rodean no están identificados precisamente con la izquierda? –Yo creo que mucha gente del PRI ha cambiado, pero no oigo su autocrítica. Bartlett, por ejemplo, fue secretario de Gobernación en momentos muy tristes (1988), y debería salir a decir “ya no soy ese” (…) Sin embargo, hay que reconocer que nosotros necesitamos de sus servicios porque hay que ganar a empresarios, hay que ganar a la clase media mexicana, hay que tener interlocución con los medios de difusión a pesar de que estén en contra, y esos personajes ayudan. De figuras emergentes como Miguel Ángel Mancera, virtual jefe de Gobierno del Distrito Federal que obtuvo 63% de los votos y está vinculado con la seguridad pública y la procuración de justicia más que con sectores de la izquierda, Enrique Semo dice: “La situación del país es tan mala, que un hombre que promete que no va a robar –y no ha robado hasta ahora–, que no va a tener gente corrupta con él, que va a hacer eficiente en dar los servicios sociales –que en el DF son mucho más avanzados que en el resto de la República–, y que va a respetar las leyes de avanzada, es bastante para ser de izquierda. Además, hay que recordar que hoy no hay una izquierda, no hay tal cosa, no existe; hay izquierdas que están unidas alrededor de ciertas cosas, como los derechos de las mujeres y los matrimonios homosexuales, y que tienen coincidencias.” Admite que en el amplio posicionamiento de Mancera contó el trabajo realizado por Marcelo Ebrard. “Marcelo tiene un mérito inmenso: haber mantenido la Ciudad de México al margen de la violencia del crimen organizado durante seis años. ¿Cómo le hizo? Sólo él sabe. Además, ninguno de los logros populares del periodo de López Obrador ha sido abandonado; al contrario, todos han avanzado (…) La gente se guía por los hechos, que no tienen comparación estos últimos 12 años con los pasados bajo el PRI”, explica el historiador. Abierto simpatizante de López Obrador, a quien le gustaría que en 2018 se postulara otra vez como candidato presidencial de las izquierdas, Enrique Semo dice estar tranquilo porque en la jornada del primer domingo de julio los ciudadanos demostraron que no son partidarios de la transformación del país por la vía de las armas, pues “si podemos hacer las cosas por la resistencia civil es mejor, aunque tome más tiempo”. La confianza y esperanza del historiador de la izquierda radica en las movilizaciones de la organización #YoSoy132, donde los estudiantes superaron “el tratamiento de terror” que durante seis años se dio a la exhibición de cuerpos mutilados, muchos de ellos pertenecientes a personas anónimas que “sabemos que no estaban ligadas al narco; morían y jamás se encontraba a los responsables. Eso metió miedo”. Pero los estudiantes de dicho movimiento, apunta el ensayista, “rompieron el contubernio del miedo” y salieron a las calles a gritar lo que todos sabían: “que estaban imponiendo a Peña Nieto por medio de la televisión”. Al final, quedó claro que el PRI no sólo recurrió a la imposición mediática, sino también a “la compra de encuestadoras, a la compra de votos, al hostigamiento de gente, al arreglo con las televisoras, y al circo después de las elecciones: Josefina aceptando su derrota antes de que terminaran de contarse los votos, insistiendo en que Peña Nieto había ganado los comicios, para que minutos después saliera el presidente Calderón a decir lo mismo. Es un fraude muy primitivo, a más no poder”. Por la forma en que Peña Nieto habría ganado las elecciones, advierte el maestro universitario, se confirma que representa al PRI de siempre. “El PRI no ha cambiado un ápice, no ha avanzado un centímetro, tiene la misma arrogancia y la misma fe en los métodos priistas del pasado. No desperdició ninguna de las posibilidades del fraude. Mas aun, cuando los estudiante de la Ibero protestaron sin violencia, Peña Nieto dijo que volvería a hacer lo mismo en Atenco (la represión de una manifestación social). Es el mismo PRI represor, el PRI del fraude y de la corrupción”, puntualiza Semo. Pero el regreso del PRI no sería posible sin la intervención de Felipe Calderón, que en diciembre entregará el poder presidencial al partido que el PAN confrontó durante décadas. “En la medida en que pase el tiempo se demostrará que Felipe Calderón fue uno de los peores presidentes de México, que como miembro del PAN no cumplió en lo más mínimo su misión de democratizar al país –pese a pertenecer a una derecha que en sus orígenes era democrática–, que fue un presidente muy poco eficiente. Y los miles de muertos que deja van a quedar como un terrible monumento a la ineficiencia”, concluye en su análisis Enrique Semo.

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