Bacanales olímpicas

lunes, 6 de agosto de 2012 · 12:45
Con la testosterona “en el nivel más alto”, numerosos jóvenes deportistas que de pronto se ven liberados de la prensa y de sus propios padres se desatan al tomar parte en verdaderas “bacanales” o jornadas “salvajes” de sexo en el alojamiento olímpico. LONDRES (Proceso).- Se sabía, pero nunca se había relatado de manera tan directa. Lo que pasaba en la Villa Olímpica no solía difundirse fuera de la Villa Olímpica. El pasado 14 de julio el Entertainment Sport Programming Network (ESPN) rompió la ley de silencio al publicar en su página web un explosivo reportaje acerca de proezas extradeportivas y nunca galardonadas de los atletas. Sam Alipour, reportero de ESPN –consorcio televisivo estadunidense exclusivamente dedicado a los deportes que se impuso como referencia internacional– y autor de la crónica, explica que le tocó insistir bastante para arrancar confidencias a los deportistas, en su mayoría de Estados Unidos. Tanto esfuerzo dio resultado: sus entrevistados describen, a veces con crudeza, unas bacanales que le hubieran causado apoplejía al muy austero Pierre de Coubertin, “padre” de los Juegos Olímpicos de la era moderna. “Hay realmente mucho sexo en la Villa Olímpica. Sin una buena disciplina puede resultar bastante perturbador”, cuenta Hope Solo, portera del equipo estadunidense de futbol femenino que ganó la medalla de oro en Beijing y desea repetir la hazaña en Londres. El campeón de natación Ryan Lochte, ganador de oro, plata y bronce en los juegos de Atenas y Beijing, y quien participa en los de Londres, afirma: “Yo diría que 70%, quizás 75% de los atletas, tienen una vida sexual intensa durante las olimpiadas.” Comprensivo, el reportero de ESPN comenta: “Esa situación es perfectamente lógica, por no decir previsible. Los atletas son gente joven, con una súper forma física. Han sido entrenados como tropas de combate durante años. Y de repente andan sueltos en una burbuja sin ser perseguidos por periodistas ni bajo el yugo de padres sobreprotectores. Su testosterona está en el nivel más alto. Por lo general bajan la intensidad del entrenamiento, al tiempo que siguen su dieta de alrededor de 9 mil calorías al día. Les sobra energía.” Reconoce Eric Shanteau, campeón de natación quien participó en los juegos de Beijing sin ganar medallas y sueña con obtener una en Londres: “La Villa Olímpica poco a poco se convierte en un mundo bastante salvaje; es el más grande melting pot que se puede imaginar.” La famosa futbolista estadunidense Brandi Chastain se divierte cuando cuenta a Alipour su primera incursión en ese mundo totalmente cerrado en que viven los deportistas durante las olimpiadas: “En Atlanta en 1996, cuando entré por primera vez en el inmenso comedor olímpico de la villa oí mucha bulla. Estaba con miembros de mi equipo. Miramos por todos lados para entender lo que pasaba, y de repente vimos a dos handbolistas franceses que sólo vestían calcetines, zapatos, calzoncillos, corbatas y sombreros. Estaban trepados en una mesa y se daban de comer el uno al otro.” Julie Foster, exfutbolista estadunidense cuyo equipo ganó dos medallas de oro y una de plata en tres olimpiadas, y que ahora se desempeña como analista de deportes en ESPN comenta: “Nos sentíamos como en la cafetería de la preparatoria, salvo que aquí toda la gente presente era guapísima. Pasé horas viendo a tantas maravillas y preguntándome por qué me había casado.” El relato de Josh Lakatos, miembro del equipo estadunidense de tiradores que participó en los juegos de Sídney en 2000, es más realista. Al ser eliminados de la competencia, Lakatos y sus compañeros debían regresarse a Estados Unidos, pero gracias a la complicidad de una empleada de servicio lograron quedarse en un departamento vacío de la Villa Olímpica. Ahí permanecieron durante la última semana de los juegos. “De repente –confiesa Lakatos– tuve la impresión de administrar un burdel. Nunca vi tanto desenfreno en mi vida.” Carrie Sheinberg, quien participó en las olimpiadas invernales de 1994, comenta con franqueza: “La Villa Olímpica es un lugar de cuento de hadas; es Alicia en el país de las maravillas. Todo es posible: ganar una medalla de oro y acostarse con un Adonis súper caliente”.   Remedio para la soledad   Mientras entrevista a atletas que desmitifican a la Villa Olímpica, el reportero de ESPN juega al “abogado del diablo”: “Casi todos los deportistas dicen que ser seleccionado para las olimpiadas implica mucha soledad y que los juegos son la oportunidad ideal para encontrar a alguien con la misma experiencia, aunque sea de forma efímera.” Alipour cita a Tony Azevedo, capitán del equipo estadunidense de Waterpolo, quien estuvo en Sídney, Atenas y Beijing y actualmente se encuentra en Londres: “De por sí no es muy fácil encontrar a alguien. Pero a un atleta de alto nivel que se entrena desde las seis de la mañana hasta las cinco de la tarde se le complica todavía más. ¿Dónde diablos se supone que uno pueda encontrar a alguien? En la Villa Olímpica baja la presión, y además se convive con iguales… entonces todo se vuelve explosivo.” El reportero recalca que existen coaches muy estrictos que imponen un toque de queda a las 11 de la noche y prohíben las bebidas alcohólicas durante todo el evento. Sin embargo, se muestran más comprensivos durante las fiestas de clausura. Alicia Ferguson, futbolista austriaca, aún recuerda la gigantesca fogata que el equipo masculino de basquetbol y el femenino de futbol de Australia prendieron en los juego de Sídney con muebles de la Villa Olímpica. “Nadie se pierde estas fiestas. Los organizadores de las olimpiadas nos encierran literalmente en un estadio y nos dicen: ‘Ándenle, gocen el reventón, emborráchense y no le tengan miedo al flirteo’. Y eso es lo que hacemos.” Antes de viajar a Londres el nadador Ryan Lochte dijo: “En Beijing tenía una novia. Fue un gran error. Ahora soy soltero y realmente voy a gozar. Es muy excitante.” En términos similares se expresó LaShawn Merrit, ganador de la medalla de oro en 400 metros planos en 2008: “Me quedé demasiado encerrado en Beijing. Ahora todo va a cambiar. Voy a hacer lo imposible para que Londres me recuerde”. Según Alipour, el campeón no se refería sólo a sus eventuales triunfos deportivos. “Los atletas son extremistas. Cuando se entrenan lo hacen a fondo. Cuando salen para tomarse una copa acaban bebiendo 20. Para muchos participar en las olimpiadas es una experiencia única. Quieren tener recuerdos inolvidables de las competencias, de las fiestas y de sus aventuras sexuales”, abunda Hope Solo. Los organizadores de los juegos de Londres no esperaron el reportaje de Alipour para tomar medidas prácticas. Cada atleta encontró una docena de condones en su espartana habitación de la Villa Olímpica. De hecho, la distribución oficial de preservativos empezó en 1992 durante los juegos de Barcelona. Fue una decisión difícil de tomar para el Comité Olímpico Internacional (COI) que sostuvo largas y tensas discusiones al respecto. Hoy los condones forman parte de las facilidades que se brindan a los deportistas. También lo son las pruebas de embarazo puestas a disposición de las atletas.   Humillación   Estos temas ya no provocan ninguna polémica, salvo en las muy religiosas delegaciones de las monarquías del Golfo Pérsico. En cambio, siguen siendo muy controvertidas las pruebas de feminidad hoy llamadas controles de género. Sus detractores más virulentos se encuentran entre la comunidad científica internacional y las feministas. Su objetivo es impedir que hombres compitan haciéndose pasar por mujeres, y acabar con las sospechas que a veces pueden suscitar algunas deportistas. Se puso en práctica por primera vez en 1966. Se trataba de un examen físico practicado por tres médicos; todas las atletas a las que se les realizó calificaron el examen de “humillante y degradante”. Por este motivo las autoridades deportivas se vieron forzadas a suprimir la prueba. Fue reemplazada por el test del corpúsculo de Barr realizado a partir de una muestra de saliva. Ese corpúsculo –fragmento de material genético presente en el núcleo de la célula– está ligado al segundo cromosoma X. Su presencia supuestamente indica si el individuo es XX o XY; es decir, mujer u hombre. A finales de los sesenta, los genetistas llegaron a la conclusión de que la prueba de Barr no es confiable porque reposa sobre el postulado “simplista” de que sólo existen dos sexos: el femenino XX y el masculino XY. “La realidad es mucho mas compleja”, apunta Catherine Louveau en su libro Deporte y Género. La bióloga y genetista abunda: “Existen individuos intersexuados, personas cuyos caracteres sexuales y órganos reproductores son a la vez femenino y masculino. Incluso hay mujeres XY y hombres XX.” Y precisa: “Las mujeres que padecen perturbaciones genéticas –sin que éstas les den ventajas físicas–, las hermafroditas auténticas o las semihermafroditas y también las transexuales salen discriminadas por estas pruebas de feminidad en el deporte.” Pese a las insistentes advertencias de los genetistas, la prueba de Barr se siguió aplicando hasta 1992. Los historiadores del deporte no precisan si se presentaron disculpas a las atletas víctimas de ese test muy aproximativo, ni tampoco si les ofrecieron alguna compensación por los daños sufridos. En todo caso apareció otro test genético que buscaba detectar un cromosoma Y. Pero otra vez los científicos cuestionaron su fiabilidad. Finalmente el COI renunció a las pruebas de feminidad en los juegos de Sídney 2000. Precisaron, sin embargo, que su suspensión era provisional y que podría aplicarse de nuevo en caso de “sospechas visuales”. Fue precisamente ese carácter “provisional” de la medida lo que permitió que las autoridades olímpicas chinas impusieran de nueva cuenta la “prueba de feminidad” en los juegos olímpicos de 2008. Se hizo a partir de análisis de sangre practicados a deportistas “sospechosas”. El caso de la surafricana Caster Semenya, quien triunfó en la carrera de 800 metros planos en el Campeonato Mundial de Atletismo celebrado en Berlín en 2009, alborotó de nuevo al mundo del deporte y por supuesto al COI. Después de una serie de análisis y muchas polémicas en los medios de comunicación masivos, la atleta fue rehabilitada. Ella la abanderada de la delegación de Sudáfrica durante la ceremonia de apertura de los juegos el pasado 27 de julio. Los debates al respecto han sido muy intensos dentro del COI. Al final, la máxima autoridad del olimpismo acabó por elaborar un reglamento relativo al hiperandrogenismo femenino que define como “un exceso de secreción de hormonas masculinas –testosterona entre otras–, condición típica de atletas intersexuadas”. Y añade el comité: “La producción más importante de estas hormonas masculinas explican las diferencias de resultados deportivos entre hombres y mujeres. Una tasa anormalmente elevada de testosterona natural puede otorgar una ventaja en una competencia femenina, a expensas de esa igualdad entre atletas que tanto pregona el Olimpismo”.   Discriminación   El nuevo reglamento estipula que se puede efectuar una investigación médica si queda establecido el hiperandrogenismo de una atleta. Un grupo de expertos tendrá entonces la responsabilidad de determinar si esa condición le da una ventaja en la competencia. El COI también aclara que si la tasa de testosterona de la deportista es igual a la que se admite para los hombres, no podrá competir con las mujeres. En cambio, establece que podrá ser admitida en competencias varoniles siempre y cuando logre su calificación en éstas. Esa nueva reglamentación olímpica acaba de ser violentamente atacada en un artículo de Katrina Karkazis publicado en la revista The American Journal of Bioethics. Krakazis, miembro del centro de ética biomédica de Stanford (California), al igual que muchos otros científicos, cuestiona el papel de la testosterona en el deporte. En el prefacio de su libro Test de feminidad en las competencias deportivas, Anais Buhon, socio-historiadora y especialista de la relación entre deporte y género, subraya que las nuevas medidas adoptadas por el COI son absurdas. “Ese nuevo reglamento carece totalmente de transparencia. ¿Qué tipos de evaluación y de pruebas se piensan adoptar? ¿Qué problemáticas se tomarán en cuenta? ¿A partir de qué tasa hormonal se regulará? ¿Por qué nunca se pensó que un hombre que produjera ‘demasiada’ testosterona, en todo caso mucho más que sus competidores, debería ser excluido o condenado a seguir un tratamiento que bajara su tasa a un nivel ‘normal’? ¿Por qué sólo se pide a las mujeres que bajen su tasa natural de hormonas? “¿Por qué se toma en cuenta esa desigualdad genética y no otras desigualdades tan naturales como el ritmo cardiaco más lento de muchos atletas, por citar sólo ese ejemplo?” Para concluir cita a la filósofa feminista Elsa Dorlin, catedrática de la Universidad de París VIII, quien enfatiza: “La aplicación de un control de identidad sexual de las deportistas contradice la filosofía del COI y las normas deportivas de género. Se trata de una tecnología que aun en su versión menos invasiva sólo logra un resultado: crear una policía de la testosterona. Una policía eficiente, que reglamenta su tráfico, una policía ideológica que busca identificar a esa hormona sólo con el sexo masculino y que, sin embargo, está presente en el organismo de todos los individuos, hombres y mujeres, pero con tasas infinitamente variables.” Y concluye la académica: “¿Acaso se puede dejar que el COI regule con toda impunidad las tasas hormonales de las jóvenes atletas ‘con récords demasiado impresionantes’ en los Juegos Olímpicos que se realizan en Londres? Si bien es difícil concebir que las competencias deportivas no tengan reglas, por lo menos se tendrían que buscar fundamentos más racionales y menos ideológicos.”

Comentarios