"Sankai Juku" decepciona en la Biennale de la Danse de Lyon

martes, 18 de septiembre de 2012 · 20:21
LYON (apro).- Ushio Amagatsu, coreógrafo desde su fundación y hasta la mitad de los años setenta de la famosa compañía Sankai Juku, abrió la Biennal de la Danse de Lyon, con Umusuna, una producción especial encargada al artista por los organizadores y coproducida por el Theatre de la Ville de París, la ciudad de Lyon y una lista interminable de mecenas, admiradores todos ellos de las creaciones del legendario coreógrafo que ahora reside la mayor parte de su tiempo en la capital francesa. Desde su primera aparición en Occidente, la compañía Sankai Juku fue considerada como un hito en la danza internacional. Recién salidos del Japón y con una propuesta de danza Butoh mucho menos agresiva que las de sus antecesores, además de una línea de enorme belleza, el grupo hacía sentir que el arte dancístico japonés había dejado atrás la oscuridad y el mundo tenebroso del horror surgido después de que cayeron las bombas de Nagaski e Hiroshima, y que era el germen de su razón en los teatros y plazas. Como ha sucedido desde el inicio de su carrera, Amagatsu justificó de nuevo con Umusuna, lo que parece ser su paradigma fundamental --“mi danza es un diálogo con la gravedad”--, y mostró una vez más en el escenario la maestría que posee para hacer una danza contemplativa y absolutamente visual, que no conceptual ni narrativa. Arena, colores reflejados en el ciclorama que se enmarcan geométricamente por la cámara negra, secuencias repetidas en espejo, solos de Amagatsu y luego el cuerpo de baile haciendo coro han sido la formula reiterada de cuando menos los últimos seis montajes del artista japonés. En esta ocasión, además, utilizó música new age japonesa con claras referencias a la que en los años ochenta hacía Andrea Vollenbayder. En una plática sostenida con el grupo posterior a su última presentación en el Teatro de la Opera de Lyon, el artista que en sus inicios parecía más un monje budista que un coreógrafo, lució profundamente cambiado. Todavía en el 2006, en la ciudad de San Luis Potosí, Amagatsu exigió un traductor japonés- español para la única entrevista que le concedió a un medio mexicano y que fue a esta reportera. Ahora, o bien porque está en Europa o porque se occidentalizó mucho más, vestido en jeans, zapatos sencillos y lentes para el sol en la mano, aunque era de noche, hizo una plática con el público aficionado en un inglés fluido. Ante cualquier cuestionamiento sobre la esencia de su obra repitió que lo suyo es “hacer un diálogo con la gravedad”. ¿Qué habrá sucedido en el corazón y en la mente de Amagatsu? Parecería que lo suyo dejó de ser una de las formas más bellas de movimiento que hubo en la danza butoh, para convertirse en su propio refrito comercial. Con teatro lleno, y aplausos a rabiar, la mítica compañía parece haberse ido cada vez más lejos del Oriente, para enclavarse en el gusto refinado de aquellos a los que no les gusta del todo asomarse a las tinieblas, sobre todo cuando se trata de las de su propio corazón.

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