"Fisicalidad" extrema

martes, 25 de septiembre de 2012 · 11:45
LYON (apro).- ¿Cuál es el significado de la “fisicalidad” cuando se lleva al extremo? Y ¿Cómo la danza puede ser el objetivo mismo? Hay que ver al excepcional bailarín Samuel Lefeuvre, de la compañía Entorse, para entenderlo. De origen belga, muestra de forma fiel su investigación sobre lo que llama "el cuerpo accidentado, dañado y su posibilidad de reconstruirse". En el montaje Accidens (Ce qui arrive) queda claro que el universo del movimiento llevado a la danza es una travesía sin fin. Entrevistado por la Biennale de la Danse, que se lleva al cabo en esta ciudad y que concluirá el 2 de octubre, el artista manifestó su profundo interés por investigar la forma en que se llegaba a accidentar o lastimar durante los diferentes montajes, y la forma en que tenía que “autorrecomponerse” o salir adelante de una lesión grave. "Pensé que para este espectáculo sería más importante mostrar cómo un cuerpo destruido puede reconstruirse después de un hecho físico traumático", explicó. Amante de la “fisicalidad” extrema, Lefeuvre se define como un ejecutante temerario al que le gusta explorar siempre un poco más allá de lo que se considera posible. "Es cuando más cómodo en el escenario" se siente. La puesta en escena es inesperada, la “fisicalidad” no está puesta en saltos, giros o la exacerbación de movimiento. Al contrario, está en el equilibrio, en el control y el concepto mismo de la puesta en escena, que resulta asombrosa porque conduce al espectador, sin pretensiones, a seguir el montaje paso a paso. Un espacio pequeño lleno de humo blanco, piso blanco, luz impecable que sólo deja ver ciertas acciones y una creadora musical a manera de disc jockey obteniendo sonido desde varias tornamesas animan poco a poco al espectador a tratar de entender qué es lo que sucede en el foro, qué clase de cuerpo se sostiene de formas tan difíciles creando una danza tan bella y seductora. Y cómo logra hacerse invisible para surgir de entre la bruma para mostrase por segundos en una “gestualidad” desarticulada que llega en ciertos momentos una velocidad que parece imposible en un cuerpo. La habilidad de Lefeuvre para desfragmentar su cuerpo hace incluso dudar al espectador de lo que se ve. Su danza es imposible y sólo funciona a través de los extraños sonidos que surgen de las tornamesas con papel que "toca" Raphaëlle Latini desde un lado del escenario y la luz de Nicolais Olivier, que llega, incluso, a crear dramáticamente un cubo opresivo donde ni el bailarín se ve. Ovacionado, con público de pie y gritando bravo, el sencillo bailarín no ostentó su éxito y aún sabiendo que su espectáculo sólo podrá ser visto mientras el lo haga y que desaparecerá con él, dio las gracias casi tímidamente. Para los organizadores de la Biennale de la Danse y del Focus Danse que se llevó al cabo paralelamente la semana pasada, el artista belga es una de las nuevas figuras claves a promover por el gobierno francés en el propio país y en el extranjero.

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