Flagelándose, celebran evangelización en Naolinco

martes, 25 de septiembre de 2012 · 13:42
XALAPA, Ver.- (proceso.com.mx) A espadazos de madera simulando una cruenta batalla, celebran la evangelización en Naolinco y rinden tributo a San Mateo, el patrono de este pueblo veracruzano, enclavado en la sierra, a 40 minutos de la capital del estado. Conversión al cristianismo en donde más de 150 danzantes se disfrazan de Moros y Cristianos, bailan y pelean en fragorosa batalla y al ritmo del tambor y la flauta, gritos guturales se escuchan en la explanada de este pueblo considerado “Joya de Veracruz” por su belleza arquitectónica. Tradición milenaria de la negreada en Naolinco, en donde los lugareños utilizan disfraces multicolores y beben aguardiente para soportar el flagelo a ritmo de tambores. La danza, sus ritmos y su música evocan sus raíces, su historia y su sentido de pertenencia, cuya sede son las montañas veracruzanas. Tributo a San Mateo, el patrono de la región y motivo de la tradicional negreada en el municipio naolinqueño que habrá de prolongarse hasta el próximo tres de octubre, día en que finaliza lo que los lugareños llaman “la novena”. “Es una danza que tiene su esencia, su coreografía; añadimos además los sonidos del tambor y la flauta, lo que la hace muy peculiar; representa la evangelización del pueblo, la de los moros y los cristianos”, reseña, José Arcenio Gómez, del Comité de Danza Moros y Cristianos. Más de 150 danzantes bailan y brincan en la explanada de la iglesia principal de Naolinco, a su alrededor un millar de personas los observan, unos trepados en las azoteas, otros en las terrazas, algunos en los balcones y hasta en la campana de la iglesia. Nadie se quiere perder la fiesta. A diferencia de los danzantes de Coyolillo, de Zozocolco y de Papantla; aquí los naolinqueños son bravos y “aguantan vara”; se flagelan, unos con otros, con maderos en forma de espadas, con su misma vestimenta, a empujones y rodillazos. Los Moros y los Cristianos se reparten golpes y vainas; en paz y sin romper el orden; aunque al final, los moretones, rasguños y hematomas son evidentes. En la guerra de Moros y Cristianos se observa el vaivén y el chocar de espadas; en la danza Pilatos y los Santiagos van conteniendo a la muchedumbre, los moros, representados por hombres de disfraces multicolores y máscaras grotescas. “Es una emoción indescriptible, se me enchina la piel sólo de pensar que hoy fui la figura de Pilatos, mi padre, siempre quiso ser y nunca tuvo la oportunidad, es una fiesta que la gente la espera todo el año”, narra, Víctor Hugo Oliva, a quien hoy le tocó fungir de mediador en la danza. Ahí en el rectángulo de la explanada están los de sombrero de mariachi, las guerreras aztecas, los voladores de Papantla, los vestidos de payasos, las meseras sexis, los vestidos de demonio y dios azteca; la amalgama multicolor y el mosaico de identidad mexicano y veracruzano en todo su esplendor. La danza en la iglesia principal naolinqueña ha concluido, los enmascarados se retiran, algunos a “frotar” alcohol en las heridas para amortiguar los hematomas, otros a refrescar la garganta con aguardiente para olvidar la herida. La última danza se efectuará en la capilla de San Mateo; las fiestas de Naolinco, tienen que continuar. Adolfo González tiene 13 años, ya es un veterano de la danza Moros con Cristianos, lleva seis años aprendiendo el ritual del tambor y la flauta. Asegura que fue su padre quien lo inició en esta tradición que le llena el alma y el orgullo. El representa a uno más de los cristianos, de forma ágil y sin pestañear se coloca el atuendo, con emoción muestra su máscara, su espada y su escudo; habla con soltura, para él la danza no es otra cosa que la evangelización de los pueblos americanos; eso aprendió en la escuela y eso le transmite a sus compañeros de fuera. Como todos los niños, aspira a algún día a ser la figura de Pilatos o del guía de los Santiagos o el Sabario, danzantes que adquieren más jerarquía en el ritual.

Comentarios