Siria: La guerra contra los niños

viernes, 28 de septiembre de 2012 · 22:12
MÉXICO, D.F. (apro).- Al ser arrestado, Khalid, de 15 años, no fue llevado a la cárcel o a un calabozo, sino a un salón de clases donde se encontraban otros 100 niños. Ahí le ataron las manos con cordones de plástico y fue colgado hasta el desmayo. Fotografías muestran marcas de lazo en sus muñecas y quemaduras de cigarro. “Es irónico, me llevaron allí para torturarme, en el mismo lugar donde solía ir a la escuela para aprender. Mi padre era el director”, cuenta Khalid. “Habían tomado el colegio y lo habían convertido en un centro de tortura (…) Cuando me di cuenta de dónde nos llevaban me puse muy triste, quería llorar.” Wael, de 16 años, fue arrestado y encerrado en un salón. Fue testigo de cómo a los más pequeños, cuyos padres eran buscados, se les impedía comer y beber. La debilidad de los niños era tal que no podían ni llorar, sólo estaban en el suelo. El adolescente recuerda a un niño llamado Ala´a, de seis años, quien no entendía lo que estaba pasando. Le dijeron a su padre que su hijo moriría a menos que se rindiera. Wael piensa que el pequeño fue torturado más que ninguno otro: no le dieron comida ni agua durante tres días, le pegaban mucho, y estaba tan débil que se desmayaba continuamente. “Le vi morir. Sobrevivió durante tres días y luego simplemente murió. Estaba aterrado todo el tiempo, le trataban como si fuera un perro”, cuenta Wael. “La tortura no sólo es física, es mental. Cuando ves mujeres y niños gritando y muriendo, tiene un efecto. Cada uno de los sirios ha sufrido una devastación mental en esta guerra”, dice. Estos testimonios corresponden al más reciente reporte de la ONG Save The Children, titulado Atrocidades ocultas: relatos personales de las niñas y los niños de Siria. Fueron recabados en campos de refugiados sirios instalados en países que tienen fronteras con el país árabe. En entrevista con Apro, Anthony Caswell, oficial de Emergencias para México de Save The Children, y vocero para Latinoamérica sobre el tema de Siria, comenta que no hay información clara sobre cuántos niños han sufrido violencia y ataques con motivo del conflicto sirio. El gobierno de Bashar Al Assad no ha permitido el ingreso a ese país de personas y agencias internacionales que puedan documentar los abusos contra los menores de edad, tales como periodistas, miembros de ONG y funcionarios de la ONU. “Son pocas las ONG en Siria, algunas dependencias de la ONU, pero para acciones muy limitadas, como alimentos (…) Hay una propuesta de un mecanismo de monitoreo de la ONU, pero no cuenta con el impulso necesario”, dice “A pesar de que en teoría se deben respetar los derechos humanos durante un conflicto, en la práctica éstos no se están respetando. Hay que mandar un mensaje fuerte a ambos lados (rebeldes y gobierno), pues no es aceptable que niños sean afectados de esta forma”, señala. El día más sangriento El pasado 26 de septiembre el Observatorio Sirio de Derechos Humanos estimó que 30 mil 716 personas han sido asesinadas durante el conflicto. La mayor parte –21 mil 534-- eran civiles. Sin embargo, no existen datos sobre cuántas víctimas mortales eran menores de edad. El pasado 27 de septiembre tuvo lugar la jornada más sangrienta desde el comienzo de las protestas pacíficas contra el presidente Bashar Al-Asaad, en marzo del 2011. De acuerdo con las autoridades rebeldes, entre 313 y 343 personas fueron asesinadas, particularmente en Barze y Ziabiya, cerca de la capital Damasco. En los dos pueblos, dicen los rebeldes, familias enteras fueron ejecutadas. Caswell espera que las muertes se concentren en los bandos en combate; sin embargo, no descartan que las muertes violentas de niños se cuenten por miles. Según él, se estima que la mitad de las 2.5 millones de sirios que tienen necesidades de ayuda humanitaria son menores de 18 años. Caswell dice desconocer si existe una política de los gobernantes sirios específicamente dirigida contra los niños, pero destaca que muchos hablan sobre torturas y ejecuciones de menores de edad para castigar a los padres, o incluso a los mismos niños, ya que varios asisten a las manifestaciones. El informe de Save The Children revela que, en ocasiones, los menores son ejecutados por simples apuestas o juegos entre soldados. E incluso, las fuerzas que ocupan los pueblos también toman niños como rehenes y como escudos humanos. En ocasiones han llegado al extremo de atarlos a tanques de guerra para evitar que los pobladores les presenten batalla. Farah, de 17 años, dice en el informe que varios niños se han suicidado dentro de los campos de detención. Ala, de 10 años, comenta que los soldados entran a las casas, sacan la comida y la pisan para que no se pueda comer. Alí, de 12 años, dice que durante los bombardeos, muchas escuelas fueron objetivos de ataques aéreos El fin de los juegos “Los niños tienden a ser los más vulnerables, a veces invisibles en un conflicto, lo que provoca que sus derechos sean recurrentemente violados”, dice Caswell, “Esto tendrá impacto en sus vidas a largo plazo, causará impedimentos en su desarrollo”, advierte. Nabil, padre de familia, dice que sus hijos están devastados por el conflicto. Otros padres expresan lo mismo. Mohamed, de 24 años, relata que ahora los niños no juegan con pelotas, sino con fragmentos de bombas. “No juego. ¿Por qué? Porque ya no soy pequeña”, dice Nur en el reporte. “Voy al baño, me ducho y duermo. Eso es todo. En Siria era feliz, solía jugar al fútbol y a otros juegos. Después empezó la violencia y empezaron a hacernos sufrir”. Caswell explica que el daño a los niños no acaba con la tortura o el ver que alguien muere en una masacre; los niños en campos de refugiados o en una comunidad receptora están fuera de su contexto, de su normalidad, y esto causa una angustia derivada de la incertidumbre sobre algunos de sus familiares que permanecen en Siria. Además, viven una doble angustia: la suya, y la de los adultos en su entorno, pues ven quebrarse sus referentes y fuentes de fuerza. Diversas ONG, como Save The Children, no sólo intentan resolver problemas básicos de los infantes, como dotarlos de alimentos, agua y atención médica, también ofrecen actividades para reintegrarlos a escuelas en comunidades. Asimismo, tratan de habilitar espacios amigables donde puedan tener actividades lúdicas, educativas. Pero todo ello no es suficiente. Caswell advierte: “Si no hacemos caso a los niños, si no ponemos una luz, la comunidad se olvida y se enfoca más en el conflicto político y armado. De esta manera los niños se vuelven víctimas invisibles y no sujetos de derechos. Eso es lo que buscamos hacer con este llamado”. Alí, un niño sonriente de ojos verdes, cuenta: “Las cosas que he visto me han hecho fuerte. No puedes imaginarte lo que he visto, lo que Siria ha visto”, dice. “Cuando los hombres armados llegaron por primera vez a nuestra casa tuve mucho miedo. La segunda vez tuve menos miedo. Quería que todo el mundo a mi alrededor también tuviese valor. Mi hermano pequeño es más valiente que yo. Cuando los hombres armados entraron en la casa vi que mi hermano no tenía miedo. Así que la siguiente vez yo quería ser igual de valiente…Y lo fui”, afirma.

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