Teatro: "Cartas de amor a Stalin"

viernes, 5 de octubre de 2012 · 19:24
MÉXICO, D.F. (Proceso).- ¿Para quién se escribe?, ¿quién escribe realmente nuestras palabras? y ¿cómo se puede censurar a un escritor? son algunas de las preguntas que Juan Mayorga aborda en su obra Cartas de amor a Stalin, actualmente en el Teatro Casa de la Paz, bajo la dirección de Guillermo Heras. Inspirado en el libro Cartas a Stalin, publicado por la editorial Veintisiete Letras, el dramaturgo español escribe esta obra cuya estructura remite también al proceso mismo de escribir, la reiteración de los parlamentos, la obsesión por la idea, la ausencia de imaginación. Con ella obtuvo el Premio Borne y Premio Caja España 1998 y fue estrenada al año siguiente en el Teatro María Guerrero de Madrid, en una producción del Centro Dramático Nacional bajo la dirección de Heras, el cual posteriormente también la llevó a escena en Portugal y Venezuela. La Compañía Nacional de Teatro retoma el proyecto para presentarlo con tres actores de calidad indudable: Luis Rábago, en el papel de Stalin; Juan Carlos Remolina, interpretando al escritor ruso Mijail Bulgákov, y Gabriela Núñez, como su esposa. La leyenda de la llamada que Bulgákov recibió de Stalin cuando el gobierno de este último se había dedicado a prohibir cualquier publicación o escenificación de su trabajo, es emblemática. Después de que el autor había escrito gran cantidad de cartas reclamando su libertad como creador o solicitando la autorización para salir del país, cuenta Yuri Elaguin que Stalin lo llamó, y para que crea que no miente, lo invita a colgar y que llame al Kremlin. “¿Ahora sí me cree?”, le pregunta. Juan Mayorga inserta el hecho de que la llamada fue interrumpida debido a la interferencia y al mal funcionamiento de las líneas telefónicas soviéticas, y el autor se queda con una obsesión por completar esa llamada: hace suposiciones, distorsiona la breve conversación, se inmoviliza en su casa, prohíbe que su mujer haga uso del teléfono, y poco a poco la locura va tocando a su puerta. Entre la llamada con puntos suspensivos y el deseo de redactar una carta que convenza y tenga el beneplácito del dictador, el autor termina limitando su creatividad y afocándola a un solo destinatario: Stalin. La censura le ha llegado de otra manera, Stalin ha entrado a su estudio a través del juego con su mujer donde ella finge ser el dictador para poder así escribir la carta ideal, y finalmente el fantasma hecho realidad se le apersona y se apodera completamente de él. El espacio escénico utiliza un mínimo de elementos para jugar con el teatro dentro del teatro, el encierro de un escritor en sí mismo y la visualización de sus fantasías. A la estética realista la acompaña una propuesta kitch en la que vemos al fondo una gran imagen de Stalin en diferentes formas. Es atractiva la reflexión de Mayorga respecto a la censura y sus mecanismos abiertos y subterfugios en Cartas de amor a Stalin. Dentro de una propuesta realista consigue una estructura nada fácil. El cansancio por las reiteraciones y las retóricas literarias plagan un texto que reproduce el proceso de escribir pero que vuelve densa su apreciación. Aún así la fuerza de la obra, tanto por el texto como por la puesta en escena, hace que nos adentremos en la mente de este atormentado escritor, Mijail Bulgákov, que ha dejado su huella en la literatura universal a pesar de la censura avasalladora que sufrió en vida.

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