Museo de la Policía Federal: educación para la violencia

miércoles, 5 de diciembre de 2012 · 11:29
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Restaurado, el colonial Molino de Belén es imponente. Sus muros tienen el encanto de una vieja bonanza agrícola intervenida por el paso del tiempo. Ahora la presencia de uniformados lo hace ver como un fortín custodiado. Un policía federal, junto a su motocicleta con la torreta encendida, da la bienvenida con una explicación de su concepto de seguridad pública. Invitará a realizar el recorrido con un reto: un caso que cada niño visitante deberá resolver en el nuevo Museo de la Policía Federal. Los niños pueden jugar al policía: usarán escudos, macanas, cascos y máscaras antigás, como los que sirven para reprimir protestas callejeras; intentarán resolver los acertijos de un caso criminal; conocerán las prácticas forenses; se encontrarán con armas que les apuntan desde un ventanal. También serán espiados, porque si algo tiene este lugar es una saturación obsesiva de cámaras, pantallas y grabaciones. Consultados por Proceso, especialistas consideran que el museo viola los derechos de los niños. Nashieli Ramírez, coordinadora de Ririki Intervención Social, observa que junto a los programas de acercamiento que tiene el Ejército, se trata sin lugar a dudas de un intento de “educación para la guerra”. De por sí la situación es crítica. Según Juan Martín Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia, el impacto de la lucha contra el narco en la infancia en México es nefasto: 600 homicidios impunes de niños y niñas. Estadística que abruma: Siete de cada 10 homicidios de niños de 15 a 16 años es por arma de fuego.   Producción García Luna   Según el diario El Universal, el Museo de la Policía Federal fue inaugurado en una ceremonia privada el pasado 22 de noviembre. Al frente del mismo se puso a la exsecretaria particular de García Luna, Blanca Medina. Dos días después, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) organizó una visita para reporteros y algunos niños. La descripción del lugar y las imágenes de éste fueron recuperadas por Proceso, medio que no fue invitado al recorrido. La restauración del antiguo Molino de Belén, catalogado como patrimonio histórico nacional, costó alrededor de 254 millones de pesos. Está en la colonia Belén de las Flores, en Tacubaya, a espaldas de la sede de la SSP. Sólo la instalación y puesta museográfica tuvieron un costo de casi 57 millones de pesos. El diario Reforma publicó el pasado 6 de septiembre que, mediante adjudicación directa, se contrató a la firma Daisy Planet, Vinculación Ecológica SC el contrato SSP/PF/CNS/013/2011; no se explica por qué no se convocó a una licitación. De acuerdo con Compranet, Daisy Planet es una empresa que tiene como giro la “asesoría y servicios orientados al fomento de la cultura por la conservación del medio ambiente y el patrimonio histórico”. Desde el 30 de julio El Universal dio cuenta de la opacidad con que se realizaba el proyecto y el argumento que la Policía Federal (PF) dio al diario: “Revelar información referente al procedimiento de contratación, documentos, planos, contrato y demás información relacionada con la prestación de servicios integrales de conceptualización, desarrollo y solución museográfica del museo de la PF implicaría que la delincuencia organizada pudiera estar en posibilidad de poner en riesgo la infraestructura, tecnología, vida e integridad de los servidores públicos de esta institución.” Proceso localizó un perfil institucional: Raúl Gutiérrez Patiño, asesor de la bancada del PAN en la Cámara de Diputados, trabajó para Daisy Planet. También se localizó un artículo publicado en www.arquired.com.mx, donde el arquitecto Jorge Vázquez del Mercado cuenta que fue convocado a finales de 2008 por la SSP para un reconocimiento del antiguo Molino de Belén: “En el caso del exmolino de Belem y de nuestra reciente intervención (TDM + un servidor), aunque posiblemente predominen la revitalización y cierta reinterpretación, existieron todos los conceptos mencionados arriba. Desde la más ortodoxa restauración en los vestigios originales, hasta la remodelación y la incorporación de elementos contemporáneos –sostenibles y accesibles– en congruencia con el momento histórico en que vivimos”, escribió el director de la carrera de arquitectura en la Universidad Anáhuac. Así se pudo saber que en la intervención más importante del lugar –que la PF no quería revelar– participaron TDM y el mencionado arquitecto. En TDM Arquitectos hay tres accionistas: Pablo Mondragón Zubiría, Juan Doménech Macías y Cristina Téllez Kuenzler, hermana de Luis Téllez, exsecretario de Comunicaciones y Transportes en el gobierno de Felipe Calderón y quien actualmente preside la Bolsa Mexicana de Valores. Todo son pantallas   Un uniformado da la bienvenida a los niños y reporteros que el 24 de noviembre acuden al exmolino de Belén. Luego de explicar que la misión de la PF es preventiva pero que el nuevo modelo la hace también investigadora, lanza un reto: Se puede escoger un caso para investigar. En seis pantallas se reproducen videos para que el pequeño sepa qué pistas buscar y quiénes pueden ser sospechosos. El museo está dividido en “estaciones”. En la primera, hay una cámara de Gesell, en la que hay seis posibles sospechosos para igual número de casos. Ahí está la primera pista de la investigación. Siguiente estación: 17 pantallas de televisión repartidas en tres salas. Bajo cada pantalla hay un teléfono que pregunta al visitante: “¿Te inspira confianza o respeto? ¿Crees que es corrupta? ¿Crees que los policías son buenos? ¿Te ha ayudado la policía?” La siguiente estación es una sala con pantallas pintadas en la pared y pantallas reales que reproducen operativos, promocionales y proyectan también la imagen grabada del momento en que se respondió el sondeo de la estación anterior, es decir, el niño se ve así mismo, espiado. Momento institucional. Apenas ocurrido el episodio del espionaje se llega a una estación que explica la historia de las policías y de la PF. Sexta estación: un laboratorio de policía científica: grafoscopía, dactiloscopía forense, genética, retratos hablados, reconocimiento de voz. Los uniformes de los grupos tácticos, antimotines, antidrogas y el de gala están expuestos. Para abundar en la explicación los niños son auxiliados por los policías para colocarse una máscara antigás y acceder a toletes, rodilleras, botas, trajes, cascos y un escudo antimotines. Hay un simulador de vuelo que funciona con tecnología kinect en el que se hacen maniobras en un helicóptero virtual que se ve en una pantalla. Tiene un cubo en el que se observa la grabación de un patrullaje aéreo. En la pared dos figuras asexuadas que pretenden ser hombre y mujer sirven para modificar cejas, ojos, labios, cuerpo, cabello. Es la explicación del retrato hablado. Pantallas, siempre pantallas: una más para deformar rostros. Dos maniquíes simulan ser cadáveres. La explicación para saber cómo se estudia un cuerpo, es decir cómo se práctica una autopsia. En la pared se puede observar el interior de un automóvil como si se estuviera de pie sobre un techo transparente. La idea es que ahí, entre una laptop, una taza de café, pañuelos, un bidón de gasolina, agua, una libreta y una agenda, se puedan encontrar pistas para resolver el caso elegido. Otra pantalla: sensible a la figura humana, al colocarse de frente hace un efecto de espejo y de forma virtual se puede escoger el casco, boina y otros equipos. Ahí está el niño, parado, viéndose asombrado como en un agente virtual. Una estación más amable es el museo de sitio. Sobre un piso de fibra de vidrio se puede ver lo que fue el molino. Las paredes muestran los “logros” de la PF en letras brillantes, luminosas sobre un fondo azul. Momento de solemnidad. La siguiente estación es un memorial por los policías caídos. No tiene nombres ni dice cuántos o quiénes fueron. La sala, iluminada sólo por la luz de una pantalla que muestra imágenes de agua, mar y Xochimilco. En medio, una fuente a ras de suelo rodeada de flores. Música new age. Hay una columna que tiene una inscripción por los caídos y está bañada por agua que cae sobre una pila cuyo fondo es de piedra bola. Por ahí destaca una promesa: “Luchar por la nación es un honor; morir en la lucha te hace eterno”. Al finalizar el recorrido, en la cafetería una colección de armas encañona a un espejo. El efecto es que al pararse frente a la vitrina pareciera que se está encañonando y encañonado a la vez. El regalo de despedida: patrullas de juguete.   Violación de derechos   A partir de las imágenes del lugar y los contenidos, expertos consultados por Proceso advierten: Es una ostentación amenazante que exalta y normaliza la violencia como medio para resolver conflictos, transmite valores negativos a los niños y en general los expone a una educación para la guerra que violenta tratados internacionales, garantías constitucionales y nociones elementales del derecho de la infancia. La investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de la UNAM María Dolores Muñozcano Skidmore considera que un museo de estas características tiene el propósito de naturalizar la violencia y la represión, exaltándolas. “Es una ostentación amenazante; la exhibición de armas legitima el uso de la fuerza, la represión y los asesinatos de los ‘buenos’ contra los ‘malos’, de los ‘héroes’ contra los ‘villanos’”, dice. Muñozcano, con estudios profesionales de pedagogía y doctorado en ciencias políticas y sociales, advierte una serie de aspectos relacionados con los derechos de la infancia, vulnerados con el museo. Por ejemplo, de la Convención por los Derechos de los Niños (CDN): El artículo 3, sobre decidir lo mejor para la infancia, que en este caso se vulnera por exaltar la violencia; el artículo 6, sobre el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo, vulnerado por establecer la polarización de buenos y malos sin abordar derechos humanos; el artículo 17, sobre la información adecuada que se debe dar a la infancia, que se viola al mostrar armas, máscaras antigás e instrumentos de violencia que son inadecuados. Enfática recuerda los artículos 19, 27, 29, 31 y 38 de la CDN relativos a la protección contra la exposición a la violencia y al fomento de la paz, la libertad, la tolerancia, así como a la responsabilidad del Estado de aplicar normas de derecho humanitario pertinentes a los niños en conflictos armados. Añade que el artículo 3 constitucional refiere el fomento al amor a la patria, los derechos humanos y la solidaridad internacionales que se violan por la manipulación de vocablos como “honor” y “valor”, y el artículo 4, que garantiza el esparcimiento y el acceso a la cultura, es violentado porque el Museo de la Policía Federal “no fomenta la cultura, el esparcimiento ni la formación de los niños, sino la guerra permanente frente a ellos”.

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