La película "Morelos", otra pifia del sexenio

martes, 11 de diciembre de 2012 · 13:06
Especialista en la época independentista, Guadalupe Jiménez Codinach analiza minuciosamente los errores históricos de la película Morelos, de Antonio Serrano, a la cual le faltó una rigurosa investigación en aras de la dramatización, no obstante que se conoce a detalle al prócer, sus hechos y el entorno de la época. A tres semanas de su estreno, la cinta apenas recaudó poco más de un millón y medio de los 75 millones que costó. MÉXICO, D.F. (Proceso).- En la semioscuridad de una sala de cine, en la cual se cuentan apenas siete asistentes, la historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, especialista en el periodo de la Independencia de México, se arrellana en su butaca dispuesta a ver la película Morelos, la superproducción dirigida por Antonio Serrano cuyo costo alcanzó los 75 millones de pesos. Afanosa, saca una libreta y en cuanto comienza la proyección, con una batalla posterior a 1813, inician sus apuntes que comparte en este texto con los lectores de Proceso. Por momentos asiente, pero las más de las veces suspira, mueve la cabeza con gesto de desaprobación y murmura con indignación: “¡Eso no ocurrió así!.. No es posible que si se tiene ya tanta información sobre ese periodo histórico no lo hayan podido recrear”. Desde antes de su estreno, la cinta ya ocupaba las páginas de los medios impresos con críticas a la forma en la cual obtuvo el presupuesto para su realización, pues mientras los directores y productores deben competir para buscar los recursos del Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (Foprocine), Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine) y el Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción Cinematográfica Nacional (Eficine), a ésta se los asignó de manera directa Conaculta Cine. Pero la inversión resultó una pifia, pues en tres semanas de exhibición, con 150 copias, la película apenas contó con la asistencia de 38 mil personas y no logró recuperar sino únicamente 1 millón 648 mil 968 pesos. Retirada del D.F., actualmente se proyecta en provincia. Todos los recursos empleados en la realización de este gran proyecto, como locaciones, vestuario, cientos de extras (incluidos 70 miembros del Ejército mexicano, como lo dio a conocer este semanario en su edición 1881), además de un gran reparto encabezado por Dagoberto Gama (Morelos), con Raúl Méndez (Mariano Matamoros), Juan Ignacio Aranda (Hermenegildo Galeana), Gustavo Sánchez Parra, como Matías Carranco; José María Yazpik, como Ignacio López Ryón; y Stephanie Sigman, como Francisca Ortiz (esposa de Matías Carranco y amante de Morelos en la película), no bastaron para convencer al público. Tampoco pasó la prueba de la historia. A decir de Jiménez Codinach, doctora en historia por la Universidad de Londres y autora del libro México su tiempo de nacer 1750-1821 y coautora con Ernesto de la Torre de La Gran Bretaña y la Independencia de México 1808-1821, no se representa la grandeza de Morelos. Al contrario, se centra en banalidades y hasta falsedades como su supuesta rivalidad con Carranco por el amor de Francisca Ortiz, con quien según la película tuvo una hija en plena guerra, lo cual jamás ocurrió. Con 40 años investigando sobre temas de la Independencia, la especialista confiesa que José María Morelos y Pavón (1765-1815), es uno de sus personajes consentidos –“¿y cómo no?” se pregunta–: un hombre humilde con una infancia difícil, pues con su madre y su hermana María fue abandonado por su padre, quien se llevó a su hermano más pequeño, Nicolás. No obstante su abuelo, que fue maestro de escuela, le enseñó a leer, escribir y hacer cuentas. Luego se ordenaría sacerdote por vocación, no por necesidad –como lo sugiere la cinta–, y por sentir realmente respeto hacia la religión. Jiménez Codinach detalla que la película inicia en una batalla de 1814, cuando un contingente de insurgentes trae un retrato de Morelos que rescata de manos de los realistas. Ella ubica que fue después del 14 de febrero de ese año en Tlacatepec, donde los realistas “se apoderaron del equipaje de Morelos, del Archivo de la Junta de Chilpancingo, y de partes de la imprenta”, entre otros objetos, entre ellos el cuadro. Nada dice la película al respecto. Destaca el supuesto rescate del retrato por parte de los insurgentes, cuando en realidad fue enviado por Félix María Calleja a España el 30 de abril de 1814 junto con el uniforme de Morelos. El original es más pequeño que el de la cinta y fue realizado en vida del prócer, por lo cual, señala, el historiador de arte Justino Fernández lo consideró “uno de los mejores y más fieles retratos de Morelos”. Fue pintado en Oaxaca por un artista anónimo conocido como “El Mixtequito” (c.1813). Actualmente se encuentra en exhibición en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, puesto que en 1910, al conmemorarse el primer centenario del inicio de la gesta independiente, España lo obsequió a México junto con la casaca de Morelos y su espada. Es falso por tanto, como muestra el filme, que su hijo Juan Nepomuceno se lo llevara en su viaje a Estados Unidos, a donde es enviado por el propio prócer.   Degradación   Más grave que esto, le parece a la historiadora que no se haya sabido expresar la hondura, profundidad y complejidad de quien se llamó a sí mismo Siervo de la Nación. No culpa al actor, que ni siquiera se le parece, asienta, sino al director y al guionista pues prefirieron poner acento en una relación sentimental (con imágenes eróticas y todo) que no fue real: “Estas escenas de morbo –dice– fueron inventadas por escritores sin rigor ni fundamento alguno.” El colmo es que “se trivializa y se degrada la lectura de los Sentimientos de la nación”. Una escena muestra a Morelos recostado con su amante, le habla del documento, le pregunta si quiere escucharlo y se lo lee. Ello le parece inconcebible, pues la noche anterior a la inauguración del Congreso de Chilpancingo, ocurrida el 14 de septiembre de 1813, el insurgente estaba con Andrés Quintana Roo, a quien sí leyó el famoso manifiesto. El propio político, esposo de Leona Vicario, relató a Guillermo Prieto lo sucedido aquella noche: “Morelos le lee los Sentimientos de la nación, con sencillez, emoción y firmeza al joven Quintana Roo, quien se conmueve profundamente ante las palabras e ideas de Morelos.” Más escenas –prosigue– fueron completamente distorsionadas, como cuando el generalísimo pierde su última batalla a las afueras de Valladolid (hoy Morelia) y su numeroso ejército es prácticamente desintegrado: Comete el error de enviar a unos hombres a espiar a las fuerzas de Agustín de Iturbide, y éste se da cuenta que se han pintado la cara con carbón. Entonces manda a un grupo vestido de paisano, pintado igual, que se introduce a matar insurgentes a cuchilladas y balazos, creando tal confusión que los insurgentes terminan matándose entre sí. En la historia real, “Ciriaco del Llano y Agustín de Iturbide, con un reducido grupo de realistas, se internan entre las lomas de Santa María al oscurecer. Los insurgentes los atacan, los realistas se salen y regresan a Valladolid y las fuerzas insurgentes se disparan durante la noche y se destrozan entre sí”. Pero Iturbide dista de ser el ser cruel, represor y torturador como muestra el largometraje, de hecho Hidalgo ejecutó a más inocentes que él en Valladolid y Guadalajara, precisa. A decir de la investigadora, la película es maniquea, “de buenos y malos. Son malos los realistas, los jefes de las tropas del rey son crueles, sanguinarios y cobardes en general, y no fue así. Por ejemplo, el realista Pedro Antonio Vélez, defensor del Fuerte de San Diego, cumplió con su deber con entereza ‘digna de encomio’, según el biógrafo de Morelos, el historiador Ernesto Lemoine”. Además, no se respeta la cronología, se inventan escenas como una masacre de dominicos en Oaxaca. A un personaje como Ignacio López Rayón se le presenta como “resentido, envidioso, timorato, cuando él y Morelos fueron herederos de Hidalgo, y si bien tuvieron diferencias, siempre se comunicaban y consultaban, nunca llegaron al rompimiento”. En una parte se ve a los diputados del Congreso Insurgente discutir la redacción de la Constitución de Apatzingán de 1814, “pero la película no retrata fielmente las penalidades, sacrificios, persecuciones y enfermedades que sufrieron para poder terminar el decreto Constitucional, una hazaña increíble dadas las circunstancias”. Peor aún, se menciona la palabra “república” cuando, precisa la especialista, ni Morelos ni los legisladores de Apatzingán llamaron así a la Nueva España. Fue “un cubano, marino y diputado de las Cortes en Cádiz por Santo Domingo, José Álvarez de Toledo, quien le llamó ‘República Mexicana’ en 1815”. Y para aclarar sobre la propuesta presentada por Felipe Calderón en sus últimos días de gobierno, de llamar al país simplemente México y no Estados Unidos Mexicanos, indica que Álvarez de Toledo sugirió también al Congreso insurgente en Puruarán, en una carta del 10 de febrero de 1815, usar el nombre de “Estados Unidos de México”. Quiso vender la idea de que así serían tratados por Estados Unidos de América como iguales, pero Morelos no aceptó ese nombre. En el libro Pliegos de la diplomacia insurgente, compila Jiménez Cordinach, junto con Teresa Franco, los documentos del diputado. La película optó por hablar de Morelos a partir de la derrota y apenas menciona el heroico sitio de Cuautla, cuando la capacidad como estratega del general pudo ser uno de sus temas centrales. En suma, dice, Jiménez Codinach “se desperdició una magnífica oportunidad de realizar una película digna de la figura de José María Morelos. En vez de enfocarse en lo más importante de su vida, de su pensamiento, de su obra, se escogió lo banal, lo morboso y además falso. “El espectador no comprende mejor ni a Morelos ni a su época, menos lo sucedido en la guerra de Independencia porque la película es confusa, no explica, es caótica y no está basada en una investigación seria. ¿Por qué el director no se asesoró de historiadores expertos en Morelos como el doctor Carlos Herrejón, en los investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, de la UNAM, de El Colegio de Michoacán, que conocen a fondo la época y la importancia de Morelos y su obra?”. Es verdad, finaliza, que los héroes son de carne y hueso y que se debe humanizarlos, pero “no de esa manera... Para ellos humanizarlos significa degradarles, hacerlos libidinosos, morbosos y no es justo”. Cuando la película termina, la historiadora se espera para ver los créditos y saber quién ayudó a escribir el guión (del propio Serrano y Leo Mendoza). Se dice que “con apoyo de Imcine (Instituto Mexicano de Cinematografía)”, y pasa rápidamente una leyenda para aclarar que muchas son “situaciones ficticias”. No deja de lamentarlo: “Estamos pagando con dinero del pueblo cosas equivocadas.”

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