Lêdo Ivo en México: "Mi patria es la vida" (*)

jueves, 27 de diciembre de 2012 · 22:53
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- El poeta brasileño Lêdo Ivo, de 88 años, murió este domingo víctima de un infarto en el sur de España, de acuerdo con el diario El País. Proceso -en su edición 1669- publicó una entrevista con Lêdo Ivo a propósito de su visita a México en octubre de 2008, se reproduce a continuación: Nacido el 18 de febrero de 1924 en Maceió, una hermosa ciudad costera en el nordeste de Brasil, Lêdo Ivo es la figura central del Décimo Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que comenzó el martes pasado en Morelia y continúa en estos días en Aguascalientes y en San Luis Potosí. Lêdo Ivo se encuentra en México. Su presencia es un acontecimiento. Es no sólo uno de los más grandes poetas de Brasil, como tanto se ha insistido en la prensa en estos días –para el caso sería más adecuado decir que es uno de los poetas más grandes de lengua portuguesa–, sino uno de los más notables poetas de nuestro tiempo. Su obra proyecta una luz que nos ayuda a mirar el mundo de otro modo, y que contagia a sus lectores de una alegría inteligente y de una sobria entereza moral para entender la vida. Leerla es una delicia. Como suele suceder cuando se trata de obras de lengua lusitana, la conocemos, desafortunadamente, de manera muy parcial. La sola obra poética consta de 23 libros, publicados entre 1944 y 2004 –sin contar, conste, la decena de antologías que circula en portugués. Pero, además, ha escrito cinco novelas, un libro de cuentos, dos volúmenes de crónicas, 12 libros de ensayos, tres para niños y dos recuentos autobiográficos, el primero de los cuales –Confissões de um poeta– suscitó el elogio de Álvaro Mutis, su amigo, quien usa una línea de ese libro como epígrafe en su Caravansary. Este reparo está, sin embargo, lejos de ser una queja. En México se ha traducido la poesía de Ivo más que en cualquier otro país de habla hispana, y él mismo lo ha reconocido: “Puedo decir que soy una invención de Carlos Montemayor (...), quien empezó a traducir mi poesía hace 20 años”, dijo durante una visita a la Universidad Veracruzana en junio de 2006. En realidad, Montemayor comenzó a traducir sus poemas a finales de la década de los setenta, y en 1980 publicó el primer libro de Ivo que apareció en México: La imaginaria ventana abierta (Premiá editora), una breve antología –con un extenso ensayo introductorio– que recoge 34 poemas extraídos de nueve libros escritos entre 1944 y 1977. Más amplia (incluye 79 poemas) es la antología impresa en 1985 bajo el sello de la Universidad Autónoma Metropolitana, en la época en que Bernardo Ruiz encabezaba la Dirección de Difusión Cultural de esa institución. Su título es Las islas inacabadas, y su traducción se debe a Maricela Terán, una gran lectora y conocedora de literatura lusófona que también ha traducido a Mario de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Fernando Ferreira de Loanda, entre otros autores. Por fortuna, el contenido de ambas antologías coincide apenas en seis casos, de manera que, sumadas, entregan al lector más de 100 poemas de Lêdo Ivo. En 1986 y 1988 aparecieron dos antologías más, muy breves. La primera, Pistas, traducida por Stefan Baciu (escritor rumano avecindado en Estados Unidos que se ha dedicado al estudio de las letras iberoamericanas) en colaboración con Jorge Lobillo, otro conocedor de la obra del brasileño. El pie editorial corresponde a la Universidad Veracruzana. La segunda pertenece a la serie de Poesía Moderna de Material de Lectura, editada por la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM. Es el cuadernillo número 136 y la selección y traducción son de Héctor Carreto. Hay que resaltar, en la historia de la lectura de Lêdo Ivo desde México, la repercusión que tuvo la traducción de Montemayor incluso al mismo interior de Brasil. En 1987, entrevistado por Marco Antonio Campos, el poeta brasileño señala: Dos hechos han sido muy importantes para mi reconocimiento en Brasil; el ensayo de Carlos Montemayor que antecede a la antología y las declaraciones formuladas por Juan Rulfo en un viaje a mi país, donde dijo que los tres grandes poetas brasileños éramos Drummond, (Joao) Cabral (de Melo Neto) y yo. Rulfo declaró que yo era, por mi poesía, un poeta de América Latina. Carlos Montemayor me situó, así mismo, no en el contexto de la poesía brasileña, sino latinoamericana. Ahora soy muy aceptado en Brasil (...), me leen numerosamente los más jóvenes, y en la televisión, que tiene gran influencia en el país, me entrevistan a menudo. Si tal gloria, real o aparente, será efímera, no lo sé. (1) Las únicas traducciones de Ivo al español que anteceden las de Montemayor son dos separatas hechas por Ángel Crespo en 1962 y 1963 para Cuadernos Hispano-Americanos y Revista de Cultura Brasileña, respectivamente. Crespo era un estupendo traductor y poeta, pero las publicaciones que se hacían en la España franquista no tenían gran eco. Naturalmente, los vínculos de Lêdo Ivo con México se han estrechado al paso de los años. Después de su primera visita, en 1980, Ivo ha vuelto a México más de 12 veces, y el número de sus lectores y admiradores en el país se ha multiplicado. Así lo prueba la reciente aparición, prácticamente simultánea, de dos libros: Poesía en general (antología 1940-2004), y Réquiem, ambos en la colección Altazor, que fue creada por la revista Alforja y en lo sucesivo continuará bajo un nuevo sello editorial: La Cabra Ediciones. El primero, impreso en coedición con la Universidad Autónoma de Nuevo León, conjunta 131 poemas pertenecientes a 17 libros. Es la muestra más amplia de la poesía de Ivo que se haya publicado en lengua española. Su autor es el poeta argentino Rodolfo Alonso, quien ha hecho numerosas traducciones de poetas de lengua francesa, portuguesa e italiana. La publicación de Poesía en general debe celebrarse y agradecerse, si bien el estilo de traducción de Alonso no es siempre lo terso y acertado que se quisiera. No obstante, más allá de pequeñas objeciones, el libro es un gran aporte. Lo es también el segundo título, Réquiem, un bellísimo poema testamentario, dividido en ocho partes, en el que el poeta asume su finitud: “El día más largo de un hombre/ dura menos que un relámpago”. La traducción es de Jorge Lobillo, quien además de la composición del título entrega versiones de siete poemas más. Al cuidadoso trabajo de Lobillo, esta edición añade dos virtudes más: ser bilingüe y contar con un muy informado prólogo de Eduardo Langagne, quien brinda una imagen clara y actualizada de la obra y de la persona de Lêdo Ivo. Algo indispensable para los lectores que posiblemente descubrirán ambas a través de esas páginas. Además de las publicaciones mencionadas, hay también poemas de Lêdo Ivo en versiones de poetas mexicanos (José Emilio Pacheco, Miguel Ángel Flores, Manuel Núñez Nava, los propios Marco Antonio Campos y Eduardo Langagne) dispersos en diversas revistas y antologías. Entre ellas está la más reciente, Las lenguas de América (UNAM, 2005), obra de Carlos Montemayor, que incluye nueve poemas de Ivo. No es sorprendente, entonces, que la actual celebración del Encuentro de Poetas del Mundo Latino esté dedicada al reconocimiento de su obra y que comparta con el gran Alí Chumacero el premio Poetas del Mundo Latino (con un monto de 250 mil pesos), que les será entregado el martes 28 de octubre a las 12 horas en el museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de Aguascalientes. Es deseable, sin embargo, que ese reconocimiento sirva para una mayor difusión de otros aspectos de su obra y que se traduzca por lo menos una selección de su prosa. Sería magnífico poder conocer, además de las obras autobiográficas señaladas, algo del trabajo periodístico de Ivo que ha realizado de manera paralela a su obra literaria y que hasta la fecha sigue practicando en el Jornal do Brasil. “No encuentro –escribe en Confissões de um poeta– que el periodismo sea una profesión fatal o nociva para los escritores. Les proporciona un conocimiento envidiable de la naturaleza humana –especialmente de la bajeza humana. Eso, sin hablar de las lecciones de estilo, de la técnica de comunicación periodística que exige exactitud, precisión y claridad, rechazando los excesos y ambigüedades y prestigiando la economía y la eficacia de los medios verbales. Creo, así mismo, que (...) el periodismo es la carrera que mejor familiariza a la criatura humana con las miserias de su propia condición...” Siempre joven de ánimo (en 1944 escribió, como una suerte de profesión de fe: “Soy un poeta que no quiere cantar las cosas de la decrepitud”) y con un gran vigor físico, Lêdo Ivo disfruta, a sus 84 años de edad, el apogeo de su vida literaria. José Ángel Leyva, el poeta a cuyos esfuerzos como editor se deben los dos libros del brasileño en la colección Altazor, cuenta que después de su llegada a México Lêdo Ivo andaba para arriba y para abajo sin mostrarse afectado por las largas horas de vuelo. “¿No estás cansado? –le preguntó–, e Ivo le respondió sin dudarlo: '¿Cansado de viajar y del trato que ustedes me dan? No: cansan el olvido, el silencio, la indiferencia'”. No cabría esperar otra respuesta por parte de quien ha escrito: “mi patria es la vida”. (*) La entrevista está recogida en el libro de Marco Antonio Campos, Literatura en voz alta, colección Cultura Universitaria, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1996, pp. 291-295.

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