El nacimiento de Carlos Pellicer

miércoles, 2 de enero de 2013 · 18:23
MÉXICO, D.F. (apro).- Desde sus primeros versos de 1915 hasta aquellos escritos antes de morir, en 1977, El poeta de América, Carlos Pellicer, cantó religiosamente su fidelidad al amor cristiano con sincera devoción, amén de escenificar durante más de medio siglo “El Nacimiento” en su casa de Lomas de Chapultepec, glorificando la Epifanía del Niño Jesús. “Desde siempre organizo ‘El Nacimiento’ cada Navidad en mi casa. Creo que es lo único notable que hago en mi vida. Es casi una obra maestra”, explicaba el poeta de Tabasco al presentar, en 1969, fragmentos de aquellos versos tipo villancicos para su Primera antología poética (Fondo de Cultura Económica, colección popular #95), bautizados como Cosillas para el Nacimiento. “Los poemas que siguen hablan de mi pasión por todo lo cristiano… He podido conjuntar la plástica, la música y el poema, así, cada año. Miles de gentes van a mi casa durante cinco o seis semanas, un rato de noche, a mirar El Nacimiento…”
¿Quién me enciende una lágrima? Y en esta noche, es por Diego Rivera lo que se llore. Cuando hace dos años vio el Nacimiento, le oí en el corazón un hondo acento. Y aquí está con nosotros tan en silencio que yo lo estoy oyendo. Y la noche en mi pecho tiembla de Dios…
“Creo en Cristo como Dios y la única realidad importante en la historia del planeta. Todo lo demás (arte, ciencia, etcétera) es accesorio, secundario y anecdótico”, enfatizaba Pellicer.
El mundo pequeñito se ha vuelto enorme porque Dios ha nacido para los hombres.
Dicha antología incluyó el texto A los nombres de las cosas de José Alvarado, quien recordaba que a Pellicer “un afán de orden lo conduce, cada año, a hacer un Nacimiento y ahí, en torno de un mundo con toda su genealogía y su botánica, su zoología, sus colores y su anhelo brota un himno o aparece un cuadro. Las manos del poeta, siempre el poeta, lo han organizado. Pellicer jamás escribe prosa.”
Por el agua y la tierra, noche en el aire. Por el agua del día vienen los ángeles. Apenas en el mundo un niño cabe; pedacitos de cielo son sus pañales.
“Mi madre tan humana cuanto religiosa, me inició en la divina práctica de ‘El Nacimiento’. Gracias a Dios y a ella, pude, puedo hacer cada diciembre lo que dura un mes y parece eterno”, culminaba Pellicer esa presentación de Cosillas para El Nacimiento, mientras nosotros evocamos “Nocturno a mi madre”, otro de sus grandes poemas religiosos publicado en el libro Subordinaciones, de 1949:
Hace un momento mi madre y yo dejamos de rezar. Rezar con mi madre ha sido siempre mi más perfecta felicidad. Cuando ella dice la oración Magnífica verdaderamente glorifica mi alma al Señor y mi espíritu se llena de gozo para siempre jamás. Mi madre se llama Deifilia, que quiere decir hija de Dios, flor de toda verdad. Estoy pensando en ella con tal fuerza que siento un oleaje de sangre en mi sangre y en mis ojos su luminosidad… Cuando la pobreza se ha quedado a vivir en nuestra casa, mi madre le ha hecho honores de princesa real. Doña Deifilia Cámara de Pellicer es tan ingeniosa y enérgica y alegre como la tierra tropical…
El primer poema publicado por Carlos Pellicer marcó el arranque de una pródiga obra, misma que Octavio Paz calificó de “interminable alabanza al mundo”.
EN MEDIO de la dicha de mi vida deténgome a decir que el mundo es bueno por la divina sangre de la herida. Abría Colores en el mar dedicado a Ramón López Velarde (1888-1921), “joven Poeta insigne muerto hace tres lunas en la gracia de Cristo”: Mi corazón, Señor, como el poema, sube la escalinata de la vida y te da su pasión como una gema. Ser dichoso, Señor, no es ser divino pero ser bueno, sí.
Hondo fervor espiritual que 50 años después destacaría Porfirio Martínez Peñaloza, “al conmemorar hoy el jubileo de oro del primer libro de Carlos Pellicer” en el número 490 del Boletín Biográfico (octubre 1973): “Una veta más explorará venturosamente Pellicer: la poesía religiosa cuyo cultivo se había abandonado durante mucho tiempo; quiero decir, la gran poesía religiosa olvidada casi desde el Virreinato y que a principio de siglo renovó Manuel José Othón.”
Francisco de Asís inventó el Nacimiento la Tierra fue su primer Cielo. La alegría está en Cristo Francisco sangró de alegría por Cristo. La Paz está en Cristo. Sólo por Él seremos espacio infinito. Contra el odio el amor…
Alturas pellicerianas Gabriel Zaid advirtió en “El Nacimiento” de Carlos Pellicer un asombroso espectáculo estético, con múltiples formas creativas de singularidad renovadora al rito cristiano de la Epifanía, según leemos en la introducción de todos los poemas Cosillas para el Nacimiento compilados en 1978 por el sobrino del Poeta de América, al año de su muerte: “Pellicer puso en su casa el Nacimiento durante más de medio siglo. Hasta mil novecientos cuarenta y tantos fue un Nacimiento tradicional, aunque especialmente artístico: al ponerlo ejercía su vena de pintor…”
La noche esa doncella de mirada entreabierta y corazón azul ha escogido una estrella para encenderle al mundo --por fin—la eterna Luz…
El árbol que está solo a mitad de la llanura nos mira desde todas las posturas. ¿Será tal vez el alma del pintor, doctor Atl? Doctor agua, doctor ola, doctor alma… Este paisaje nuestro por él tiene color. Nuestro Señor, cielos y tierra, muy hondamente lo miró. Miró al pintor y la paleta fue toda luz a toda voz.
“Por esos años empezó a introducir elementos inusitados, que crearon de hecho un tipo de obra nueva, sin género conocido: una especie de auto sacramental de la luz, que expresa su religiosidad profundamente tradicional, porque reinventa el origen mismo de las fiestas de Navidad.”
Quiero decirles mis queridos amigos que en el Valle de México Cristo ha nacido. Vamos a ser muy hombres frente a este Niño. Vamos a ser muy hombres, es decir, buenos…
Zaid refiere que “hay también en el Nacimiento algo del jardín japonés, que parece acentuarse en el caso de Pellicer”, quien “llegó a representar no sólo el mundo sino aún el tiempo a escala”. Para las figuras, “encargaba piezas únicas a un artesano” y “después de encontrar piedras y ramas en el campo, hacía trabajos de pintura, de electricidad, de sonido”. Finalmente “se tomaba la molestia de grabar un disco con los versos para ese año”.
¿Quiénes son esos Reyes de ámbar y oro que en un rayo de luz han llegado sonoros? Al hijo de un obrero le llaman Rey. Es el Rey de la Vida, es la Paz y el Amor. Porque Dios ha nacido bajo la noche, la noche será el pozo lleno de estrellas que nos asombre.
“Puesto el Nacimiento, Pellicer se sometía a la disciplina de estar disponible de seis a nueve de la noche… Se tocaba el timbre de Sierra Nevada 779… Por fin abría la puerta de la cochera que nunca usó como tal. Todo el espacio… estaba ocupado por una especie de escenario que, a través de una bóveda que representaba al cielo, cerraba al fondo con un horizonte curvo, espectacular…
Como un pájaro nuevo la noche canta. hay palabras y estrellas en su garganta. Lo que dice la noche del agua sale. Porque nadie lo ve todo se sabe. Se sabía del Niño, se sabía del aire. De la noche en el agua, cítara y ángeles.
“Luego venía la noche total. La bóveda estrellada daba frío. Y entonces, como una compañía inesperada, empezaba a oírse la voz inesperada y cálida al mismo tiempo de Pellicer. Palabras conmovedoramente fraternales, que no rehuyen la inocencia, ni el balbuceo. Palabras franciscanas de comunión con todos en una naturaleza abierta al más allá misterioso.”
¿Qué vamos a darle a este pobre Niño cuya riqueza se riega por el desierto, como un río de diamante, como un río de amor, como un río de sueño? Pobreza que repartes tanta riqueza, da a mis ojos la Aurora y a mi sangre la paz. Ángeles y pastores pusiéronme a cantar... El sol en un pesebre volvió a ser niño, es lo mismo el pesebre que el infinito. El pesebre es el cielo del sol nacido. La Virgen: la Vía Láctea; José el carpintero regresó de los árboles con un lucero…
“Del sol hundido de la soledad, empezaba a brotar el nuevo sol de la alegría. La luz encarnada se iba volviendo Niño. La tierra volvía a ser acogedora y habitable”, concluye Zaid.
Aquí está la mañana, cuerpo del día, bañándose en el agua de la Alegría. Aquí está la Alegría con los brazos en cruz. Aún de la piedra brota sudor de luz. Ha nacido la luz… Ha nacido la Paz para ganar la guerra. Dios está entre nosotros: lo saben todos los que lo niegan… La alegría está en Cristo, Nuestro Señor. Su palabra, grande como el cielo, es toda amor. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya, alma mía! Enciende en mí el amor que da la alegría sin envidia o rencor, con la flor en los labios. Y con los ignorantes y los sabios, Cristo Señor, Aleluya, Aleluya, alma mía.
(Carlos Pellicer, Poesía Completa. UNAM/El equilibrista/Conaculta, México 1996, tres volúmenes. Edición de Luis Mario Schneider y Carlos Pellicer López.)

Comentarios