Las cifras alegres

miércoles, 2 de enero de 2013 · 18:48
MÉXICO, D.F. (apro).- Cada año múltiples instituciones salen al paso para demostrar que su trabajo es efectivo y certero. El INBA, por ejemplo, ha destacado las actividades realizadas por la coordinación nacional de danza. En un boletín difundido el pasado 21 de diciembre por el área de prensa de dicha institución presume: “Ofreció INBA rica programación dancística durante 2012. Un total de 251 mil 116 espectadores disfrutaron de una amplia variedad de propuestas artísticas” Sin embargo, si uno se asoma detenidamente en el boletín se dará cuenta que es exactamente igual a los que se emitían hace 25 años, con el ánimo de convencer –a través de los medios de comunicación—a miles de lectores de la eficiencia de un sistema político cultural. Ya en 1985, Luis Garza Alejandro, José Antonio Macgregor, Omar Chanona, Adrián Marcelli, Eduardo Sigler, Rebeca Moreno, Francisco Cervantes, José Antonio Álvarez, Armando Chacha y Eduardo Calzada entre otros especialistas en materia de cultura habían apuntado hacia la importancia de no caer en las trampas de lo que se denomina como “difusionismo”, es decir pensar que la acción cultural recae en la organización de eventos, programación de foros, elaboración de temporadas ,etcétera, y que todo debe de contabilizarse en cifras que impacten y hagan creer que el público materialmente se ha volcado hacia los foros, teatro y espacios de cultura. Pero más allá del cuestionamiento que debe de existir sobre la veracidad de los datos y cifras que se ofrecen había que analizar si incluso corresponden a la realidad. Porque ¿en verdad se “atendió” a la gente que asistió a los eventos? ¿En verdad creen las autoridades que el Festival Patria Grande exhibe “la riqueza de nuestras tradiciones y costumbres y es el punto de partida para la realización del evento más importante para la difusión del folklor mexicano”? Y por lo mismo creen que “la pasión y algarabía que encierra la danza flamenca” estuvieron presentes en su temporada anual de flamenco. Y más allá de eso, con semejante discurso pletórico de cursilería ñoña ¿Piensan que la gente no se da cuenta de los lugares comunes y la falta de profundidad de lo que presumen? Este tipo de discursos, en los que se habla de “diversidad”, “oferta”, “público atendido” y se exhiben cifras enormes y se agregan cientos de grupos, compañías y artistas hace evidencia del atraso que existe en el propio INBA en materia de gestión cultural. Entendiendo además que la discusión no pasa ni por partidos ni por administraciones, sino por el gobierno en sí mismo y por el ostracismo existente en el INBA y Conaculta y en el tipo de política cultural que siguen. Este tipo de percepción de la cultura, la danza y la gestión administrativa dentro del INBA no es sólo un problema de la coordinación nacional de danza, sino que corresponde a una ideología en la que: El arte es ornato; la cultura un pasatiempo; los funcionarios son seres intocables subidos en un ladrillo de poder sexenal; los artistas son obligados a ser empresarios; los intérpretes son desechables; los creadores tienen que pagar su propia difusión; las compañías no deben de cobrar, ya bastante favor se les hace con programarlas y que paguen sus necesidades por fuera y los maestros corresponden a la moda, entre otras cualidades. Y por supuesto que los datos no corresponden a la realidad. Bastaría con preguntar al personal del Teatro de la Danza ¿cuántas? personas promedio asistieron a las temporadas de danza contemporánea y ¿cuánta? gente se salió decepcionada de las funciones. O las propias compañías que, sistemáticamente, padecen el hecho de no ser publicitadas elementalmente para que alguien vaya a verlas. Porque aunque no aparecen entre en el boletín, muchos grupos no tuvieron ni programa de mano, pago estipulado, ni difusión. Y muchos de los que celebraron aniversarios en el Palacio de Bellas Artes tuvieron que hacerse cargo de su propia difusión y de tener que padecer la burocracia institucional que considera que el sólo estar en el foro de Bellas Artes debería ser suficiente premio para trayectorias de hasta 30 años en la danza. A eso habría que agregarle otros temas como el de si la danza folklórica en foro tiene que ver algo con las danzas tradicionales que aún existen –de milagro—en el país. Y saber con qué criterios se decidió programar a ciertos grupos y no a otros. Hay que revisar si quienes se presentaron tuvieron que poner de su bolsa para que todos los integrantes viajaran a la Ciudad de México y en último caso revisar también por qué el D.F. sigue siendo la Meca de la danza nacional y si la centralización no afecta a cientos de grupos folklóricos que hay en el país.

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