La educación en 2013

miércoles, 9 de enero de 2013 · 18:43
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Los terribles problemas que se presentan en la educación del país se agudizarán durante 2013. No es una predicción sino la determinación de las tendencias abiertas por el gobierno del PRI, que se ha propuesto que en el sector educativo debe repetirse la vieja política de control –en principio sobre los sectores magisterial independiente y estudiantil–, de negociación con el SNTE, de retórica y manipulación, más que alcanzar los fines y propósitos de lo que significa la educación como un valor social y ciudadano. Las tendencias del escenario que se impondrán este año estarán definidas –no todas por supuesto– en tres importantes ámbitos: En la tragedia. La política gubernamental no ha expresado ni definido una política clara hacia los jóvenes ni hacia los estudiantes. De acuerdo con el reportaje de Anabel Hernández (Proceso 1887) el mayor número de desaparecidos durante el anterior sexenio fueron estudiantes (mil 746), a los que habrá que sumar a los desempleados (834 que sin duda en su mayoría son jóvenes y de forma oprobiosa ocurridos en la capital del país), que dan cuenta del nivel de la tragedia que se vive. Si a ello se agrega que las víctimas más frecuentes de la guerra entre y contra el narcotráfico afecta a los jóvenes y que las cárceles están llenas de ellos, lo que debería ser una política pública prioritaria de justicia social –orientada a ofrecer alternativas en educación, cultura y trabajo para estos y para los estudiantes que van quedando en el rezago escolar (más de la mitad de los que terminan la educación básica)– no aparece como tal en los intereses del actual gobierno. En el reclamo. Quienes pretenden hacer creer que con más exámenes para los profesores y con un instituto (el INEE) que los califique y los cuente se podrá superar la pésima formación educativa que van arrastrando los profesores en el país y que por un artificio mágico (el examen de oposición) se superarán las bajas calificaciones que los docentes han obtenido en años anteriores, tendrá que vérselas con una realidad cercana a la repetición del desastre. Durante décadas se ha golpeado (financiera y políticamente) a las escuelas normales, se ha reprimido de forma salvaje a las normales rurales y se ha manipulado hasta el cansancio al magisterio nacional, se han impuesto reglas de operación políticas y sindicales verdaderamente escandalosas, como las alianzas de los gobiernos en turno con la burocracia sindical del SNTE. Si alguien pretende pensar que con la puesta en marcha de un “servicio profesional docente” (con una prueba) se elevará la calidad del desempeño escolar y del aprendizaje de los alumnos, deberá ser alguien que podrá estar casi al borde de un tipo de locura (política, por supuesto). Para nada. Lo que van a tener que enfrentar en 2013 este gobierno y la SEP será un incrementado nivel de resistencia y de demandas en su contra, de un movimiento magisterial harto de todo y que no tiene nada que perder, pero también una acción repetida de negociación que ha abierto de manera directa para darle una salida política a Elba Esther Gordillo y al SNTE. El 2013 es el parteaguas de la vida corporativa del SNTE hacia otro esquema de negociación sindical con algún grupo similar a la otrora dirigencia –vaya usted a saber si para bien o para mal– que pueda adecuarse a los “viejos-nuevos” tiempos de ese PRI que se autonombra ahora “irreconocible”. En esos términos lo más probable es que se asistirá a similares escenarios de descalificación de todo lo que emprenda el actual secretario de Educación (como le ocurrió a Vázquez Mota y a Lujambio) por parte del SNTE, tanto para renovar viejas rencillas como para negociar por cualquier medio posible el control de los recursos que salen del aparato de la SEP. La formación integral de los maestros poco importará. En la profundidad. No habrá cambios importantes en la calidad, el desempeño y la cobertura de atención social de las tareas educativas. Conociendo cuántos maestros existen en el país y con exámenes para los que deseen ingresar al sistema; sin realizar cambios en los cientos de miles que se encuentran en el ejercicio de sus funciones; sin redefinir el currículum de la educación básica (desde preescolar hasta bachillerato); sin organizar nuevos ambientes de aprendizaje y colectivos de docentes; sin alterar la burocratización de la gestión educativa y de la supervisión, sin mejorar la infraestructura de las escuelas, su sanidad y los pobres recursos que administran no se logrará nada sustancial durante 2013. La vieja política educativa priista quiere mostrar un rostro nuevo (dicen que “desconocido”) –que sin embargo no atiende lo que significa educar con justicia y equidad ni con la profundidad que se requiere para un nuevo desarrollo de conocimientos y saberes– con el impulso a una reforma educativa con una visión de Estado. Ésta no podrá ocurrir si no se da pie a la realización de consensos con la plena participación de la sociedad. La gobernanza en la educación no se da con acuerdos políticos cupulares o partidarios ni puede organizarse fuera de la mejora de lo pedagógico y de la organización de las escuelas; no se dará si no se cambian los contenidos, textos, lenguajes y métodos y menos si estos sólo evalúan lo que no se ha aprendido y lo que no se ha sabido ni cómo enseñar. Una reforma verdadera en la educación puede darse si hay liderazgos y legitimidad en las escuelas, aunque ésta no se presente en la burocracia y las oficinas de los secretarios en turno. El peor camino para comenzar a construir un futuro distinto es repetir lo que se sabe que está mal y a pesar de saberlo, seguir haciéndolo. Esto será lo que se presentará al final de 2013 pero no lo que necesitamos los ciudadanos para mejorar la educación que se requiere y que demandamos.

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