Televisión: Amores rancheros

martes, 5 de marzo de 2013 · 21:44
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En el Canal 2 están al aire cuatro telenovelas, desde las 16:15 hasta las 21:30 horas. Se reserva al canal de mayor cobertura el estreno de los títulos que luego van a otros medios y horarios. En seguida de difundirse en el país, se envían al mercado externo, pero las historias y los escenarios se anclan en México, se destinan al público local mayoritario con referencias claras a costumbres, bebidas, comida. Es evidente la evolución en los formatos aunque los relatos continúan apelando a ciertos argumentos base: triángulos amorosos, hijos que después de muchas peripecias encuentran a sus padres, traiciones. Y las de hoy no han cambiado sustancialmente. Las modificaciones observadas tienen que ver con un aumento de la violencia verbal y física; la aparición de violaciones y asesinatos; sexo casi sin camuflaje. Temas como el aborto, la homosexualidad, el narcotráfico se han agregado a los asuntos clásicos. En los melodramas actualmente en exhibición pueden encontrarse, más allá de las coincidencias temáticas, elementos comunes que llaman la atención por cuanto parecen regresivos y sin vínculo alguno con la realidad. Uno de ellos es la referencia constante al “rancho” o a la “hacienda”. Este es motivo de disputa por cuanto constituye también el origen de la riqueza. Inverosímil. En Corazón indomable aparece un rancho, escenario de algunas escenas que protagonizan López Tarso y La India María. En Amores verdaderos, colocada en horario estelar, una hacienda hace el contraste con la vida citadina de la protagonista, quien trabaja en una agencia de publicidad. Y en La mujer vendaval, el objeto en disputa resulta una hacienda hipotecada llamada El vendaval. Esta es la herencia de una madre a su hija, el personaje central, que no puede poseerla a menos que esté casada. Al final se desposa con el heredero de un empresario dueño de una cadena de hoteles. En todas ellas el elemento distintivo de la clase social rica de otros tiempos, la tierra, vuelve como recurso para esconder un desarrollo urbano altamente desigual. Los charros ataviados con botonaduras de plata, caballos, casas de anchos pórticos y fondo de canciones rancheras aparecen también; en algunos casos, como en la telenovela Qué bonito amor, constituyen el eje. Además en estas producciones modernas de la televisión melodramática mexicana, el rancho, la hacienda, el ámbito rural parecen el pretexto para exhibir los paisajes, el patrimonio y los sitios de mayor belleza para el reposo. Las playas, los cenotes, lujosos hoteles a la orilla del mar, restaurantes, la música. Muchas de las escenas tienen el corte de un anuncio del lugar ideal para descansar y pasarla bien en términos de una clase media más o menos universalizada. Falta la evidencia pero no los indicios de un acuerdo entre magnates del turismo y Televisa.

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