80 aniversario de teatro de títeres contemporáneos

martes, 19 de marzo de 2013 · 13:47
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El pasado 13 de marzo se cumplió el ochenta aniversario de la primera función de teatro guiñol contemporáneo, presentada en México el 13 de marzo de 1933. La Unión Mexicana de Titiriteros se fundó en 1932; en ella participaron Roberto Lago, Lola Velásquez Cueto, Graciela Amador, Germán Cueto, Angelina Beloff, Ramón Alva de la Canal, Germán List Arzubide, Leopoldo Méndez, Elena Huerta y Enrique Assad. Seguramente los principales animadores fueron Lola Cueto (nacida el 2 de mayo de 1897) y Roberto Lago (nacido el 22 de abril de 1903), quien afirmaba: “Si no hubiera encontrado a los títeres quién sabe qué hubiera sido de mi vida”. Junto con la Unión se fundó la revista Don Falías, nombre repetido de un personaje tradicional de muñecos de guante. El de 1933 fue el renacimiento de una práctica que se remontaba a la civilización tolteca, y que recobró vida durante la Colonización, la Independencia y el teatro de Rosete Aranda. La mayoría de quienes animaron el renacimiento se habían encontrado en París, donde algunos vivieron durante dos o hasta nueve años (Lago, por ejemplo). Cuando se perfiló en México la posibilidad de un ascenso democrático con la inminente llegada de Lázaro Cárdenas a la Presidencia de la República, decidieron regresar para apuntalar algo socialmente indispensable debido al avance del nazifascismo en Europa, y a la necesidad de participar en el afianzamiento laico en las escuelas públicas. Comenzaron con los muñecos de hilo y pasaron al guiñol de guante con muñequitos que se fabricaban en Celaya. Instalado el primer teatrito en la calle de Regina, correspondió a Elena Huerta escribir el libreto inicial. La música de El renacuajo paseador fue compuesta por Silvestre Revueltas. La época de ascenso duró de 1933 a 1950; pero hubo alguien que no sólo persistió sino que enseñó los secretos del oficio a su hija Mireya, y ésta a su hijo Pablo; ella fue Lola Velásquez Cueto, de modo que los títeres siguen vivos y felizmente han conocido innovaciones técnicas y estéticas que les han dado constante actualidad. La actividad titiritera pronto ganó prestigio, al punto que en 1937/38, bajo la dirección de Graciela Amador y Roberto Lago, hicieron una gira por varias ciudades de California en los Estados Unidos. El éxito despertó el interés de otros artistas (Antonio Acevedo Escobedo, Francisco Díaz de León y Gabriel Fernández Ledesma), quienes formaron su propio grupo y también hicieron giras por otros países. Durante el gobierno de Ávila Camacho el apoyo del Ejecutivo se achica peligrosamente, de tal manera que debió llegar a la Secretaría de Educación Jaime Torres Bodet para que, desde la oficina de Alfabetización, se aprovechara a los grupos de titiriteros precursores, buenos equipos de sonido y un camión adaptado como teatro itinerante. La brillantez de la nueva situación no pasa desapercibida para el organismo estadunidense The Puppeteers or Americas, el cual les cursa generosas cuan respetuosas invitaciones en 1944, 1948, 1952, 1955. Para evitar una muerte súbita por falta de apoyo, por propia iniciativa se ligan a partir de 1956 al Instituto Nacional Indigenista, a la Comisión del Papaloapan, a la Dirección de Educación de Jalapa… Como sus colegas de equipo, Lola Velásquez Cuesto se sintió misionera de la fraternidad y combatiente contra la corrupción. Ellos consideraron que el teatro de muñecos animados era un conducto eficaz para crear conciencia, participar socialmente y educar a quienes la corrupción agredía y degradaba. La función inaugural del 13 de marzo de 1933 tuvo lugar en el estudio de Germán Cueto, en Mixcalco 12, que antes había sido ocupado por Diego Rivera; entre los asistentes se contaron Narciso Bassols, Carlos Chávez, Silvestre Revueltas. El grupo de Lola Cueto tomó el nombre de El Chapulín. Fue tal su dedicación que llegó a realizar quinientos muñecos con diversos materiales como trapos, medias, plastilina, y muchos otros. Para dejar constancia, con Roberto Lago y prólogo de Jean Charlot, editaron en el taller de Carlos Alvarado Lang el portafolio Títeres populares mexicanos. La edición de 1941 estuvo a cargo de la editorial Puppety Imprints, la cual se ocupó de escribirlo en varios museos de los Estados Unidos. La edición mexicana apareció en 1947. Del casamiento con Germán Cueto en 1919 nacieron tres hijos: Jorge, Ana María, y Mireya. Esta última heredó la vocación de su madre por los títeres, los cuentos para niños y el teatro infantil. En 1927 la pareja decidió viajar por Europa. Después de recorrer varios países se quedaron residiendo en Paris hasta 1932, año en que convencieron a Angelina Beloff, abandonada por Rivera en 1921, de venir a México, donde la finísima mujer rusa hizo muchos amigos y se desarrolló profesionalmente con amplio reconocimiento. Fue Mireya quien en 1979 organizó en los dos locales que entonces tenía el Salón de la Plástica Mexicana en la Zona Rosa, una exposición de todas las modalidades plásticas cultivadas por su talentosa y honestísima progenitora. Sólo en gráfica se vieron 125 piezas en metal (aguatintas, aguafuertes, mezzotintas, barnices suaves y puntas secas, litografías, monotipos). Entonces se supo que Lola Cueto se contaba entre los más notables grabadores a la mezzotinta que haya tenido México. Su concepto de la luz la llevó a matizar los grises profundos con la más refinada emoción y creatividad. Ese refinamiento encuentra eco en los títeres bidimensionales de su nieto, una verdadera aportación que hubiera enorgullecido a una abuela que no puso límites a su creatividad.

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