La guerra en Michoacán (versión Peña Nieto)

sábado, 25 de mayo de 2013 · 19:33
La obsesión de Felipe Calderón Hinojosa por acabar con la violencia en Michoacán a paso de botas militares ha quedado plenamente transferida a su sucesor en la Presidencia.  En una medida desesperada, Enrique Peña Nieto, reprodujo el arranque de la guerra calderonista: el  domingo 20 envió más de 6 mil efectivos militares y cientos de policías a esa entidad. Al caos y al desgobierno que han impuesto los cárteles de la droga, Peña Nieto responde con medidas apresuradas y comete sus primeros errores tácticos. COALCOMÁN, Mich.- Las palabras del presidente municipal tronaron tan fuerte como los cohetes que el domingo 19 pusieron en alerta a la población cuando llegaron los militares a tratar de desarmarlos: “¡Ya era insoportable la situación! A todos nos extorsionaban. Hasta en el municipio teníamos que darles 10% del presupuesto cada mes y ya nos estaban pidiendo el 15%. Eso pasa con todos los municipios del estado y lo sabe el gobernador. Lo aceptamos, pero donde ya no lo hicimos fue cuando se metieron con nuestras familias, violaban y se llevaba a nuestras esposas, a nuestras hijas. Ahí dijimos ¡ya basta! Este es un asunto de dignidad”. Es martes 21 en la mañana. Afuera de la presidencia municipal está un grupo de militares armados. Llegaron en vehículos artillados que estacionan en las esquinas de la plaza principal como si se tratara de una zona de guerra. “Sí, estamos como en una guerra”, afirma el alcalde Rafael García Zamora, del PRD. Revela en entrevista que toda la población y sus autoridades estaban sometidas al cártel de Los Caballeros Templarios, quienes los tienen amenazados de muerte desde hace tiempo. En los más de 200 kilómetros que separan Apatzingán de este municipio de la región de Tierra Caliente, hay huellas de una batalla soterrada. En tramos cortos de la carretera se instalaron al principio cuatro retenes militares, después aumentaron a seis. En cada uno, los soldados revisan cada auto, anotan sus placas y los nombres de los tripulantes. Las huellas de los enfrentamientos entre las autodefensas ciudadanas y los sicarios son más que evidentes. Pasando Apatzingán, en algunas casas de Pueblo Viejo se ven orificios de balas de alto poder, producto de un combate de hace unas semanas, con varios muertos, de los que oficialmente no se informó. (Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1908, ya en circulación)  

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