¿Será al derecho o al revés?

martes, 4 de junio de 2013 · 13:59
MÉXICO, D.F. (apro).- Distinguidos lectores. La lectura de las cartas firmadas por el Judío Errante y Tartufo a este buzón es el motivo de la presente, pues considero necesarias algunas reflexiones sobre los contenidos expuestos en las mismas. Según el humilde parecer de este servidor de ustedes y teniendo en cuenta que las ideas y los hechos debidos a los humanos distan mucho de ser gratuitos en sus vidas, ya que en el área de las ideas y en el de las manifestaciones de éstas, lo mismo que en la ciencia de la biología, no existe la generación espontánea, es por lo que me parece que lo expresado por el Judío Errante, más que otra cosa, es una lista de fechas que navegan en un mar sin fondo y condenadas a naufragar en el mismo por estar desfondadas, es decir, por no haber sido explicadas… ¿por olvido o por no haberlo considerado necesario, por ignorancia? Por lo que le parece a este servidor que el Judío Errante queda en el simple papel de cronista, de relator de hechos sucesivos en el tiempo, en los que ingeniosamente ve, hay que admitirlo, puntos en común, olvidando que cada humano es él y sus circunstancias, como dijo Ortega y Gasset, circunstancias que no explica el autor de la carta y nada más muestra que al escribirla su visión estaba influida grandemente por la llamada ley del eterno retorno, de F. Nietzsche, que afirma la repetición cíclica de los estados de ánimo, del modo de ser del humano en el tiempo Bueno. Esa es mi humilde opinión. Al respecto, ¿qué opinan ustedes, mis distinguidos lectores? Me parece igualmente que ese eterno retorno está en gran medida en lo suscrito por Tartufo por esa su persistente inclinación a ver coincidencias de intereses y decisiones en diferentes fechas de la historia, a lo que hay que añadir que su visión de que los cambios que en ella se dan se deben, más bien que a otro motivo, a la voluntad de los grandes hombres, como sostenía el inglés Thomas Carlyle… con una notable diferencia que no sé si considerarla divertida o siniestra… pues mientras Carlyle concebía la historia como obra de una minoría selecta –los héroes salvadores y guías de la humanidad–, para Tartufo, al juzgar por su carta, la historia es más bien otra de minorías de pillos, de engañadores, de grandes hipócritas, de seres falsos que fingen y proclaman lo que no sienten para así proteger y beneficiar sus muy particulares intereses y privilegios, o del grupo al que pertenecen, bien para conservarlos, extenderlos o conseguir otros más que desean. Ese su modo de ver la historia, ese su para nada tener en cuenta a personalidades como Mahoma, Colón, Lucero, Ignacio de Loyola o Bolívar, ese no considerar que para otros la historia es progreso humano, como creía Condorcet, o que la misma es la hazaña de la libertad, como la veía B. Croce, o que la historia es la autorrealización del “espíritu universal”, de la razón absoluta y, por tanto, el “progreso en la conciencia de la libertad”, según Hegel, favorece y está del lado de los que ven a la historia en clave de las razas, proclive al nefasto racismo… a las teorías de “pueblo elegido” y “destino manifiesto”, pues según partidarios de esos conceptos, sólo las razas consideradas superiores están en posesión de la verdad y, por lo tanto, tienen capacidad de mando, organización e iniciativa… creencia que convierte al racismo en una ideología que se utiliza para justificar e incuso legitimar su dominio, para dirigir a otros pueblos e incluso al mundo… enmascarando no pocas veces esa imposición con la hipócrita máscara de la responsabilidad. Afortunadamente el racismo está desprestigiado científicamente y condenado por las leyes, tanto divina como humanas. Es igualmente satisfactorio que la lamentable, por perjudicial, lucha de clases, motor de la historia para Marx y sus seguidores, así como el llamado darvinismo oficial, máscara de la persistencia de la ley de la selva entre los humanos, también estén desprestigiados. Esos hechos y lo que nos dicen los que dicen que sí saben: que la globalidad en la que vivimos se crea más riqueza, por lo que gozamos de más comodidades y tenemos a nuestra disposición más bienes de consumo y servicios y se vive más años que como nunca antes, me hacen ser de los que creen que vivimos en el mejor de los mundos, por la simple y sencilla razón de que podíamos estar peor. Eso no impide que me molesten e inquieten las opiniones vertidas por el Judío Errante y Tartufo en sus cartas y, sobre todo, que no explicaran las razones de las mismas. Si alguien tiene más información que este servidor, agradecería que escribiera a este buzón. Sin más, con el sincero respeto hacia ustedes, distinguidos lectores de la presente. JUAN LANAS

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