El rostro escondido de Amazon

martes, 18 de junio de 2013 · 12:37
La eficiencia de la multinacional en línea para ofrecer los servicios más rápidos y baratos en libros, está sustentada en un sistema de explotación irracional a los trabajadores de sus 75 bodegas logísticas en todo el mundo. Ahí, el exhorto continuo de los capataces que los vigilan las 24 horas del día con el eslogan de la empresa: “Trabajen duro/Diviértanse/Participen en la historia”, es apenas el botón de muestra en la denuncia del periodista francés Jean-Baptiste-Malet en un best-seller en el que cuenta su experiencia como obrero eventual de amazon.com, creada en 1994 por Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo. PARÍS (Proceso).- Es una de las figuras emblemáticas de la economía digital. Fue declarado “Hombre del año” por la revista estadunidense Time en 1999, en 2008 el U.S. News & World Report lo festejó como uno de los “mejores” líderes de Estados Unidos, mientras que el semanario británico The Economist lo recompensó en 2011 con el premio de la Innovación por haber creado, junto con Gregg Zehr, Amazon Kindle, una tableta electrónica de lectura de libros. Finalmente en 2012 Fortune lo nombró “Hombre de negocios del año”. Se llama Jeff Bezos, nació en Albuquerque, Nuevo México, aún no cumple 50 años y su fortuna personal alcanza los 25 mil millones de dólares. Su biografía fascina al mundo de los negocios y al público adicto a las success stories al estilo estadunidense. En 1994 Bezos sólo tenía 35 años cuando lanzó su negocio de venta de libros por internet, Amazon.com. En menos de dos décadas ese ingeniero apasionado de la informática convirtió su librería electrónica en líder mundial de la venta en línea. Hoy la multinacional es un supermercado de dimensión planetaria que vende de todo a más de 100 millones de clientes. En 1997 Amazon sólo disponía de dos centros logísticos de 28 mil metros cuadrados en Estados Unidos. Actualmente cuenta con 75 bodegas esparcidas por el planeta que cubren una superficie total de 2 millones de metros cuadrados. Estos gigantescos almacenes logísticos le permiten ofrecer los plazos de entrega de pedidos más cortos del mercado internacional. El crecimiento exponencial de Amazon en este periodo de crisis económica generalizada es abrumador: su volumen de negocios aumentó de 40 mil millones de dólares en 2011 a 61 mil millones de dólares en 2012. ¿Qué se esconde detrás del insolente triunfo de ese campeón de la economía electrónica del siglo XXI? “Condiciones de trabajo dignas del siglo XIX y una ideología que recuerda la de los regímenes totalitaristas del siglo XX”, contesta a esta corresponsal Jean-Baptiste Malet, autor de En Amazonia, infiltrado en el “mejor de los mundos”. El libro salió a la venta en Francia en abril pasado y está causando debates y polémicas. Resalta Malet: “Mucha gente tiende a considerar la economía digital como una economía virtual y aséptica. Es una grave equivocación. Los internautas que hacen clic en la página web de Amazon para comprar libros o dvd, pero también piezas de recambio para su coche o ropa interior, deben saber que detrás de las pantallas de sus computadoras hay 80 mil trabajadores permanentes y muchísimos más eventuales que están sometidos a ritmos de trabajo insostenibles en el ambiente casi carcelario de los centros de logística de esa multinacional supuestamente vanguardista.” Periodista independiente de 26 años, Jean-Baptiste Malet logró ser contratado como trabajador eventual en la bodega logística que Amazon tiene en la ciudad de Montelimar, al sureste de Francia. Decidió infiltrar la empresa porque nunca había podido obtener que el servicio de prensa de la multinacional le entregara informaciones sobre las condiciones laborales que prevalecen en esa bodega. “Amazon impone la ley del silencio –enfatiza–. En la llamada libreta de bienvenida que se entrega a los trabajadores eventuales se especifica textualmente: Usted no puede difundir cifras o información sobre nuestra actividad, ni siquiera a su familia. Es absurdo. Los eventuales no tienen acceso a informaciones confidenciales, ya que se limitan a cargar y empacar productos. Las únicas informaciones que pueden divulgar son las que conciernen a sus condiciones de trabajo. Y es precisamente lo que Amazon pretende esconder”, agrega: “En Francia, como en todos los demás países donde se implanta, Amazon suele abrir centros logísticos en zonas devastadas por el desempleo. Eso le permite disponer de una mano de obra dispuesta a aceptar sin parpadear sus drásticas exigencias laborales.” Malet fue contratado en noviembre en 2012. “En la efervescente temporada navideña las ventas de Amazon crecen 22% –recalca–. Es una locura. La multinacional enrola a verdaderos ejércitos de trabajadores temporales. Les impone contratos por una semana que se prolongan semana tras semana sólo si cumplen con las cuotas de productividad. Si no cumplen, van de salida y se escoge a otros eventuales en la larguísima cola de desempleados. “Para incitarlos a acelerar su ritmo de trabajo, Amazon les hace creer que podrán conseguir un contrato de trabajo permanente. Pero es un terrible engaño. La multinacional recluta a muy pocos trabajadores de tiempo completo. Le conviene más la flexibilidad del trabajo temporal.” En las bodegas logísticas se trabaja las 24 horas del día: hay dos turnos diurnos y uno nocturno. A Malet le tocó el nocturno (de 9:30 de la noche a las 4:50 de la mañana), pero sabía que la dirección podía pedirle horas extras o que sacrificara su día de descanso en caso de necesidad. “Se puede rechazar ese tiempo extra, pero como todos sueñan con ser bien vistos para conseguir un contrato de trabajo permanente, pues acaban aceptando”, precisa. Alejada de las ciudades de los alrededores, la bodega logística de Montelimar es sólo accesible en coche o por buses contratados por Amazon. “Me enteré de que Amazon les cobra los pasajes a los empleados a pesar de que recibe subsidios regionales de transporte”, denuncia Malet. Los obreros tienen derecho a dos pausas de 20 minutos por noche. La primera corre a cargo de Amazon, la segunda se descuenta de su tiempo de trabajo. Pero las distancias son tan grandes en las bodegas que cuando alcanzan la sala de descanso, ese momento de reposo se reduce a escasos minutos. Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1911 de la revista Proceso, actualmente en circulación.

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