Brasil: Cultura por propia mano

viernes, 21 de junio de 2013 · 21:18
RÍO DE JANEIRO (apro).- Niños montados a caballo mueven troncos de madera para abrir el acceso noreste de la comunidad. Con una población de más de 24 mil habitantes, Parada de Lucas es una de las 13 principales favelas que definen a la ciudad carioca. Sus calles están llenas de basura y excremento de animales, así como de bares y misceláneas; su cielo se distingue por la explosión de petardos que sirven como señal de que la policía o posibles invasores se acercan. El río Meriti, llamado por los locales como “La gran zanja”, es más bien un desagüe que cruza por la comunidad y bifurca la calle de Lirio Mauricio de Fonseca, una de las principales dentro de esta favela que a diferencia de otras se ubica en un suelo llano y no montañoso. Caminando por dicha calle se llega hasta Cota Três, donde siempre yace una silla color vino que ocupa algún “bandido”, llamado así coloquialmente en la comunidad, patrullando la zona con su inseparable rifle Kalashnikov (el famoso AK-47); a un lado está el número tres, donde se yergue una pared pintada con manos pequeñas de colores y con las siglas CIACAC (en español: Centro Integrado de Apoyo a Niños y Adolescentes de Comunidades). Este centro fundado y coordinado por Neuza Nascimento ha significado desde hace 11 años la acción social más comprometida de la zona. De medio millar de jóvenes e infantes que han pasado por esta organización, tan sólo tres han vuelto al tráfico de drogas en las llamadas “bocas de fumo”, como se conocen las casas de compra-venta de droga dentro de las favelas. El continuo ascenso de población en estos barrios deja impotentes a los programas nacionales de educación. En Río de Janeiro, un millón 393 mil 314 personas viven en alguna de las 763 favelas que hay en la ciudad (22% de la población total) y cerca de 24 mil 119 se concentran en los 2.2 kilómetros cuadrados que integran el territorio de Parada de Lucas. No sólo se necesita la voluntad del Estado sino de los propios moradores de las comunidades para impulsar mejoras en el barrio. En esto Neuza Nacimento ha trabajado por años con su centro de integración, que según ella es la única organización educativa que ha salido de una iniciativa popular, contrario al por demás respetable Grupo Cultural Afroreggae, referente en cuestiones de apoyo integral para entidades marginadas pero que no fue iniciado por personas del barrio. CIACAC se mantiene de donaciones que dan organizaciones no gubernamentales (ONG) o exvoluntarios y se usan para la manutención de la escuela; el sustento se completa cobrando el alojamiento de personas que asisten en programas de voluntariado. Su filosofía es dinamizar positivamente las posibilidades que los alumnos tienen en sus manos; enseñarles que ellos son los responsables de mover cada una de sus piernas, de interpretar otro papel diferente al de la víctima, uno humilde pero sabiéndose respetado y consciente de sus derechos; ser un individuo que exija al gobierno lo que le toca, sin abandonar el compromiso y la solidaridad que debe tener para con su comunidad. Neuza afirma que si empieza a trabajar con un niño, termina laborando con cuatro, y para ella es una victoria darles otra realidad de la que ella experimentó “por ser favelada, negra, pobre, y mujer”. La madre favela Neuza Nascimento tiene 54 años y siempre se sintió muy grande en un cuerpo pequeño. Fue educada para callarse la boca; si pedía una explicación respecto de alguna orden que le dieran, su madre no dudaba en pegarle. Neuza se sentía impotente. La favela donde vivía de niña no estaba muy poblada, la casa del vecino más cercano estaba a kilómetros, así que la única referencia eran sus padres. Su madre no dejaba que contara las estrellas del cielo porque decía que le saldrían verrugas. Ella y sus hermanos le creían, debían creerle. “Yo soy una sobreviviente de la familia, porque soy su aberración”, comenta. Comenzó la escuela hasta los 13 años y tuvo que dejarla a los 17 por razones económicas. Fue empleada doméstica y su curiosidad más grande en la vida era aprender a leer. Se topó con revistas de chismes y aprendió a articular palabras como “engaño”, “silicón” y “sexo”, hasta que el olfato la dirigió a un librero que tendría el aspecto de un sabio vagabundo y su olor a nostálgica celulosa la llevó a encontrar libros de Marx, Simone de Beauvoir y Freud. Ella no los entendía, tan sólo interpretaba el mensaje a su manera. Esto cambió cuando llegó a hacer la limpieza de un departamento que rentaban estudiantes de actuación oriundos de Salvador Bahía. Ellos le ponían debajo de las palabras algún sinónimo o explicación que pudiese entender y así comenzó a hacerse de recursos lingüísticos que derivaron en una habilidad para escribir y devorar libros, en particular Cien años de Soledad y Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez. Neuza se mudó a Parada de Lucas y al convivir con los vecinos vio una gran necesidad para los niños en términos de educación e integración social y comenzó a organizar visitas a museos y sitios históricos para sacar a los infantes más allá de los límites que se les habían impuesto. A los 46 años, Nascimento decidió regresar a la escuela y pudo graduarse de la preparatoria. Ella se dice feliz más no satisfecha. Uno de sus proyectos personales es intentar una beca de cooperación internacional para personas que trabajan en instituciones sociales y estudiar escritura en un país de habla hispana. Su palabra favorita es “superación” y con sinceridad comparte que su autoestima todavía no es tan estable como para mudarse de Parada de Lucas, pero reconoce que no es su lugar, tan solo su cuerpo está allí, su mente ya está asentada en la facultad y con un sueño constante: ganarse la vida escribiendo. Leãozinho Este proyecto nació el 24 de noviembre de 2011 de la visión y el trabajo de dos voluntarios, Ángel Carmona y Nuria Dillán. Ellos se conocieron en el aeropuerto de Barajas en la ciudad de Madrid antes de iniciar el viaje a Parada de Lucas para ser maestros voluntarios en el CIACAC. Ángel Carmona, director y presentador del programa “Hoy empieza todo” de Radio 3, de la Radio Nacional Española, vio la oportunidad de establecer un vínculo con los niños y adolescentes a través de la música. Con creatividad, el locutor y músico comenzó a estructurar un pequeño vagón que, con la ayuda de la incansable pedagoga Nuria Dillán, se ha vuelto una locomotora que genera talentos y que ha establecido sus vías entre una cruz y un fusil. En otras palabras, es una opción real para que los niños de la comunidad no vean a la iglesia o a los traficantes de droga como sus únicas esperanzas. Leãozinho (“Leoncito” en español) tiene seis jóvenes profesores y dos asistentes que serán maestros próximamente; cuenta con 40 alumnos constantes y 50 alumnos más que tocan sus aulas de manera inestable. El programa dona unos 500 euros bimestrales, de los cuales un 20% se destina a CIACAC, mientras el resto se lo reparten los profesores en partes iguales. El dinero sale de los conciertos altruistas que Ángel y Nuria realizan en España; ellos invitan a un grupo de música, que al mismo tiempo decide en qué sala presentarse. Bandas como Mucho, Fuel Fandango y Muchachito Bombo Infierno son quienes con gusto se han prestado para esta iniciativa, donando cada centavo a este propósito. Leãozinho también logró el apoyo de Fundación Autor por 2 mil 500 euros, que sirvieron para solventar la gira de trabajo en la comunidad que dio lugar el pasado mes de marzo; aunado a esto, hubo donaciones que vinieron de un memorable concierto con la popular banda Amaral en la sala Sol de Madrid, ambas partes, grupo e inmueble, cedieron 100% de las ganancias y no cobraron un solo euro. En total fueron 150 entradas a 20 euros. La recaudación fue de un total de 3 mil que se están invirtiendo en los sueldos de profesores, material y envío de instrumentos. Este año Leãozinho cumplió dos de sus metas más importantes a corto plazo, comenzando por hacer realidad dos históricas presentaciones con sus maestros y alumnos; la primera dentro y para la comunidad de Parada de Lucas, y la segunda en el Instituto Cervantes de Río de Janeiro. Contó con ayuda del músico y compositor español Jairo Zavala y su renombrado proyecto DEPEDRO, quien decidió sumarse a la causa para ir en persona a la favela y dar clases a los niños, así como clínicas para los maestros. Como invocando el número mítico (66) de la legendaria ruta que fuera inspiración para muchos músicos, Zavala impartió un promedio de seis horas diarias durante seis días. El músico dijo ver una capacidad extraordinaria en todos los alumnos. Comentó que en situaciones desfavorecidas, los niños aprovechan exponencialmente las oportunidades que se les presentan y asevera que la miseria no es la protagonista en ellos, sino la mirada optimista que tienen ante las cosas, por lo que se debe ayudar a recalcarles esa virtud. Agregó que nunca se sintió fuera de lugar en la favela, sino muy cómodo, “humanamente aquí hay sitio para todos”, afirmó. Las presentaciones llevaron a que los niños fuesen los protagonistas, viajaran en un camión particular con sus padres en el caso del concierto en la sala del Instituto Cervantes, experimentaran una prueba de sonido, cantaran por vez primera fuera de la comunidad en un recinto oficial y se sintieran aplaudidos. En cada presentación la comunidad se unió y se hizo indestructible. No se necesitó de un terremoto o un magnicidio para sacar del armario su voluntad, simplemente fue a través de la música. Ángel Carmona comparte que de este modo los alumnos se dan cuenta que su trabajo tiene un significado. Tablas de salvación Como segunda meta fue posible habilitar una “guitarroteca”. Esto nació de una pirámide de necesidades al estilo Maslow. Al decidir dar clases de música se tenía ya a los alumnos pero no había maestros; cuando se consiguieron los maestros no había guitarras; cuando había guitarras, éstas sólo se podían usar en la escuela; los estudiantes no tenían cómo practicar en sus casas. Por ello se trabajó en la donación de instrumentos. Actualmente la escuela cuenta con 23 guitarras de primerísima calidad gracias al apoyo de Gibson España, que donó 10 guitarras de catálogo; Raimundo, la marca de exclusivas guitarras españolas, cedió 10 piezas, entre las cuales destacan cinco guitarras pequeñas para niños. Hay otros instrumentos donados por músicos como Vetusta Morla, quienes convocaron a todo aquel que quisiera ceder alguna guitarra en sus presentaciones, por medio de una iniciativa llamada “Regálanos tu guitarra y tu guitarra te lo agradecerá”. De allí la compañía de transporte Halcourier ayudó a dar el envoltorio para cada instrumento donado y pudiera soportar el viaje hasta Brasil; por último Aitor Rioja, un luthier que trabaja para Gibson, arregló algunas guitarras para que estuvieran en mejores condiciones. “La guitarroteca” se pudo habilitar y habrá 10 guitarras permanentemente en el centro y otras 13 estarán disponibles para que los alumnos las lleven consigo y practiquen en sus casas. Leãozinho sirve para catalizar que más niños acudan al CIACAC. Las guitarras son como cuando alguien naufraga y se le ayuda aventándole un tronco para tener de dónde agarrarse, pero a partir de allí debe ser el propio náufrago quien llegue a la costa nadando. Este proyecto ayuda a implantar los valores de igualdad y ciudadanía que quiere Neuza Nascimento para la comunidad. Insertada en el ideario de la directora del CIACAC, una guitarra es una tabla de salvación dentro de la estructura de dicho centro. Como ejemplo tenemos a Jorge, de 25 años, uno de los maestros de Leãozinho, quien de niño creía que ver una persona muerta en la calle era normal. Él afirma que la música es el único universo que, a diferencia de la iglesia, el gobierno o los narcotraficantes, no te dice cómo ser y cómo debes actuar; es la única que te deja libre. Jorge se refugió en la música a partir de que su hermano se relacionó con la mujer de un traficante, motivo por el cual casi muere asesinado. La bala que iba a quitarle la vida a su pariente llegó hasta el brazo izquierdo de Jorge, dejándole una cicatriz que tiene en piel y memoria. A pesar de ser invitado y tentado innumerables veces por compañeros para incrustarse dentro de las “bocas de fumo”, él tuvo la certeza de que ése no era su mundo. Ahora cuando en su clase ve un niño con una guitarra, lo considera un logro (60% de sus alumnos son niñas). Otra particularidad es que voluntarios de Leãozinho han podido hacer contacto cercano con algunos de los “bandidos” que vigilan armados y bajo las influencias de narcóticos los puntos estratégicos de la favela. Ahora está en marcha un proceso para integrar al programa a la hija de uno de ellos. El bandido se identificó con el nombre de Xandão, que al parecer es el hipocorístico de Alexander. Aún esta iniciativa está por consolidarse, pero si se realiza, sería la primera vez que la descendiente de un “bandido” forme parte del programa. El futuro de Leãozinho depende enteramente de la comunidad, pues es un proyecto creado a partir de la necesidad de su gente, para su gente. Carmona y Dillán afirman que seguirán fortaleciendo y apoyando la iniciativa pero dejan en claro que el primer acorde lo debe dar la comunidad, uno con la suficiente fuerza para cruzar un océano y que tenga un eco seguro. Leãozinho espera que la guitarra se siga propagando como un virus positivo y que los profesores continúen entendiendo la responsabilidad de dar las clases. Es lo mismo que se espera de esta favela, una que no se puede sumergir en la indiferencia, el tráfico de drogas y el sobrepeso, tampoco en un mar de cerveza o en el río que se usa como basurero. Si las iniciativas del programa Fome Cero (Hambre Cero), que implantó el expresidente Lula Da Silva han reducido en 61% la desnutrición en el país y la pobreza rural en 15%, ya se ha arrojado la tabla, ahora corresponde a ellos nadar hacia tierra firme, allí donde las manos de colores invitan a que tomen una guitarra y sepan que cada uno puede ser rey, atrayendo a la conciencia para su propia selva.

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