Siria: detrás de la "línea roja"

martes, 3 de septiembre de 2013 · 12:06
Debido a su posición geográfica, en Siria se cruzan los intereses de las naciones del Medio Oriente. Una eventual intervención militar en ese país involucraría a los países de la región en un devastador conflicto bélico y reactivaría milenarias disputas religiosas y étnicas que harían más compleja su solución. De hecho, el apoyo militar de Washington a los rebeldes sirios podría crear una situación insólita: que Estados Unidos y Al Qaeda –que tiene en Siria organizaciones supeditadas a ella– se encuentren en el mismo bando luchando contra un rival común: El régimen de Bashar el Assad.   MEXICO, D.F. (Proceso).- Una caricatura circuló a principios de año en la ciudad siria de Alepo: El presidente Bashar el Assad aparece hasta las rodillas en un lago de sangre. Sujeta una sierra eléctrica. Está rodeado de cabezas, miembros y cuerpos destrozados. En el ambiente flota una peste debido a la descomposición de los cadáveres. El mandatario estadunidense Barack Obama aparece de pie a un lado, sin ensuciarse, y dice: “No. No huele a nada químico”. La caricatura –que después circuló en internet– alude a la declaración de Obama del 20 de agosto de 2012, cuando estableció “la línea roja” que Assad no debería cruzar: el uso de armas químicas en la guerra civil siria. Refleja también una creencia generalizada entre los rebeldes de este país: al establecer los límites, Obama pareció darle carta blanca al régimen sirio para masacrar a su pueblo, siempre que no lo hiciera con armas químicas, al tiempo que evitaba involucrar a Estados Unidos en el conflicto con acciones militares directas. En los hechos, Obama no resultó bien querido ni por Dios ni por el diablo: había decepcionado a los rebeldes sirios y era odiado por el gobierno de Assad y sus seguidores.­ Pero todo indica que Assad cruzó la “línea roja”. El 21 de agosto último, en horas de la madrugada, miles de habitantes de cuatro barrios de Damasco –todos controlados por los rebeldes sirios desde el verano de 2012– fueron afectados por un mal desconocido, en medio de bombardeos del ejército gubernamental. Sin señalar culpables, la organización Médicos sin Fronteras informó que tres hospitales afiliados a dicha organización fueron “inundados” con 3 mil 600 pacientes que presentaban síntomas que “indicaban fehacientemente una exposición a un agente neurotóxico”. De ellos, 355 murieron. Otras personas perecieron antes de ser trasladadas a clínicas. No se tienen reportes de los que fallecieron en centros de salud ajenos a esa organización. Las estimaciones de víctimas fatales van de las 322 (incluidos 46 guerrilleros) que dio el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, a mil 729, según el opositor Ejército Sirio Libre (ESL). Estados Unidos y los países de Europa sostienen que el régimen de Assad llevó a cabo el ataque masivo con armas químicas; éste afirma que lo realizaron los rebeldes y acusa a Washington de fabricar evidencias para justificar una intervención militar. Se trata del mayor ataque con armas químicas que se ha registrado en 25 años, desde que el ejército del depuesto presidente iraquí Sadam Husein mató a 4 mil 500 habitantes del pueblo kurdo de Halabja. El mandatario estadunidense, quien durante sus dos periodos presidenciales se ha esforzado para sacar a su país de dos largas y costosas guerras (Irak y Afganistán), se encuentra ahora abocado a meterlo en otra, en alianza con Gran Bretaña, Francia y otros miembros de la OTAN. Pero, advierten especialistas en Medio Oriente, esta intervención militar, a diferencia de la realizada por la OTAN en Libia durante 2011, puede desembocar en una conflagración regional. Debido a su posición geográfica, en Siria se cruzan los intereses de las naciones del área, las cuales se verían inevitablemente involucradas en el conflicto. Al menos una de ellas, Israel, posee armas nucleares; y otra, Irán, las está desarrollando. Además, se reactivarían milenarias disputas religiosas y étnicas que harían más compleja cualquier solución. Por si fuera poco, no queda claro cómo Washington va a apoyar a los rebeldes. Éstos se encuentran divididos en facciones, algunas enfrentadas entre sí. De hecho, una intervención militar de Occidente puede crear una situación paradójica: que dos enemigos –Estados Unidos y Al Qaeda, que tiene en el terreno organizaciones supeditadas a ella– se encuentren en el mismo bando, luchando hombro a hombro contra un rival común: el régimen de Assad. Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1922 de la revista Proceso, actualmente en circulación.

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