Cine: "Moliére en bicicleta"

martes, 17 de septiembre de 2013 · 21:02
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Hablar de homenaje a la literatura puede resultar una banalidad o una pedantería, pero un par de cintas incluidas en el programa del Tour de Cine Francés demuestran que encomiar la obra de un autor consagrado exige probar su actualidad, sobre todo cuando se trata de un moralista de la corte de Luis XIV. Moliére en bicicleta (Alceste à Bicyclette, Francia-Bélgica, 2012), de Philippe Le Guay, trae el siglo XVII a la época de la internet y de los teléfonos celulares. Valence (Lambert Wilson), exitoso actor de cine y televisión, viaja a Ile de Ré (isla en el Poitou) para convencer a un amigo, el actor Serge Tanneur (Fabrice Luchini), retirado en plena cumbre de su carrera, para montar El misántropo, de Moliére; la mancuerna de actores sería un éxito de taquilla. Tanneur, hosco e insociable, se rehúsa; pero como se trata de su obra favorita cede poco a poco, en la medida en que el texto circula de nuevo por sus venas histriónicas. El melancólico actor parece reconciliado con los seres humanos, incluso se ve atraído por una guapa italiana, y el paisaje de la isla cobra vida. La estrategia dramática del guión, escrito por el propio realizador en colaboración con Fabrice Luchini, es transparente; consiste en asimilar gradualmente a los protagonistas de la cinta con los personajes y situaciones de la obra de Moliére, representar una versión moderna y recuperar el mensaje moral del gran humanista. Valence pesca a Tanneur con dos anzuelos; uno, proponiéndole que cada uno alterne entre el papel de Alceste (el misántropo) y Philante (su único amigo); otro, darle razón cuando afirma que el verdadero pesimista de la obra es Philinte, el amigo de Alceste; es decir, sería pesimista afirmar que los hombres son como son y no hay más que aceptarlos así; quererlos radicalmente mejores, como exige Alceste, significaría ser muy optimista. Lambert Wilson y Fabrice Luchini, actores de formación clásica, combinan presencia cinematográfica con experiencia teatral; la dirección de Le Guay no se esfuerza mucho en cuanto imagen y movimientos de cámara, se trata de un duelo de actores que aprovechan historia y texto para lucirse, por eso la crítica no se lee entusiasta con el resultado, mucho teatro y poco cine, pero el público francés sí que apreció espiar a sus actores, como quien dice tras bambalinas, explorando el texto del autor siempre estudiado en la escuela, posesionándose de los personajes y demostrando que siempre tiene la razón. En general, El misántropo es una obra difícil de interpretar que aún genera desconcierto en público y lectores; no es fácil asimilar la amargura de Moliere si se pierde de vista que antes de escribir comedias empezó con tragedias; por mucha risa que provoque el autor de El enfermo imaginario, sus dramas caminan sobre el filo de la navaja, y el fondo es puro desencanto. Le Guay y Luchini proponen una lectura deleitable de z, exploran la cadencia y la sensualidad del verso alejandrino; en esta nueva versión de la obra, Philinte y Alceste corren en bicicleta, se pelean por los pies del verso y destacan sentencias universales del Gran Siglo.  

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