Periplo masticado: de números que hacen música

martes, 10 de diciembre de 2013 · 13:44
OLOMOUC, República Checa.- Para finalizar el peregrinaje de esta columna por tierras del viejo mundo, hubo de desplazarse hasta esta hermosa localidad del este de la región de Moravia, también conocida como la Ciudad de las Fuentes, pues reside en ella un joven compositor tamaulipeco que, además de sus interesantes partituras, emanadas todas de un vasto conocimiento sobre las relaciones numéricas que moran en el arte sonoro, ha echado raíces en este país. Su nombre, Omar Rojas Ruiz (1982), es ya sinónimo de una sólida imbricación entre las matemáticas aplicadas a la música y de las sorprendentes posibilidades que tienen los calendarios maya y nahua para convertirse en sonidos. En la cordialidad del diálogo las palabras fluyeron sin tropiezos. –Omar, tu asentamiento en esta nación y la manera en que te has abierto camino translucen un carácter férreo y unas ganas inmensas de sobresalir, háblame de tu formación y de tus motivaciones… –Nací en Ciudad Madero, Tamaulipas, y fui criado como hijo único, aunque tengo cuatro medios hermanos. Al año de nacido me trasplantaron a la Ciudad de México, donde aprendí las primeras letras. Alrededor de los once años comencé a tocar la guitarra y a componer mis primeras canciones, ahí se abrió el camino que habría de marcarme de por vida. Una vez acabada la prepa tomé la decisión de cursar estudios profesionales de música, inscribiéndome en el CIEM (Centro de Investigación y Estudios de la Música), donde fui acogido y becado con mucha generosidad. Para ese tiempo la convicción de hacer carrera como compositor se volvió inquebrantable. Algunas de mis tareas escolares lograron salir del ámbito educativo, como fue el caso de mis Variaciones ibéricas para guitarra, que se estrenaron en Chile y en los Estados Unidos de América, y el de mi cuarteto de cuerdas Clamores Aetheri que se tocó en 2006 en el Palacio de Bellas Artes. Con esos primeros logros caí en la cuenta que era prioritario pensar en una educación de posgrado fuera de México, educación que, dicho sea de paso, me deparó la residencia en este país. En cuanto a la motivación para componer, siempre he tenido en mente que hay que imaginar la música que a uno le gustaría escuchar, para luego ponerse a escribirla. –Tengo entendido que cursaste la maestría y el doctorado en composición en la afamada Academia Janacek de Artes Escénicas y Musicales de Brno, ¿cuáles fueron tus propuestas de tesis? –Para obtener la maestría presenté una investigación que versó sobre diferentes aplicaciones de la secuencia de Fibonacci dentro de la composición musical, un trabajo que, independientemente de su vastedad y complejidad, me requirió un gran esfuerzo, pues una condición para poder acceder al posgrado era tener un aceptable dominio del checo, que es un idioma muy difícil. Demoré siete meses de intenso estudio para, más o menos, poder entenderlo y para poder expresarme. Respecto del doctorado, creo que fue una consecuencia lógica del trabajo de maestría ya que amplié la investigación, aunque llevándola a un terreno que, por nostalgia, quería que me resultara más familiar, es decir, la titulé: “Música y matemáticas, con enfoque en los sistemas numéricos de la Mesoamérica precolombina. –Antes de pedirte que abundes en la naturaleza de tus trabajos estoy obligado a mencionar que el título de tu tesis es pleonástico, pues se sobreentiende que aquella región que el etnólogo alemán Paul Kirchhoff bautizó como Mesoamérica, se aplica únicamente a esa franja territorial con características culturales afines previa a la llegada de los europeos. ¿Nadie te lo cuestionó? –No, pues para mis tutores el concepto de Mesoamérica era muy vago. Por otro lado le vi la conveniencia de aunarle lo precolombino para situar en el tiempo a los lectores europeos de mi tesis. Si la hubiera publicado en México, el título evidentemente habría cambiado. ¿Es muy grave? –En realidad no, pues tampoco en México se tiene un conocimiento generalizado sobre las culturas mesoamericanas. Piensa, nada más, en la paradoja de que la propia UNAM no contara con un posgrado sobre los estudios del México Antiguo y que éstos fueran incorporados apenas en 1993. Empero, ese no es el punto de nuestra incumbencia, cuéntame primero sobre la secuencia numérica de Fibonacci 1 y la utilización que hiciste de ella dentro de tu música… –Cursando aún la licenciatura noté la estrecha relación que había entre la secuencia de Fibonacci y la sección áurea,2 así como fueron empleadas en las obras de Debussy y Bartok que analicé entonces, básicamente el Cuarteto de cuerdas op. 11 del francés y la música para cuerdas, percusiones y celesta del húngaro. Como sabemos, ya desde sus primeras composiciones Debussy utilizó la sección áurea para diseñar muchas de sus estructuras, y Bartok fue uno de los músicos que más aportó en el campo de la composición basándose en sistemas numéricos y en la sección áurea. Posteriormente estudié las técnicas seriales del siglo XX hasta plantearme el reto de profundizar en la materia y de darle mi propia forma sonora. En la tesis planteo diversas posibilidades de construir escalas y acordes de acuerdo a la secuencia. También abro el espectro para abordar su uso dentro de patrones rítmicos, de ostinatos y de la “intercambiabilidad” de lenguajes armónicos. Todo eso me llevó a diseñar mis estructuras compositivas y a definir su lenguaje rítmico-melódico inherente. De esa investigación aplicada derivó la creación de mi ópera La llorona y el poema sinfónico Tenochtitlan 3 que se estrenaron con la Filarmónica de Moravia en Brno. –Supongo que hiciste algo similar con el estudio de los sistemas calendáricos mesoamericanos para tu doctorado… –Exactamente, estudié las múltiples posibilidades de las cuentas numéricas largas y cortas de los calendarios maya y mexica para extraer una serie de relaciones sonoras que les fueran afines. Como primer resultado tangible, compuse una obra para ensamble de cámara, para trece instrumentos en particular, que titulé Tezcatlipoca y que, para mi fortuna, obtuvo el primer premio en el VII Concurso de Composición Musical de la Universidad de Zaragoza, España, donde se ejecutó por primera vez. –Para redondear tu perfil biográfico debo anotar que eres el primer mexicano que imparte cátedra en la Academia Janacek y que en ella ilustras al estudiantado sobre la historia de la música latinoamericana. Asimismo, que creaste con la idea de difundir la música mexicana en éste, tu país adoptivo, el ensamble Vámonos, y que eres fundador de los certámenes de composición Janacek-Revueltas. ¿Hay algo en particular que vislumbres en tu futuro cercano y que quisieras compartir? –Sí, me veo de regreso en México, pues aunque aquí haya contraído matrimonio y procreado una hija, y aunque aquí se me hayan abierto muchas puertas, la “extranjeridad” me sigue pesando. Quisiera creer que hago más falta en México ahora que ya tengo un bagaje de experiencias y conocimientos lo suficientemente rico como para ser compartido… –Con las reticencias propias del caso, deseo que no te equivoques y que en nuestro país te den una bienvenida a la altura de tu prodigalidad. l ——————————- 1 La secuencia de Fibonacci se crea por la aparición infinita de números naturales, en los que cada nuevo numeral, empezando con el cero, es la suma de los dos anteriores; así, se tiene el 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, etcétera. 2 La ección áurea aparece mencionada por vez primera en el manuscrito De Divina Proportione del fraile Luca Paccioli de 1509. Paccioli la definió como “la división de un segmento en dos partes de modo que el todo sea a la parte mayor como ésta es a la parte menor”. En términos numéricos la relación es de 3 a 5 o de 5 a 8. El número áureo es designado con la letra griega Fi y es 1,61803… 3 Se sugiere la escucha del mismo en la interpretación de la orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. Encuéntrelo pulsando la ventanilla de audio: (Omar Rojas: Poema Sinfónico Tenochtitlan. Grabación en vivo. Junio de 2013. OFCM. Roberto Beltrán, director huésped. Enrique Nieto, percusiones prehispánicas.)

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