Las cuatro tomas de Apatzingán, triunfos endebles

jueves, 6 de marzo de 2014 · 23:00
MÉXICO, D.F. (apro).- Curiosa ciudad Apatzingán: en el último año de la actual guerra antinarco ha sido tomada cuatro veces por las autodefensas ciudadanas, que cuatro veces se han retirado. Primera La primera toma ocurrió el 26 de octubre del año pasado. Ese día, alrededor de 600 personas entraron en 100 vehículos a la “ciudad sede” de Los Caballeros Templarios. Avanzaron hacia el centro de la localidad pero fueron recibidos a balazos. Pocas horas después se retiraron del sitio. Pese a su repliegue esa jornada significó un triunfo para las guardias comunitarias. Se echaron a la bolsa a buena parte de la opinión pública. Apatzingán era, además, la mayor ciudad a la que habían entrado los inconformes, y la refriega se saldó con daños mínimos. El 27 de octubre el fenómeno de las guardias comunitarias estaba en las primeras planas. Antes se sabía que existían, pero se les veía como un fenómeno débil y se les catalogaba en el mismo costal que a las guerrerenses (donde desde antes eran legales). Aquella refriega dejó tres enseñanzas: las autodefensas michoacanas provenían de un proceso social particular (aunque replicable en otros sitios), eran poderosas y utilizaban métodos de lucha que nunca se habían visto en el país. Segunda Del 11 al 18 de enero las guardias volvieron a incursionar en Apatzingán: esta vez no en la cabecera municipal (a la que sin embargo llegaron a cercar), sino en pueblos de la demarcación. En respuesta, los narcos quemaron Oxxos, incendiaron vehículos y cerraron carreteras. Los voceros de las autodefensas anunciaron que –ahora sí– la toma de la ciudad era inminente, “cuestión de días”. Tras la acometida, no obstante, las autodefensas disminuyeron ligeramente su beligerancia. Las razones para el repliegue indican que las guardias se retrajeron porque no hablamos de un ejército regular, sino de gente con sus propios trabajos que, sin embargo, toma las armas. Esta situación surrealista evidenció el limbo entre la normalidad y la guerra que priva en la entidad. Los rebeldes están luchando por algo tan sencillo como seguir haciendo lo que toda la vida han hecho. Esta segunda toma también mostró que las autodefensas tenían un poder de fuego sostenido: una toma podía ser producto de la suerte, pero otra –y tres meses después– indicaba una lucha mejor organizada, con capacidad de resistir… y financiada. Las dudas oscilaron entre un patrocinio del narco y uno de empresarios. Hasta el momento, los indicios apuntan a que son hombres de negocios de Estados Unidos y del propio Michoacán los que han desembolsado la mayor parte. Tercera El 8 de febrero pasado alrededor de 5 mil 700 elementos de las autodefensas, desplazados en 300 camionetas, llegaron a Apatzingán para volver a tomarla. En un despliegue que incluyó centenas de soldados y policías, los guardias estuvieron unas horas en la localidad y después se dispersaron. La espectacularidad del despliegue volvió a conmocionar el país. El comisionado federal para Michoacán, Alfredo Castillo, incluso dijo a El Universal que esa toma tenía una importancia casi igual a la de la firma del acuerdo que legalizó a las guardias. El objetivo de las tomas michoacanas es muy distinto al tradicional. En la teoría militar clásica, la toma de una plaza se entiende en la lógica de una guerra posicional, en la que ejércitos regulares avanzan y controlan los recursos, la actividad y el movimiento en áreas cada vez mayores. En la guerra de guerrillas, en contraparte, las tomas no tienen sentido más que en la fase de consolidación final. De modo tal que las autodefensas han mostrado, con sus tomas y repliegues, una lógica que va a caballo entre lo tradicional y lo guerrillero. No sólo por estrategia, también por necesidad. Y funciona. Cuarta Ocurrió apenas el lunes 3. Ha sido la menor de las “tomas” de Apatzingán. Ese día, habitantes de dicha ciudad, simpatizantes de los grupos de autodefensas, se metieron al palacio municipal para exigir la remoción del alcalde Uriel Chávez, a quien acusan de tener vínculos con los templarios (proceso.com.mx/?p=366313). Los manifestantes recorrieron el edificio vigilados por elementos de la Policía Federal. Iban desarmados, aunque afuera del inmueble permanecieron centenas de personas que sí portaban armas largas. Después del recorrido, las guardias comunitarias se retiraron y dispersaron. Llama la atención que la mayoría de medios siguiera usando el término “toma”, tan inexacto. Y aún es más notorio que casi ninguno recordara el hecho de que era la cuarta vez que ocurría un despliegue así. El recurso de “tomar Apatzingán”, sin embargo, se va mostrando en sus limitaciones y problemas. Al gobierno federal, de hecho, no le convienen esos despliegues, que dan una idea de lo endebles que son los triunfos conseguidos hasta el momento. Tan es así que ya logró que las autodefensas se comprometieran a no tomar zonas urbanas. Twitter: @JCOrtegaPrado juan.ortega@proceso.com.mx

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