Palestina-Israel: El recurso del boicot

viernes, 28 de marzo de 2014 · 21:21
JERUSALÉN (apro).- Para sectores radicales de la sociedad israelí la temible palabra “boicot” representa sólo una estéril campaña de propaganda antisemita, mientras que en círculos más moderados se percibe como una amenaza real que pondría en la cuerda floja las finanzas y la imagen del país. El gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu la califica como una manera “inmoral” de presionar a Israel para hacer concesiones de cara a un acuerdo de paz, mientras los palestinos la conciben como una especie de tercera intifada pacífica que diversos países observan curiosos y con una cierta complicidad. La campaña para bloquear productos o instituciones israelíes relacionados con los asentamientos de la Cisjordania palestina ocupada ha ganado adeptos e importancia internacional en las últimas semanas. “Creemos que la combinación del boicot a los productos israelíes sumado a la resistencia no violenta y a la unidad palestina pueden ser un sustituto de las negociaciones de paz que están siendo usadas para encubrir la expansión de las colonias y la opresión israelí. Estamos orgullosos de lo que está pasando y la reacción de Israel muestra que estamos siendo eficaces”, explica a Apro Mustafá Barghouti, miembro del Comité Nacional de la organización palestina Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), principal artífice de esta campaña. El boicot que predica BDS no tiene un solo rostro y puede ser diplomático, económico, académico o cultural. Los apoyos recibidos desde diversas partes del mundo son diversos y van desde cortar los intercambios con una empresa que opera en los asentamientos o cerrar las puertas a un banco implantado en los territorios ocupados hasta anular un concierto en Israel o retirar la invitación para un congreso a una entidad académica de Jerusalén, pasando por rechazar un alimento o un producto de belleza producido en una colonia. La decisión de Scarlett De forma totalmente involuntaria, el más reciente empujón internacional a BDS vino de la mano de la actriz estadunidense Scarlett Johansson, imagen de la campaña de publicidad de una marca de agua con gas, Sodastream, que posee una fábrica en un asentamiento en Cisjordania, en suelo palestino. Convertida en blanco de numerosas críticas por ser al mismo tiempo embajadora de Oxfam, la actriz tuvo que elegir, ya que la ONG, que denuncia la expansión de las colonias israelíes, consideró “incompatibles” ambas actividades. Y Johansson se quedó con Sodastream, argumentando que el hecho de que una empresa israelí diera trabajo en condiciones dignas a decenas de palestinos era, en su opinión, un puente para la paz. BDS, que desde 2005 reúne a los principales interlocutores de la sociedad civil palestina, no escatimó críticas contra la actriz. “Johansson se ha quedado en el lado equivocado de la historia”, resumieron, conscientes, sin embargo, de que la artista les había brindado una oportunidad de oro para que el mundo hablara de ellos. La mayor parte de la comunidad internacional considera ilegal la instalación de ciudadanos israelíes más allá de la Línea Verde; es decir, la frontera anterior a 1967 entre Israel y los territorios palestinos. Pero en este momento unos 300 mil colonos viven en Cisjordania, a los que se suman entre 180 mil y 200 mil que residen en Jerusalén Este, también ocupado por Israel, según datos de la ONG israelí Bet’selem. La expansión de los asentamientos se ha acelerado y en los últimos ocho meses de 2013, ya en plenas negociaciones de paz de Israel con los palestinos, se han construido 3 mil 472 viviendas, lo cual significa que unos 17 mil nuevos colonos se han instalado en Cisjordania y Jerusalén Este. En este contexto, diferentes países u organizaciones entienden este boicot como un instrumento justo para ayudar a los palestinos a recuperar derechos vulnerados por la expansión territorial israelí. Recientemente el fondo soberano noruego excluyó a dos empresas que habían participado en la construcción de colonias en Jerusalén Este. Berlín dejó de subvencionar a las firmas israelíes que operen más allá de la Línea Verde y un fondo de pensión holandés cortó sus relaciones con cinco bancos israelíes por sus actividades en diversos asentamientos. Con la Unión Europea la bomba estalló en junio pasado, cuando el bloque decidió no incluir en los presupuestos aprobados hasta 2020 préstamos y subvenciones para bienes o empresas procedentes de Cisjordania y Jerusalén del Este. Bruselas estudia además usar etiquetas que distingan claramente los productos fabricados en asentamientos. Simbólicos pero no menos importantes han sido los apoyos brindados por científicos y académicos, como el reconocido físico británico Stephen Hawking, quien en 2013 anunció que no asistiría a una conferencia en Israel como una forma de manifestar su rechazo a los abusos que sufren los palestinos; o el de la Asociación de Estudios Americanos (ASA), que dejó de colaborar con instituciones educativas israelíes para protestar por el impacto que la “ocupación” tiene en el mundo académico palestino. En Israel invitar a la población a sumarse al boicot está prohibido por ley y diversas organizaciones locales que apoyan esta campaña se limitan a subrayar que la expansión territorial en Cisjordania es contraria al derecho internacional y a difundir listas de productos fabricados en los asentamientos. “El gobierno israelí está entrando en pánico debido a nuestro avance, sobre todo en países que él consideraba aliados cercanos, como Estados Unidos, Alemania y Holanda”, celebra Omar Barghouti, co-fundador del movimiento BDS. Oficialmente, el gobierno estadunidense ha rechazado esta campaña de boicot contra Israel. Sin embargo, a principios de febrero, en una conferencia internacional sobre seguridad en Munich (Alemania), el secretario de Estado norteamericano John Kerry admitió que existía una “creciente campaña de deslegitimación de Israel” y el propio presidente Barack Obama, sin pronunciar la palabra “boicot”, aseguró a principios de marzo en una entrevista exclusiva con la agencia Bloomberg que si la construcción “agresiva” de colonias continuaba y los palestinos consideraban que en este contexto es imposible obtener la creación de su Estado, la capacidad de Estados Unidos de contener las “repercusiones internacionales será limitada”. “Amenaza estratégica” [gallery type="rectangular" ids="368369"] “Esta campaña quiere crear una presión psicóloga sobre la opinión pública israelí. Pero no hay que olvidar que los palestinos serían los primeros perjudicados. Si, por ejemplo, el boicot obligara a cerrar una fábrica y a situarla a 20 km de distancia (a un terreno israelí según el derecho internacional) los empleados israelíes seguirán trabajando pero lamentablemente los palestinos serían despedidos”, explica a Apro Dany Dayan, exdirector de la Yesha, entidad que agrupa a la mayoría de los asentamientos de Cisjordania, y actualmente encargado de las relaciones internacionales de la organización. Dayan rechaza la imagen de explotación y segregación que BDS describe y asegura que los palestinos que trabajan en los asentamientos están sujetos a leyes israelíes que son “mucho más avanzadas” que las de la Autoridad Palestina, ganan dos o tres veces más que si trabajaran en ciudades palestinas como Ramalá o Jenín y tienen idéntico trato que los empleados israelíes. “Creo que este boicot es otra manera de presionarnos para tomar decisiones ajenas a nuestros intereses y derechos. Yo, personalmente, no veo que esté ocurriendo algo significativo y tangible en el terreno pero acá en Israel somos campeones del mundo en intimidarnos a nosotros mismos”, asegura Dayan, nacido en Argentina. Sin embargo, entre las autoridades israelíes, la palabra como “apartheid”, usada por quienes propugnan el boicot, indigna y preocupa por evocar el fantasma de un ostracismo internacional que se quiere a toda costa evitar. En un reciente comunicado, la asociación israelí Monitor NGO criticó que se está haciendo creer que el conflicto palestino-israelí es una disputa basada en el odio de los judíos contra los árabes. “Asociar el apartheid con Israel pretende generar un boicot internacional como el implementado contra Sudáfrica en tiempos del apartheid y condenar a Israel a ser un Estado paria”, aseguró en el texto. Pero el boicot ¿es un mito o una realidad? “Israel ha reconocido oficialmente a BDS como una ‘amenaza estratégica’ para su régimen de ocupación, colonialismo y apartheid”, responde Omar Barghoutti, quien aspira a que esta campaña convierta la marca Israel, y no sólo los productos de las colonias, en algo “tóxico”, que despierte recelo en el mundo entero. “Olvídate de los productos de los asentamientos. El objetivo son los bancos, ahí está el dinero, ese es el pilar de la economía israelí”, agrega. El ministro israelí de Finanzas, Yair Lapid, es uno de los pocos responsables del gobierno en no ocultar su preocupación y recientemente ha divulgado varias cifras reveladoras: Un boicot internacional efectivo podría costar a Israel 10 mil puestos de trabajo, las ventas a la Unión Europea se reducirían en 20% y algunas inversiones directas se congelarían. En total, el boicot europeo significaría pérdidas de 3 mil millones de dólares al año. “Si las negociaciones de paz con los palestinos fracasan y comienza un verdadero boicot europeo, cada israelí sentirá los efectos en sus bolsillos”, dijo Lapid en un reciente discurso. El pasado 4 de marzo en una visita a Washington, Netanyahu usó por primera vez un tono especialmente duro contra BDS, lo cual demostró que esta campaña de boicot comienza a ser un dolor de cabeza para su gobierno, al menos desde un punto de vista diplomático. BDS es “malo para la paz” y está “moralmente errado”, aseveró. “Quien apoye el boicot a Israel debe ser condenado y tratado de la misma manera en que se trata a los intolerantes y antisemitas”, zanjó. Sin embargo, Netanyahu ha recordado que no será fácil dejar de lado a Israel. “Nuestros socios en Asia, África y América Latina siguen llegando al país porque buscan nuestra creatividad, nuestro dinamismo y nuestra tecnología y eso no lo va a parar el boicot de BDS”, retó. Pero para BDS, justamente desde regiones como América Latina, se han recibido importantes muestras de solidaridad. “El apoyo de países como Brasil, Chile o Argentina ha aumentado. Ese apoyo es para nosotros como empujar una puerta entreabierta porque son lugares en los que la causa palestina lleva años defendiéndose. El reto allá no es convencer a nadie de los abusos de Israel porque los conocen y son países que entienden perfectamente qué es el colonialismo”, asegura Barghoutti a Apro. En un momento en que ambas partes han vuelto a poner sobre la mesa sus condiciones para un acuerdo de paz, queda por ver si el boicot contra Israel será un as en la manga palestino que favorezca el entendimiento o sólo una cortina de humo. Omar Barghoutti afirma, misterioso, que 2014 estará “lleno de sorpresas para Israel”.

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