Cumbre de Seguridad Nuclear: México, el mal ejemplo

martes, 8 de abril de 2014 · 11:40
Hace dos semanas La Haya fue sede de la tercera Cumbre de Seguridad Nuclear, que habría transcurrido prácticamente sin pena ni gloria de no ser por un caso ventilado relativo a México. En diciembre último, en un pueblo de Hidalgo fue robado un camión con una carga de cobalto 60. El “incidente mexicano” fue muy comentado en la reunión, sobre todo porque permitió dejar claro que los riesgos nucleares no sólo se asocian al uso del uranio y el plutonio, o a las grandes explosiones atómicas... LA HAYA, HOLANDA.- Durante la tercera Cumbre de Seguridad Nuclear (CSN) –el lunes 24 y martes 25 en esta ciudad– México quedó exhibido al convertirse en ejemplo de irresponsabilidad en cuanto al manejo de materiales radiactivos peligrosos. El motivo: la fallida actuación de las autoridades tras el robo de una fuente de cobalto 60 en Tepojaco, Hidalgo, el 2 de diciembre último. Pese al costo que este hecho tuvo para la imagen de México, el gobierno de Enrique Peña Nieto no mostró interés en la cumbre –que reunió a líderes mundiales, incluidos los presidentes de Estados Unidos y de China–, a la cual envió una delegación de rango menor. Con todo, la cumbre no fue concluyente. El primer ministro holandés, Mark Rutte, no obtuvo nada semejante a una “Declaración de La Haya” en la que se plasmara el compromiso de los 53 países presentes de establecer altos estándares de seguridad para dificultarles las cosas a quienes aspiren a convertirse en terroristas nucleares. No hubo más que un comunicado en el cual, a consecuencia del llamado “incidente mexicano”, la novedad fue poner énfasis en la protección de materiales radiológicos, antes poco resaltados en comparación con los que podrían provocar una explosión atómica. A fin de cuentas la atención estuvo en otro lado: el martes 25 Rutte abrió la conferencia de prensa de clausura de la cumbre destacando los modestos logros alcanzados, antes de que las preguntas de los periodistas reemplazaran el tema con el de la crisis de los países de Occidente y Rusia por la anexión de Crimea. México quedó como el centro del interés de los científicos, preocupados por las vulnerabilidades que exhibió el caso del cobalto 60, y de los diplomáticos holandeses para quienes el suceso de Tepojaco era la única herramienta para darle un contenido propio a la cumbre. Pero el gobierno de Peña Nieto destacó por su silencio. En lugar del presidente acudió Juan Manuel Gómez Robledo, subsecretario de Relaciones Exteriores, quien apareció en la fotografía oficial acomodado atrás, en una escalera, mientras en las posiciones frontales sonreían monarcas, presidentes y primeros ministros.   Laxitud   A la 1:30 horas del 2 de diciembre de 2013 un camión que trasladaba equipo de radioterapia en desuso fue asaltado luego de que el chofer se detuvo a dormir en una gasolinería en Tepojaco. Había recibido el material en la Clínica 20 del IMSS en Tijuana el 28 de noviembre y recorrido 2 mil 750 kilómetros sin protección ni medidas de seguridad. Al reportar el suceso al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Jaime Aguirre Gómez, director adjunto de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas (CNSNS), aseguró que el cabezal que contenía el compuesto químico estaba “adecuadamente blindado” en una carcasa “diseñada para no ser abierta o perforada fácilmente”. Por su parte el secretario de Protección Civil de Hidalgo, Arturo Vilchis, dijo a la prensa: “no hay peligro para la población, no es este tipo de materiales como los gases, polvos, etcétera, que en un momento se pueden dispersar; es una pieza sólida”. No obstante, cuando el aparato fue localizado (los ladrones lo abandonaron en Hueypoxtla, Estado de México) el 5 de diciembre, Mardonio Jiménez, de la CNSNS, admitió que el cabezal que contenía el cobalto 60 había sido extraído y abierto. La postura oficial, en cualquier caso, se mantuvo: la “sustancia cancerígena” sólo presenta “riesgo para quien la manipule”, según explicó a la agencia DPA Miguel García Conde, subsecretario de Protección Civil de Hidalgo. “Esa fuente de cobalto 60 es esencialmente lo que hubiera sido el corazón de una bomba sucia”, explica a Proceso Kenneth Luongo, entrevistado en Ámsterdam durante la Cumbre de Conocimiento Nuclear, celebrada el viernes 21 y el sábado 22, previa a la Cumbre de Seguridad Nuclear. “Si alguien pone dinamita alrededor y la hace explotar en la Ciudad de México contaminaría cuadras enteras con radiación y no sería posible habitarlas. Mataría personas, enfermaría a muchas”, añade. Luongo, presidente del grupo Asociación para la Seguridad Global, muestra el dedo pulgar y señala de la punta al nudillo: “Esto es todo lo que hace falta para hacer estallar. Ni siquiera necesitas dinamita. Con explosivos plásticos es suficiente”. Lo robado en Tepojaco fueron 2 kilos 300 gramos de cobalto 60 contenidos en un cilindro del tamaño de una caja de zapatos. Lo más alarmante es la facilidad con que se produjo lo que fue, en realidad, un accidente: no se trató de una compleja operación montada por un grupo terrorista o criminal, sino la suerte de ladronzuelos oportunistas que asaltaron ese vehículo sólo porque estaba ahí. En Nueva York, ejemplifica Luongo, el traslado de estos materiales se realiza de noche, con un vehículo blindado acompañado por una escolta armada. Luego un grupo de personal calificado se encarga de limpiar los sitios por donde pasó dicho vehículo. En el caso mexicano, en cambio, lo que todos se apresuraron a lavar fueron las manos: el IMSS aseguró el 4 de diciembre que tenía el recibo donde le pasaba la custodia a la empresa Asesores en Radiación, la cual a su vez le entregó el equipo radiactivo a la compañía Transportes Ortiz. “Lo que ocurrió en México es un ejemplo de la laxitud en el sistema de seguridad. Tenías un camión con una fuente altamente radiactiva parado en una gasolinería, probablemente no mucho tiempo, pero lo suficiente para que alguien se apoderara de él. Hemos visto otros incidentes en Sudamérica y en India en los que se abre una fuente radiactiva, escapa la radiación y enferma a la gente del área cercana.”   Estándares   En el marco de la CSN en La Haya, William Tobey, investigador de la Universidad de Harvard y director de Antiproliferación Nuclear durante la presidencia de Bill Clinton, dice a este semanario: “No veo razones para creer que México es un problema especial en este aspecto. Ese incidente pudo haber ocurrido en muchos países. Espero que los demás lo tomen en cuenta”. Por separado, Luongo coincide: Lo que muestra este caso “es que no puedes decir: ‘Bueno, ya pusimos las vallas y ya está bien’. Tienes que mantener una vigilancia constante. Los estándares de seguridad de México pueden ser mejorados”. Pero el incidente mexicano ganó en importancia debido al contexto en el que se produjo. Las cumbres de Seguridad Nuclear son un proyecto que propuso Barack Obama en 2009. Pese a la amplitud conceptual del nombre, atienden una parte muy concreta del problema: el control de los materiales que manejan industrias civiles, como la de la salud (para terapias contra el cáncer), la alimentaria (esterilización) y la petrolera (exploración). La visión original de Obama era abrir el tema con una cumbre, que tuvo lugar en Washington en 2010, realizar otra de evaluación en Seúl en 2012 y finalizar con una más en 2014, en La Haya. Pero los acuerdos no llegaron. Meses antes quedó claro que la ciudad sede no le daría su nombre a un pacto definitivo y el evento quedaba en peligro de ­intrascendencia. Pero el robo del cobalto 60 echó luz sobre una falta en las discusiones de Washington y Seúl: el centro de la atención había estado siempre en las mil 390 toneladas de uranio altamente enriquecido (UAE) y las 490 toneladas de plutonio que hay en el mundo, suficientes para elaborar 20 mil bombas como la que destruyó la ciudad japonesa de Nagasaki o bien 80 mil como la que pulverizó Hiroshima en 1945. En cambio poco se había dicho sobre el cobalto 60 y el cesio, que sirven para producir armas mucho menos letales pero muy peligrosas. En encuentros formales e informales con la prensa durante la semana previa a la CSN, diplomáticos holandeses insistieron en la importancia de atender este aspecto, y para ejemplificar recurrieron siempre al “incidente mexicano”. En conversación informal, un funcionario de la embajada holandesa en Washington recuerda que el cobalto 60 había partido de Tijuana, y pide imaginar qué hubiera ocurrido “si lo hubiesen pasado de contrabando a San Diego”, como si su posible uso terrorista en México no fuera importante. Durante la Cumbre de Conocimiento Nuclear, en cambio, los expertos entendían el alcance del problema. Deepti Choubey, integrante del grupo Iniciativa sobre la Amenaza Nuclear –que elabora un índice sobre la seguridad de los materiales peligrosos en cada país, en el cual México tiene calificaciones positivas por su adhesión a los compromisos internacionales y por haberse deshecho de sus existencias de UAE–, señala a Proceso que, en cambio, donde el país tiene problemas es en la categoría “ambiente de riesgos”, la cual incluye dudas sobre su estabilidad política y su buena gobernanza, especialmente por la corrupción. “México cuenta con mecanismos para la atención de crisis naturales o intencionales”, responde Proceso, en un cuestionario por escrito, el subsecretario Gómez Robledo. La pregunta pretendía averiguar de qué manera se proponía México evitar que un incidente como el de Tepojaco se repita. “El OIEA –dijo– reconoció la actuación del país y la aplicación de sus protocolos de seguridad y de actuación ­coordinada”. Pero el “incidente mexicano” dejó muchas dudas que convirtieron al país en mal ejemplo durante la CSN. En un acto que reunió a los líderes de Estados Unidos, China, Alemania, Francia, Gran Bretaña y muchas otras naciones, los únicos países del Grupo de los 20 que no enviaron a sus jefes de gobierno o por lo menos a sus cancilleres fueron Arabia Saudita y México. –¿No se podría haber esperado que el presidente Peña Nieto se presentara a dar la cara y brindara certidumbre de que el país se toma en serio lo ocurrido? –se le pregunta al diplomático. –La prueba de la importancia que México da a este proceso está en la participación misma del país en un foro político en el que se participa de manera voluntaria –respondió Gómez Robledo.

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