"Renoir"

viernes, 11 de abril de 2014 · 10:41
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Artrítico, prematuramente envejecido, Jean-Auguste Renoir (Michel Bouquet) vive retirado en su residencia de la Costa Azul (Cagnes-sur-Mer) donde sigue pintando atendido por su corte de sirvientas. Andrée (Christa Theret), ambiciosa joven de piel de porcelana y roja cabellera, llega para instalarse como modelo del gran maestro del impresionismo y más tarde esposa de su hijo, Jean (Vincent Rottiers), convaleciente de una herida de guerra. Es el año de 1915. Decidido a no dejarse aplastar por el peso de su material, un genio de la pintura más otro del cine, padre e hijo contrapuestos en un esbozo de triángulo amoroso, Edipo vaporoso como la pintura del maestro, Gilles Bourdos dirige Renoir (Francia, 2013) con una mezcla de aplomo y reverencia. Renoir no es propiamente una biografía (biopic), apenas una reflexión sobre los últimos años de la vida de este artista que solía decir que quizá no se habría dedicado a la pintura si Dios no hubiese creado los senos de la mujer. De ahí que Andrée, imagen de la belleza venerada por el pintor y especie de Eva tentadora en el Edén de su jardín, funcione como eje de la poca acción que permite el guion de esta cinta basado en una memoria del Jacques Renoir, nieto de Jean Auguste. Gilles Bourdos da por hecho que su público está al tanto de la identidad y de la importancia de los personajes, de su trascendencia en la historia del arte del siglo XX; da la impresión de que el cineasta francés temiera ofender si recurriera a un mínimo de explicaciones didácticas, todo lo opuesto a Hollywood. Sólo queda el recurso del retrato de los artistas y de la meditación sobre el arte, la belleza y el deseo; el horror de la Primera Guerra Mundial queda fuera, Renoir rehúye la fealdad y el dolor, sin que esto lo haya eximido del sufrimiento físico de sus últimos veinte años. Más allá de una trama floja y de un retrato de caracteres confitados en el jugo de su prestigio, Renoir ofrece la posibilidad de una experiencia contemplativa; evitando caer en la vulgaridad de reproducir los cuadros conocidos, la fotografía del taiwanés Mark Ping Bing Lee, cinefotógrafo de Wong Kar-wai, reproduce el ambiente de los cuadros del pintor. Efectos de luz y sol, luminosidad que reverbera en su modelo, o incluso emana de ella; seguramente Bourdos tuvo presentes los comentarios de Mauriac sobre el arte de Renoir de celebrar la vida en un flujo continuo entre sus modelos, el sol y la naturaleza. Frases sobre el dolor que pasa y sólo queda la belleza, o la necesidad de flotar como un corcho en el agua, irritantes de tan banales pronunciadas por el anciano Renoir, corresponden a su filosofía de la vida; Bourdos las deja flotar a la deriva, pero Jean Renoir, director, maestro del realismo poético, hizo de ellas el credo de su obra. La gran ilusión, Boudu rescatado de la aguas, El río, y tantas otras, alegan la lección del padre.

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