Gaza: Escalada sin retorno

jueves, 10 de julio de 2014 · 11:13

Desde el pasado abril las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos estaban en un punto muerto, pero la violencia de los últimos días parece sepultar cualquier perspectiva de diálogo. La prioridad de los palestinos es proteger a la población de Gaza y Cisjordania, mientras Israel busca a los asesinos de tres jóvenes judíos e intenta desmantelar la estructura del movimiento de resistencia islámico Hamas, al cual señala como responsable de estos crímenes.

JERUSALÉN (Proceso).- Cuatro familias enterrando a sus hijos asesinados, una implacable operación militar israelí, enfrentamientos y gritos de venganza en Jerusalén, divisiones en los gobiernos palestino e israelí, planes para construir nuevas colonias en los territorios ocupados, más de 100 cohetes lanzados desde la franja de Gaza contra Israel…

Tales hechos muestran que la región se acerca peligrosamente a una nueva espiral de violencia.

“Al gobierno israelí le interesa la violencia y lleva tiempo haciendo esfuerzos para que los enfrentamientos aumenten, porque en el ámbito político tiene poco que decir después del fracaso de nueve meses de negociaciones en los que no presentó ninguna iniciativa para terminar con la ocupación y siguió ordenando la construcción de colonias en territorio palestino ocupado”, explica a Proceso Xavier Abu Eid, portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina y miembro del equipo negociador con Israel.

Los palestinos acusan a Israel de la suspensión de las negociaciones y consideran que no cumplió dos condiciones imprescindibles para avanzar hacia una solución del conflicto: liberar a un grupo de prisioneros palestinos y suspender la construcción de viviendas en asentamientos de Jerusalén Oriental y Cisjordania.

“Estamos en un punto de no retorno. Llegamos a una solución de dos Estados basada en las fronteras de 1967 o entramos en una larga lucha para derrotar el apartheid israelí en la Palestina histórica. Le corresponde a la comunidad internacional decidir (…) pero es tiempo de que ésta apoye a aquéllos que en Israel quieren paz en lugar de colonización”, pidió el pasado 30 de junio Saeb Erekat, jefe del equipo negociador palestino, en una columna publicada en el diario israelí Haaretz.

Pero en el gobierno israelí las puertas del diálogo con los palestinos y su presidente, Mahmud Abás, se cerraron cuando éste anunció la formación de un gobierno de unidad con el movimiento islamista Hamas, que ostenta el poder en la franja de Gaza y no reconoce la existencia de Israel.

Cualquier esperanza de volver a abrir esas puertas se esfumó cuando el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu señaló a Hamas como responsable del secuestro y posterior asesinato de tres jóvenes judíos en Cisjordania.

“Hamas pagará”, sentenció Netanyahu el martes 1, durante el entierro de los tres jóvenes israelíes.

Y los palestinos ya empezaron a pagar. La operación militar para encontrar a los asesinos de los tres jóvenes israelíes recuerda las realizadas durante la segunda Intifada, en 2000. Al menos seis palestinos han muerto durante la ofensiva en Cisjordania y, según fuentes oficiales, más de 600 personas han sido detenidas y más de un millar de casas fueron registradas.

Paralelamente, más de 30 centros de operación (campos de entrenamientos, hangares, inmuebles vacíos, etcétera) relacionados con Hamas fueron bombardeados en Gaza, y dos hombres –quienes según Israel estaban vinculados a la fabricación de los cohetes que se lanzan desde la franja– fueron blanco de un ataque aéreo y murieron.

Según cifras suministradas a Proceso por el capitán Roni Kaplan, portavoz del ejército israelí, más de 125 cohetes fueron disparados desde Gaza desde el 12 de junio, cuando los tres israelíes fueron secuestrados. Ninguno de ellos produjo muertos ni heridos pero algunos sí causaron daños en viviendas.

Unión precaria

En las últimas tres semanas los rostros de los tres muchachos israelíes desaparecidos –Eyal Yifrach, Naftali Fraenkel y Gil-Ad Shaar– fueron difundidos en los medios y mostrados en los transportes públicos y en las paredes de organismos oficiales. Los israelíes conocieron a sus padres y hermanos, los vieron llorar y pedir su liberación, y el hallazgo de los tres cadáveres conmocionó al país entero y a la comunidad internacional.­

“Los secuestraron y mataron únicamente por ser judíos. No descansaremos hasta encontrar a los captores”, zanjó el ministro de Defensa israelí Moshe Ya’alon, durante el entierro de las víctimas.

Pero el gobierno israelí parece estar dividido en torno a la respuesta que debe dar a estos crímenes. Los más conservadores, como el ministro de Economía y líder del partido Hogar Judío, Naftali Bennett,­ apuestan por lanzar una gran operación militar contra Hamas en Gaza; pero Ya’alon sugirió construir un nuevo asentamiento en Cisjordania en honor de los tres jóvenes fallecidos y ampliar asentamientos ya existentes.

“Una respuesta débil ante este incidente garantiza que tendremos nuevos secuestros”, advirtió Bennett.

Pero el ala más moderada del gobierno, representada por los ministros de Justicia, Tzipi Livni, y de Finanzas, Yair Lapid, advirtió que estas medidas provocarían “una pérdida de legitimidad de Israel ante la comunidad internacional y romperían la unión nacional que ha generado el crimen” de los tres muchachos.

Ante la falta de consenso, Netanyahu, quien no parece convencido de la necesidad de afrontar una guerra en Gaza en este momento, decidió esperar.

“No tenemos ninguna intención de llevar a cabo una escalada de violencia en Gaza. El silencio de Hamas será respondido con silencio de nuestra parte. Pero si las cosas cambian, nos replantearemos qué hacer”, explica Kaplan. “Nuestra pregunta es cómo Hamas está interpretando esta situación y creemos que comprende que este secuestro fue una mala jugada”, agrega.

Para Abu Eid “está claro que la ofensiva israelí no ha tenido únicamente como objetivo encontrar a los tres jóvenes ni hallar a sus asesinos, sino desmantelar el gobierno de consenso nacional, debilitar las instituciones palestinas y dividir a la población”.

Por ahora el gobierno de unidad nacional palestino, formado principalmente por Al Fatah, movimiento del presidente Abás, y Hamas, se mantiene, pero su precaria unión se desmoronaría probablemente si se demuestra que el movimiento islámico estuvo implicado en los crímenes de los jóvenes israelíes.

Más que negociar con Israel, la prioridad de la Autoridad Palestina ahora es “proteger a la población de los excesos del ejército y de los colonos que actúan en total impunidad”.

“Los palestinos han sentido estos días que su gobierno no los puede proteger de Israel y eso provoca una gran frustración en la población y en las autoridades. Pero aquí no hay privilegiados, Israel ha estado disparando a 200 metros de la residencia de Abás, por ejemplo”, informa Abu Eid.

“Nuestra intención es que el proceso de paz se reanude, pero el gobierno israelí tiene muchos planes de guerra y ninguno de paz. Así es difícil sentarse a negociar”, añade.

“Ojo por ojo”

Lejos de gobiernos y discursos oficiales, la tristeza y la impotencia que la semana pasada se respiraban en el cementerio de la ciudad israelí de Modiin, donde fueron enterrados los tres jóvenes asesinados, y en la casa de la familia del adolescente palestino Mohammad Abu Jdeir, en la parte oriental de Jerusalén, cuando se confirmó su asesinato, eran prácticamente idénticas.

Los cadáveres de los tres israelíes, de entre 16 y 19 años, fueron hallados bajo un montón de piedras en un campo de la localidad palestina de Halhul, cerca de Hebrón, en el sur cisjordano. Al parecer perdieron la vida a poco de caer en manos de sus captores, quienes los secuestraron cuando pedían aventón.

Horas después comenzaron los enfrentamientos en Jerusalén y palabras como “venganza” o “muerte a los árabes” se escuchaban en las calles.

Mohammad Abu Jdeir fue levantado por desconocidos al amanecer del miércoles 2 a las puertas de su casa, en el barrio Shuafat de Jerusalén. Su cadáver apareció horas después, con signos de violencia y carbonizado. En su vecindario no hay ninguna duda de que su asesinato es una represalia y los enfrentamientos no han cesado desde que se confirmó su muerte.

A cualquier hora del día o de la noche, decenas de jóvenes palestinos enmascarados y escondidos tras improvisadas barricadas tiran piedras y bombas molotov a una barrera de policías y soldados israelíes, quienes responden con bombas de sonido, balas de goma y a veces con municiones. Es la primera vez en 10 años que Jerusalén vive este tipo de escenas.

El padre de la víctima, Hussein Abu Jdeir no quiere echar más leña al fuego y asegura que el “ojo por ojo” no le devolverá a su hijo. “La familia de uno de los chicos israelíes asesinados nos envió un mensaje de solidaridad. Tiene razón, la sangre de su hijo y la del mío valen igual”, afirma con una mirada llorosa.

“Vivimos un momento en el cual es necesario respetar la ley y evitar provocaciones”, pidió a sus conciudadanos el presidente de Israel, Shimon Peres, en un comunicado difundido el jueves 3 con el fin de evitar ajustes de cuentas o linchamientos.

Ante esta nueva escalada de violencia, numerosas organizaciones humanitarias que trabajan en Israel y en Palestina ven cómo su trabajo de años se hace añicos en horas.

Jessica Montell, quien acaba de dejar su puesto de directora en la ONG B’Tselem después de 13 años, cita como ejemplo las demoliciones de las casas de varios sospechosos en Cisjordania realizadas esta semana.

“Hace 10 años esto era una práctica corriente, un castigo colectivo que Israel infligía, pero conseguimos que esa política cambiara. Digamos que borramos este problema de la larga lista de cosas que tenemos por resolver y ahora está de vuelta. Es un gran paso atrás y una gran frustración”, afirma.

Suheir Hashemih, miembro de la ONG palestina Tawasul y partícipe de varias iniciativas de paz desde los acuerdos de Oslo de 1993, asiste impotente a este descalabro del diálogo entre israelíes y palestinos.

“La comunidad internacional está harta de nosotros. ¿Cuántas cumbres y acuerdos tuvimos y nunca se llegó a nada? Creo que la paz llegará un día gracias a la sociedad civil, a los esfuerzos de las bases de un lado y de otro, porque la casa se construye por abajo. Pero desgraciadamente en este momento iniciativas de acercamiento entre israelíes y palestinos son más bien secretas, porque se nos tacha de traidores y de cooperar con el enemigo”, lamenta. Este texto se publicó en la edición 1966 de la revista Proceso, actualmente en circulación.

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