Gaza: La sinrazón, la desesperanza...

viernes, 1 de agosto de 2014 · 10:40

Un palestino describe la muerte de su hijo, alcanzado por un obús; otro narra el rescate de entre los escombros de los miembros de su familia; una periodista israelí decide quemar su pasaporte después de que una diputada del Knéset y adolescentes judíos arengan al asesinato de árabes; un rabino argumenta ante sus fieles lo “legítimo” de matar civiles... Desde el dolor, la indignación o el odio se levantan voces que reclaman o aplauden los ataques de Israel a Gaza: todo un mosaico de sentires y pareceres, reflejo de la complejidad de este conflicto.

PARÍS (Proceso).- Son israelíes, árabe-israelíes o palestinos. Unos siguen cegados por el odio, otros aún creen en la fuerza del diálogo, otros ya perdieron toda esperanza. Aplauden, sufren o denuncian la operación Escudo Protector, lanzada el martes 8 por Israel contra Gaza.

Blogs, redes sociales, medios electrónicos, páginas web de organizaciones no gubernamentales se hacen eco de sus voces.

Muhamad Ahmad Hussein Abu Harb es un campesino palestino de 32 años. Tiene dos hijos y vive en Deir al-Balah en el centro de la franja de Gaza. Fue entrevistado por teléfono el domingo 13 por integrantes de la organización israelí B’Tselem, respetado centro de información sobre derechos humanos en Cisjordania y Gaza.

“El domingo 13 nos levantamos muy temprano para comer el suhoor. Es la última comida antes de que empiece el día de ayuno del Ramadán. Luego mi esposa, mis hijos y yo regresamos a dormir en nuestra recámara. Mi madre y mi hermana Rawida fueron a dormir a otra habitación. El resto de la familia se quedó en el comedor. Todo estaba tranquilo.

“A las cinco y media de la mañana dos fuertes explosiones me despertaron. Toda la casa tembló y se derrumbaron unos muros. Todo el mundo se puso histérico. Llegaron unos vecinos y empezamos a buscar a mi familia en medio de los escombros. El cuarto de las mujeres era el más destruido. Estaba oscuro y lleno de humo. Encontramos a mi hermana. Se encontraba herida por grandes esquirlas, pero vivía. Despejamos los escombros que la cubrían. Una de las barras metálicas que soportaban el techo estaba clavada en su cadera. La extrajimos de su cuerpo y la sacamos; la tendimos en la calle.

“Después encontramos a mi madre. Estaba bañada en sangre, tendida en una esquina de la habitación. Lloraba de dolor. Le costaba trabajo respirar, pero sus heridas no se veían tan terribles. Otra hermana mía, Hanan, tenía heridas graves en el abdomen y en el pecho. Todavía respiraba. Mi hermano Marwan también estaba herido. Los vecinos nos ayudaron a sacarlos de la casa. Una ambulancia los llevó al hospital Ahuhadaa al Aqsa.

“Cuando los alcanzamos, poco después los médicos nos dijeron que Rawida había muerto, Hanan fue operada pero su vida todavía corre peligro, mi madre tiene varias costillas fracturadas y mi hermano tiene una mano rota.”

“Su cráneo estaba abierto”

El miércoles 16 B’Tselem también entrevistó a Salman’ Ali Abu Namus, funcionario público palestino de 34 años que vive en el campo de refugiados de Jabalyia, en el norte de la Franja de Gaza.

El viernes 11 Abu Namus fue a la mezquita, al sepelio de un vecino muerto en un bombardeo. Llevó a su hijo Saher, de tres años. Lo dejó fuera de la mezquita para que jugara con otros niños.

“A las cinco de la tarde se acabaron las oraciones y el imán empezó a honrar la memoria de nuestro vecino. Me quedé unos minutos en la parte de atrás de la mezquita y me aprestaba a salir para encabezar la procesión cuando escuché dos fuertes explosiones muy cerca. Salí. Todo estaba lleno de polvo. Cuando el aire se limpió un poco vi a mi esposa que bajaba la calle corriendo. Me precipité para alcanzarla. Vi como recogía en sus brazos a un pequeño y la oí aullar. Cuando estuve cerca de ella me di cuenta de que cargaba a Saher. Estaba muerto. Miré su rostro. Estaba perfecto. Pero por atrás su cráneo estaba abierto.

“Periodistas que cubrían los funerales lo presenciaron todo. No recuerdo haber oído aviso previo al bombardeo aéreo y no sé con qué propósito la aviación israelí nos atacó. Hace varios días ya que eso ocurrió, pero mi mujer sigue en shock”.

“No en mi nombre”

Mira Bar Hillel es una periodista israelí que colabora con el matutino británico The Independent. Su blog del viernes 11 de julio, “Por qué estoy a punto de quemar mi pasaporte israelí”, dio vuelta a la red, provocó y sigue provocando polémica.

“Es joven. Es bonita. Es graduada universitaria e ingeniera informática. Es también parlamentaria israelí y ella es la razón por la que estoy a punto de quemar mi pasaporte israelí. Porque detrás de ese rostro con aire inocente y ojos abiertos se esconde el Ángel de la Muerte”, escribe Mira Bar Hillel.

Y explica: “Ayelet Shaked representa en el Knéset (Parlamento) al partido de ultraderecha Hogar Judío. Eso significa que está situada muy a la derecha de Benjamín Netanyahu, por si alguien pensaba que tal cosa no era posible.

“El lunes (Shaked) plasmó lo siguiente en su página de Facebook: ‘Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales aquellos no podrían practicar el terrorismo. Todas esas personas son combatientes enemigos y su sangre recaerá sobre sus propias cabezas. Eso incluye también a las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Ellas deberían seguir el camino de sus hijos, nada sería más justo. Deberían desaparecer, igual que las casas físicas en las que criaron a las serpientes. De lo contrario, criarán en ellas a nuevas pequeñas serpientes’”.

Prosigue Hillel: “Una semana antes, justo antes de que Mohammed Abu Khudair, de 17 años, fuera secuestrado y quemado vivo, Shaked escribió: ‘Esta no es una guerra contra el terror, tampoco una guerra contra los extremistas, ni siquiera una guerra contra la Autoridad Palestina. La realidad es que se trata de una guerra entre dos pueblos. ¿Quién es el enemigo? El pueblo palestino. ¿Por qué? Hay que preguntárselo a ellos; ellos empezaron’”.

Tras recordar el exterminio de su familia por los nazis, la periodista recalca:

“Sé lo que es haber sido víctima indefensa, viviendo y muriendo bajo las botas de opresores racistas, y sé que los israelíes de hoy ya no son las víctimas sino los responsables de la crisis actual. Sí, los de Hamas son terribles asesinos llenos de odio y ¡ay de Israel si hubieran tenido los medios para llevar a cabo sus intenciones! Pero el hecho es que Israel es quien posee los tanques, los bombarderos, la artillería, las ojivas nucleares y los sistemas defensivos de misiles Goliat, mientras los habitantes comunes de Gaza no tenían nada hace una semana y tienen aún menos hoy, después de que les hayan bombardeado incluso sus hospitales y escuelas.

Y concluye: “Mientras las bombas llueven sobre Gaza, a los adolescentes israelíes les ha dado por tuitear selfies con poca ropa junto con frases que expresan sus sentimientos políticos. En dos tuits ya eliminados uno de ellos escribió: ‘¡Que los maten a todos, árabes, pedazo de maricones!’; otro proclamaba: ‘Árabes, ¡ojalá queden paralizados y mueran con gran sufrimiento!’; uno más simplemente tuiteó: ‘¡Muerte a esos putos árabes!’, y adjuntó un autorretrato haciendo una mueca de desprecio.

“Viendo esos rostros angelicales vomitando semejante retórica genocida, agarro mi pasaporte israelí y una caja de cerillos. ‘No en mi nombre, gente. ¡No en mi nombre!’”

Justificación en la “Torá”

El martes 22 el periodista Ami Kaufman publicó en el diario electrónico israelí +972 una halaka, una interpretación jurídica del Antiguo Testamento que sirve de base para adoptar una conducta adecuada en una situación determinada. La halaka había sido emitida por Dov Lior, rabino ultrarradical de Kiryat Arba, una gran colonia israelí de Cisjordania.

En ese texto el rabino afirma que es legítimo matar a civiles.

“La Torá de Israel nos guía en todos los caminos de la vida y nos muestra cómo comportarnos durante la guerra y también cómo conservar valores morales.

“El Maharal de Praga (Judah Ben Betzalel, rabino del siglo XVI venerado por los judíos de Europa Central y Oriental) escribió claramente en su libro Gur Arye que en todas las guerras el pueblo atacado está autorizado a contraatacar ferozmente al pueblo al que pertenecen los atacantes y que no se debe averiguar si la gente está involucrada personalmente con los combatientes.

“Por lo tanto, durante la guerra la gente atacada tiene derecho a castigar a la población enemiga de la manera que le parezca más eficiente. Puede bloquear abastecimientos o el suministro de electricidad. También puede bombardear toda la zona si tal es la decisión del ministro de Defensa. Eso implica no sólo poner en peligro la vida de los soldados sino recurrir a poderosas armas para exterminar al enemigo.

“En el caso de Gaza, el ministro de Defensa estará autorizado a ordenar inclusive su destrucción para impedir que el sur de Israel siga sufriendo y para evitar que se haga más daño a nuestro pueblo, perseguido desde hace tanto tiempo por los enemigos que lo rodean.

“Se debe excluir cualquier discurso sobre humanismo o respeto cuando se trata de proteger a nuestros hermanos que viven en el sur y en todo el resto del país y de restaurar la quietud en Israel.”

Misiones de venganza

Desde el principio de la operación Escudo Protector la organización Romper el Silencio, integrada por exsoldados y exoficiales de las fuerzas armadas israelíes que tomaron el riesgo de denunciar públicamente los atropellos del ejército contra los palestinos, multiplican las iniciativas para alertar a sus conciudadanos.

Algunos toman la palabra en las manifestaciones contra los bombardeos de Gaza organizadas en Tel Aviv y Jerusalén, otros intervienen sin identificarse en el sitio en internet de la ONG. Es el caso de un oficial de una unidad de élite que firma O. K. Sirvió en Cisjordania en 2002 durante la segunda Intifada . El título de su testimonio es elocuente: “Cómo un ejército de defensa se convirtió en ejército de revancha”.

“Quiero hablarles de un día de 2002 cuando nos ordenaron a mis hombres y a mí vengar la muerte de seis soldados nuestros. En febrero de 2002 mi unidad se encontraba cerca de la ciudad de Naplusa cuando nos informaron que militantes palestinos habían matado a seis ingenieros militares en un puesto de control en el cruce de Ein Arik y que habían logrado escapar. Al día siguiente nos juntamos para preparar el operativo. Nuestros comandantes nos explicaron que nos mandaban a puestos de control vigilados por oficiales de la policía palestina. Nuestro objetivo era matar a todos los oficiales que íbamos a encontrar.

“No sabíamos nada de las personas que íbamos a matar, no conocíamos sus nombres ni qué habían hecho en el pasado. Lo que sabíamos es que no tenían nada que ver con el asesinato de los soldados en el puesto de control de Ein Arik. Dejamos detrás de nosotros algunos cadáveres de hombres que no nos habían amenazado.

“La misma noche, como parte del mismo ‘operativo revancha’, se llevaron a cabo dos ataques similares en otros dos puestos de control vigilados por oficiales de la policía palestina en Cisjordania y Gaza. En total matamos a 15 de ellos. Las fuerzas armadas justificaron estas acciones explicando que la policía palestina no había logrado impedir que los terroristas penetraran en Israel.

“No olvidé ni voy a olvidar esa noche cuando dejamos de ser soldados de un ejército de defensa para convertirnos en soldados de un ejército de venganza, cuando dejamos de ser soldados con la misión de defender a nuestras familias para convertirnos en asesinos de gente inocente.

“Algunos años más tarde rompí el silencio porque estaba convencido de que los israelíes necesitaban saber lo que se hacía diariamente en su nombre en los territorios ocupados. Hoy rompo de nuevo el silencio porque creo que los israelíes y sus líderes necesitan saber lo que exigen cuando piden venganza. Necesitan saber que cuando exigen venganza piden que los soldados de hoy –nuestros amigos, hermanos e hijos– se conviertan en asesinos”.

“Me voy de Israel”

Sayed Kashua tiró la toalla. El viernes 4 el diario israelí Haaretz –del cual es uno de los columnistas estrellas– publicó un texto lleno de amarga ironía, Todas las razones por las cuales me voy de Israel, donde ese destacado escritor de 40 años explica por qué ya no cree posible la convivencia entre palestinos e israelíes. El operativo Escudo Protector iniciado cuatro días después de la publicación de su columna reforzó trágicamente su decisión.

Palestino con ciudadanía israelí, ­Kashua radica en un barrio residencial de Jerusalén occidental. Estudio en la Academia de Ciencias y Artes de Israel, una de las instituciones más prestigiosas del país. Habla perfectamente hebreo y en ese idioma escribió sus tres novelas –todas exitosas y premiadas– y sus artículos satíricos para Haaretz. Es además guionista de Trabajo de árabe, serie de televisión en la cual se burla de los prejuicios racistas de los judíos y de los palestinos y que rompió todos los récords de audiencia en su país.

“Pronto me voy a ir de aquí. En algunos días vamos a irnos de Jerusalén, vamos a irnos del país. Ayer compramos maletitas para los niños. Es inútil llevarnos mucha ropa. Vamos a dejar aquí la ropa de invierno. De todas maneras no nos protegerá del frío en el sur del estado de Illinois, Estados Unidos”, inicia la crónica de Kashua.

Luego el escritor recuerda lo difícil que fue estudiar hebreo, su emoción cuando descubrió la lectura en la biblioteca de la Academia de Ciencias y Artes de Israel y el interés que despertaron en él los libros sobre la historia del pueblo judío y el de Israel. Confiesa que decidió ser escritor para poder a su vez contar en hebreo a sus conciudadanos israelíes la historia y la vida de los palestinos:

“Quería escribir cómo mi abuelo fue matado en la ciudad de Tira durante la guerra de 1948; cómo mi abuela perdió su tierra, cómo crió a mi padre, huérfano de padre cuando tenía escasos meses, recogiendo frutas en granjas de judíos. Quería contar en hebreo la historia de mi padre que fue detenido durante largos años, sin juicio, por sus ideas políticas. Quería contar a los israelíes otra historia, una historia palestina. Porque leyendo iban a comprender, leyendo cambiarían.

“Todo lo que me tocaba hacer era escribir. Entonces se acabaría la ocupación. Sólo precisaba ser un buen escritor y así podría liberar a mi pueblo de los guetos en los que viven (…) Gracias a mis historias nos convertiríamos en ciudadanos iguales, casi como los judíos.

“Hace 25 años que escribo en hebreo y nada ha cambiado. Veinticinco años que escribo y que me expongo a críticas hostiles de ambos campos. La semana pasada renuncié. La semana pasada algo se rompió en mí. Entendí que había perdido mi minúscula batalla personal cuando jóvenes judíos exaltados salieron gritando ‘¡Muerte a los árabes!’ y atacaron a árabes solamente porque eran árabes (…)

“Después de leer mis últimos artículos algunos lectores sugirieron que había que enviarme a Gaza o romperme los huesos o secuestrar a mis hijos (…)

“Vivo en Jerusalén. Tengo maravillosos vecinos judíos y también amigos escritores y periodistas maravillosos, pero no puedo enviar a mis hijos a centros vacacionales con sus compañeros judíos. Furiosa, mi hija argumentó que nadie se iba a dar cuenta de que era árabe porque habla un hebreo perfecto (…)”

Kashua le dijo a su hija: “Recuerda que hagas lo que hagas en la vida, para ellos tú seguirás siendo siempre, digo siempre, árabe. ¿Me entendiste?”.

La pequeña contestó: “Hace tiempo que lo entendí…”.

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