Los independientes: quién es quién

jueves, 18 de junio de 2015 · 11:57

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Alentados por el muy limitado éxito de las candidaturas no partidistas en las entidades federativas que las habían contemplado en el pasado reciente, tanto en el número de candidatos que lograban su registro como en los triunfos que obtenían, los partidos políticos finalmente cedieron a la demanda ciudadana de abrirles la puerta a escala nacional; sin embargo, pagaron muy caro su error de cálculo, pues en el primer ejercicio a ese nivel tuvieron que ceder una gubernatura, tres presidencias municipales, una diputación federal y una local.

En este proceso intentaron su registro como aspirantes independientes medio millar de ciudadanos. Lo consiguieron 125 (uno de cada cuatro): tres para gobernador (Baja California Sur, Campeche y Nuevo León), de los cuales uno ganó; 79 a alcaldes o jefes delegacionales, de los que tres lograron el triunfo; 22 a diputados federales, de los que sólo ganó uno, y 29 a diputados locales, entre ellos uno que concretó su aspiración. Así, de 125 candidatos, seis obtuvieron el triunfo: apenas el 5%.

Hasta antes del pasado domingo 7 la historia electoral mexicana reciente registraba el triunfo de tres candidatos no partidistas a alcaldes, en municipios que en sus propias entidades se consideran de poca relevancia. El primero fue en mayo de 2007, del expriista José Adonay Avilés Sierra, como alcalde de Yobaín, Yucatán, municipio que ya había gobernado en dos ocasiones; el segundo, el expanista Raúl de Luna Tovar, quien en julio de 2013 ganó las elecciones del municipio General Enrique Estrada, Zacatecas, que también ya había gobernado, y el tercer caso, casi idéntico, fue el del expanista Hilario Ramírez, Layín, quien repitió como alcalde de San Blas, Nayarit, pero ya como independiente.

En marzo pasado, cuando iniciaron las campañas para gobernador de Nuevo León, el 15% de la preferencia electoral del estado –lo que registraba Jaime Rodríguez, El Bronco– parecía mucho y se veía como un techo, más que como el inicio de una exitosa campaña, que finalmente terminaría con una amplísima victoria. Rodríguez decidió renunciar a una larga militancia en el PRI para registrarse como candidato independiente.

Rodríguez también apoyó a César Adrián Valdés, quien fue su secretario particular cuando él fue alcalde de García, para que se registrara como candidato independiente a gobernar ese municipio y, finalmente, alcanzó el triunfo. Así, en Nuevo León los independientes concretaron dos triunfos: la gubernatura y la presidencia municipal de García.

A su vez, el expanista Alfonso Martínez Alcaraz ganó, como independiente, la alcaldía de Morelia, Michoacán, y José Alberto Méndez Martínez, quien ya había sido alcalde panista de Comonfort, Guanajuato, de 1997 a 2000, logró encabezar de nuevo ese ayuntamiento, ya como independiente.

En las diputaciones federales fue Manuel Clouthier el único que logró el triunfo en un distrito de Culiacán, Sinaloa. El legislador electo militó en las filas panistas y por esa vía llegó hace seis años a una curul federal. Sin embargo, diferencias con la dirigencia blanquiazul lo hicieron renunciar a dicho partido y en 2012 intentó registrarse como candidato independiente a la Presidencia de la República. Al igual que Jorge Castañeda, quien lo precedió en el intento, Clouthier no tuvo éxito.

El único candidato independiente ganador que no tiene ningún pasado partidista es Pedro Kumamoto Aguilar, de apenas 25 años, que compitió por el distrito 10 de Jalisco, con sede en Zapopan, municipio del área metropolitana de Guadalajara. Kumamoto hizo una campaña basada en las redes sociales y con muy pocos recursos consiguió el triunfo.

Llama la atención que cinco de los seis candidatos independientes que ganaron cargos lo hicieron en las áreas metropolitanas de la capital de su estado, o al menos con el fuerte respaldo de la población de la misma, como fue el caso de Rodríguez en Nuevo León. El único de los candidatos independientes que ganó en un municipio que no cumple con estas características fue Méndez Martínez, en Comonfort.

En el caso de Rodríguez, ganó en todos los municipios del área metropolitana y por muy amplio margen, incluso en los bastiones panistas (San Nicolás, San Pedro y Santa Catarina) y los tricolores (Escobedo, Apodaca y Guadalupe), lo cual muestra que su candidatura logró impactar en militantes de dichos partidos. Y, a reserva de hacer análisis más detallados, es interesante observar que, de acuerdo con la encuesta de El Norte, Rodríguez ganó ampliamente entre los electores menores de 50 años y con un mínimo de educación media hacia arriba.

Antes del domingo 7, las campañas independientes triunfadoras se daban en municipios pequeños, lo que les permitía a los candidatos hacer una campaña muy personalizada; pero en la pasada jornada electoral el giro fue de 180 grados, pues los ganadores se concentraron en las áreas metropolitanas, donde la campaña tuvo que realizarse a través de las redes sociales y con el máximo aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Sin duda los candidatos independientes se convierten en una esperanza para la ciudadanía decepcionada de los partidos políticos tradicionales, pero un primer aspecto que vale la pena analizar mejor son las razones de los candidatos para renunciar a su militancia en sus partidos; puede ser una convicción de que éstos son una camisa de fuerza que limita su actuación o una mera estrategia mercadotécnica que les permite conectar con el electorado mexicano.

Por otra parte, habrá que profundizar en el perfil del votante de los candidatos independientes para saber si es relativamente homogéneo o varía mucho en función del aspirante, ya que puede ser un dato fundamental para que lo consideren los suspirantes a la presidencia, que ya empiezan a acariciar la posibilidad de postularse como independientes en las elecciones de 2018.

Los triunfos de estos candidatos, particularmente el de Jaime Rodríguez en Nuevo León, constituyen un elemento disruptivo que pone en jaque al actual sistema de partidos en México, pero todavía no es posible prever sus verdaderos alcances e impactos en la construcción de la democracia mexicana.   

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