Desarme ciudadano en el nombre de Dios

domingo, 21 de junio de 2015 · 10:28

Un plan de desarme está dando buenos resultados: en dos años ha intercambiado por dinero o enseres domésticos más de 18 mil armas de fuego. Se trata de una acción conjunta entre la Iglesia, la Sedena y el gobierno capitalino, donde los atrios de algunos templos católicos son el escenario de tan peculiar trueque. Especialistas en el tema del armamentismo ven con buenos ojos la campaña, que podría reducir el número de crímenes, pero otros alertan sobre los peligros de una relación tan cercana entre el culto religioso y la milicia.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Para mayor gloria de Dios”, la campaña de desarme aplicada en los templos de la Arquidiócesis de México –producto de una colaboración entre la Iglesia, el Ejército y el gobierno capitalino– ha sido “todo un éxito”, pues hasta el momento ha logrado recolectar más de 18 mil armas de fuego, muchas de ellas de alto poder y de uso restringido.

Este tipo de desarme, novedoso en México, se realiza en unos 30 templos de la arquidiócesis, entre ellos la Basílica de Guadalupe, principal santuario del país y donde se ha recogido más armamento: 2 mil 359 metralletas, pistolas, bazucas y granadas, entre otras armas.

Armando Martínez, coordinador eclesiástico de la campaña, se dice sorprendido: “Jamás pensamos que el desarme en los templos de la arquidiócesis resultaría todo un éxito. Al arrancar la campaña, a principios de 2013, creíamos que solamente se le daría una vuelta a cada templo y hasta ahí terminaría todo. ¡Pero no! Ya vamos en la cuarta vuelta y siguen llegando armas y más armas a las iglesias. La misma feligresía nos pide que continuemos con la campaña”.

–¿A qué atribuye el éxito?

–A la confianza que los ciudadanos tienen en la Iglesia. Ellos saben muy bien que pueden llegar a los templos a dejar sus armas sin peligro de ser detenidos. Nadie les pregunta si las obtuvieron o las tenían de manera ilegal, ni tampoco qué uso les daban. Nada de eso. Llegan a nuestras parroquias con plena confianza.

–¿Qué tipo de armas están entregando?

–De todo tipo. Desde la vieja pistola del abuelo o el arma de colección de la familia, hasta metralletas, granadas, bazucas y una gran variedad de potentes armas largas. Estamos sorprendidos del peligroso arsenal que la gente llega a guardar en sus casas en estos tiempos violentos que, por desgracia, tienen convulsionado al país.

–¿Vendrán algunas armas de grupos delincuenciales, del crimen organizado?

–Para nosotros es muy difícil saberlo. Ignoramos si nuestra campaña impacta de alguna manera en la delincuencia organizada, en las bandas de secuestradores o en las pandillas urbanas. No lo sabemos, pues hay que tomar en cuenta que este es un desarme voluntario y es muy difícil que los criminales se desarmen por voluntad propia.

“Pero lo que sí nos queda claro es que un arma menos es un peligro menos. Mientras haya menos armas habrá menos homicidios. No hay duda. La Iglesia siempre ha sido promotora de la paz. Y hoy nuestra labor es prevenir el delito mediante esta cooperación con las autoridades militares y civiles.”

Martínez señala que fue el mismo cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, quien le propuso a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y al jefe del gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, incluir a la Iglesia en este programa, llamado “Por tu familia, desarme voluntario”.

“Fue una propuesta de la arquidiócesis. Por primera vez la Iglesia mexicana abre sus templos para una campaña de desarme”, asegura.

–¿Los sacerdotes de los templos que participan en la campaña también están exhortando a sus fieles a desarmarse?

–Por supuesto. Lo hacen durante sus misas. Y también colocan letreros y mantas en las fachadas de los templos llamando al desarme. Es un programa que ya funciona oficialmente en la arquidiócesis primada. No hubo necesidad de recurrir a despliegues mediáticos de propaganda.

Detalla que la arquidiócesis, a través de sus ocho vicarías, lleva el control de las parroquias donde se recopilan las armas. Se escogió a las parroquias aledañas a cada una de las 16 jefaturas delegacionales del gobierno capitalino, ya que estos templos deben coordinarse con aquellas. Uno a uno, cada templo se va rotando el acopio.

“Participan alrededor de 30 templos. Aunque algunos no necesariamente están cerca de una delegación política; hay excepciones, como sucede con la Catedral Metropolitana, situada en pleno Centro de la ciudad y que se escogió por la importancia que tiene”, detalla Martínez.

Y da los nombres de algunos de esos recintos: la Basílica de Guadalupe, frente a la delegación Gustavo A. Madero; el templo de San Bernardino, en Xochimilco; el de San Agustín de las Cuevas, en Tlalpan; el del Santo Sepulcro, en Iztapalapa…

A esos templos llegan los soldados, instalan en el atrio una carpa para cubrirse del sol y debajo una larga mesa donde los ciudadanos –que van llegando poco a poco– depositan sus armas. Los militares revisan cada arma detenidamente y la registran en su lista de acopio. Hay expertos valuadores.

Por el lado del arzobispado, en el centro de acopio hay siempre un representante de la parroquia, a veces participa el mismo párroco. Y por parte del gobierno capitalino, hay representantes de la Secretaría de Desarrollo Social. También puede haberlos del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública e incluso de organizaciones vecinales de la zona.

Al terminar la jornada de acopio, dice Martínez, los soldados quitan la carpa y las mesas y se llevan el armamento, cuyo control lo tiene la Dirección General del Registro Federal de Armas de Fuego y Control de Explosivos, de la Sedena.

A cambio de sus armas, la gente recibe dinero en efectivo, tabletas electrónicas, computadoras, bicicletas, enseres domésticos y otros bienes.

Autoridades capitalinas

Hasta el pasado 22 de mayo, en los templos capitalinos ya se habían recolectado 18 mil 226 armas, según estadísticas de la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal.

La delegación Gustavo A. Madero es la que más armas ha recabado (2 mil 359), pues el acopio ocurre en la Basílica de Guadalupe, el principal santuario del país. En segundo lugar está Iztapalapa, con 2 mil 184 armas recogidas. El tercer lugar lo tiene Cuauhtémoc, con mil 723 armas.

En cambio las parroquias de la Benito Juárez tienen el menor acopio: sólo 399 armas. En la Magdalena Contreras han sido 412; en Cuajimalpa, 425; y en Álvaro Obregón, 506.

La Secretaría de Desarrollo Social asegura que según sus encuestas, “más de 90% de los capitalinos está a favor del desarme voluntario y cree que los beneficiará”.

Su titular, Rosa Icela Rodríguez –en declaraciones publicadas en el New York Times el 12 de febrero de 2013, cuando empezó la campaña–, justificó la participación de las parroquias argumentando que son “un territorio neutral”. Destacó sobre todo el desarme en la Basílica de Guadalupe, que aprovecha el fervor popular a la virgen. “¿Quién no conoce la Basílica?”, dijo.

Menos homicidios

La investigadora Magda Coss Nogueda, especialista en el tema y autora del libro Tráfico de armas en México, también ve con buenos ojos la participación eclesiástica. “La Iglesia tiene una influencia muy fuerte sobre la población en el combate a la violencia. De ahí que los templos sean lugares pertinentes para el desarme. Es positivo que la Iglesia participe, como ya lo ha hecho en Colombia, Brasil y Argentina”, comenta.

–En esos países hubo un fuerte debate sobre el tema. Se decía, por ejemplo, que esos programas sólo desarmaban a los ciudadanos honestos. ¿Incidirá esta campaña en la delincuencia organizada? –se le pregunta.

–Por lo menos hace que las pandillas, o digamos, los jóvenes que se están iniciando en la delincuencia, entreguen parte de sus armas. Eso lo he comprobado a través de mis encuestas de campo. Pero son las mujeres y los adultos mayores la gente más proclive a entregar armas, utilizadas comúnmente en festejos y fiestas patronales.

“En algunas zonas de la ciudad es una tradición regalar una pistola a los jóvenes que cumplen 15 años para así iniciarlos en la vida adulta. Aunque algunas veces estas campañas de despistolización sólo provocan que la gente entregue sus armas viejas, para después, con el dinero obtenido, comprar unas más modernas.

“Por eso, acompañado de esta campaña debería haber un fuerte programa gubernamental de conscientización. Cosa que no veo. De cualquier modo, siempre es benéfico el desarme porque reduce los homicidios y los actos delictivos. Sin embargo, debemos estar alertas para que estas campañas no se utilicen con fines meramente políticos.”

Coss Nogueda indica que, de acuerdo con algunas organizaciones civiles internacionales, como Small Arms Survey, en México circulan actualmente alrededor de 20 millones de armas ilegales, la mayoría provenientes de Estados Unidos, país con una arraigada cultura armamentista y principal exportador mundial de esos productos.

Otros especialistas en tráfico de armas, como Iñigo Guevara y Eugenio Weigend, han calculado en por lo menos 25 millones la cantidad de armas ilegales que circulan en México, las cuales en su opinión provocan un efecto multiplicador de la violencia.

Asesor jurídico de la arquidiócesis de México y presidente del Colegio de Abogados Católicos, Armando Martínez indica que la arquidiócesis está haciendo un esfuerzo de “conscientización” entre la gente.

Cuenta: “En la Ciudad de México hay puntos con características rurales donde todavía celebran a balazos las fiestas del santo patrono, como en pueblos de Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac o Iztapalapa, regidos por usos y costumbres. En esas zonas los párrocos organizan pláticas con la gente de las mayordomías para que dejen de usar armas durante sus festejos. Es una ardua labor de conscientización… pero ahí vamos”.

–¿No viola la Constitución o la Ley de Asociaciones Religiosas el hecho de que se utilicen los templos para que el Ejército desarme a la población?

–No, porque no se está utilizando el espacio propiamente del templo, destinado al culto, sino el del atrio, que es una plaza pública para la convivencia comunitaria. En el atrio se celebran ferias y kermeses, o se habilita para dar todo tipo de asistencia social a los necesitados. Los templos son propiedad de la nación y están destinados para la paz. No tiene, pues, nada de malo que el Ejército entre a los atrios a realizar tareas de pacificación.

No es ésta la primera vez que hay un acercamiento entre el arzobispado y el Ejército. En agosto de 2009, por ejemplo, las esposas de los altos funcionarios de la Sedena –entre ellas la cónyuge del entonces titular de la dependencia, el general Guillermo Galván– usaron el atrio de la Basílica de Guadalupe para montar una exposición pictórica (Proceso 1737).

Poco después, el 8 de diciembre de ese año, Rivera Carrera bendijo la capilla del Hospital General Naval de Alta Especialidad, en una ceremonia a la cual asistió el entonces secretario de Marina, almirante Mariano Francisco Sáynez.

Estos acercamientos se enmarcan en las ya largas negociaciones entre la Sedena y la Conferencia del Episcopado Mexicano para abrir las capellanías castrenses, regidas por un obispado castrense, que será exclusivo para el Ejército mexicano (Proceso 1051, 1598 y 1626).

Algunos especialistas en el tema, como Édgar González Ruiz, han advertido que la alianza Iglesia-Ejército es un “binomio peligroso” que puede desembocar en gobiernos de “corte fascistoide”, como el de Pinochet en Chile o el de Franco en España (Proceso 1740).

Sobre estos señalamientos, Armando Martínez opina: “Son puras elucubraciones guajiras. Nuestra cooperación con el Ejército va encaminada a lograr la paz. La Iglesia y las instituciones gubernamentales deben apoyarse entre sí para bien del país. Ese sería un verdadero Estado laico”.

El éxito de la actual campaña de ­desarme, agrega, también se debe al “buen entendimiento” entre Rivera Carrera y Miguel Ángel Mancera, jefe del gobierno capitalino y uno de los principales aspirantes a la Presidencia de la República.

Es tan buena la relación que ambos estuvieron juntos en el Vaticano durante la ceremonia de entronización del Papa Francisco, el 19 de marzo de 2013. Ese día Mancera le pidió a Rivera Carrera que le entregara al nuevo pontífice una carta suya donde lo invitaba formalmente a la Ciudad de México. El cardenal entregó la invitación de Mancera en la residencia vaticana de Santa Marta.

“¡Nada que ver la política incluyente del doctor Mancera con la de Marcelo Ebrard! ¡Nada! Durante su gobierno, Ebrard se la pasó atacando a la Iglesia. Hubo puras confrontaciones”, relata Martínez y alude a las pugnas entre la arquidiócesis y la anterior administración capitalina, la cual despenalizó el aborto y legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, medidas opuestas a la postura del clero.

–¿No hay ningún otro obispo interesado en abrir los templos de su diócesis para una campaña de desarme? –se le pregunta a Martínez.

–No, que yo sepa. Hasta el momento este es un programa piloto que se implementa exclusivamente en la arquidiócesis de México.

Bajo una imagen de la virgen de Guadalupe, el abogado se arrellana en el sofá de piel de su oficina, luego concluye: “En estos tiempos violentos sería muy positivo que este programa se replicara en otras diócesis. ¿Por qué no?”.

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