Israel: ¿Qué hacer con los ultras?

viernes, 7 de agosto de 2015 · 22:38
MÉXICO, D.F. (apro).- “En toda sociedad hay elementos extremistas y homicidas, y lamentablemente la verdad es que entre nosotros también”, admitió el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, luego de que los dos últimos días de julio se perpetraran sendos ataques letales por parte de ultraortodoxos y ultranacionalistas, que conmocionaron no sólo a la comunidad internacional sino a la propia sociedad israelí. El jueves 30, un judío ultraortodoxo que acababa de purgar diez años en la cárcel por un ataque similar, apuñaló a seis personas durante un desfile del Orgullo Gay en Jerusalén, una de las cuales –una adolescente de 16 años– murió tres días después a causa de las heridas. Y el viernes 31, presuntos colonos ultranacionalistas lanzaron un coctel molotov contra una vivienda palestina en Cisjordanía, provocando un incendió que abrasó vivo a un bebé de 18 meses y dejó al borde de la muerte al resto de su familia. Esta vez la indignación no se limitó a los directamente afectados, sino que cundió desde Naciones Unidas hasta la Casa Blanca, pasando por las principales capitales del mundo, hasta extenderse por todo Israel. El 2 de agosto decenas de miles de israelíes marcharon por los grandes centros urbanos del país, para repudiar lo que por primera vez se reconoció públicamente como “terrorismo judío”. Presionado por el reclamo generalizado de que el gobierno no ha puesto un alto al creciente activismo de los extremistas judíos, que lo mismo atacan a palestinos y árabes israelíes, que vandalizan lugares de culto musulmanes o cristianos, amenazan como traidores al judaísmo a los israelíes pacifistas y desafían inclusive al propio ejército de Israel, Netanyahu admitió que, efectivamente, se trata de “actos terroristas” y, como tales, serán juzgados. Tras una reunión con su gabinete de seguridad, anunció que se pondría bajo “prisión administrativa” a todos los israelíes extremistas sospechosos de actos violentos, lo que supone su encarcelamiento por períodos indefinidos, sin cargos, teóricamente para evitar nuevos ataques mientras se reúnen pruebas para juzgarlos. Una práctica basada en la “denuncia anónima”, muy criticada por organismos de derechos humanos y que hasta ahora se había limitado a los palestinos, de los cuales 391 se encuentran detenidos en estas condiciones, según el diario Haaretz. Pero el ministro de Defensa, Moshé Yaalon, dijo que las órdenes de detención ya habían sido giradas al servicio de seguridad interior, Shin Bet, y que habría “cero tolerancia”, porque desde la perspectiva castrense “el terrorismo judío requiere del mismo tratamiento que el terrorismo palestino”. No todos piensan como él. “Me opongo a las detenciones administrativas, ya sean de judíos o de árabes. Si no hay una imputación no se puede detener a nadie. Que se esfuercen más en encontrar pruebas”, sentenció el diputado árabe-israelí Ahmad Tibi. Y es que aunque calculan que sólo hay algunos centenares de extremistas judíos capaces de realizar actos violentos, fuentes de seguridad declararon a la televisión israelí que era “muy difícil infiltrarse en esos pequeños grupos que no emplean teléfonos móviles, permanecen mudos durante los interrogatorios y visiblemente reciben consignas de cómo deben comportarse ante las autoridades”. Pero según informa la agencia France Press, durante una detención reciente se encontró un documento que explicaba cómo prender fuego a mezquitas, oficinas o casas palestinas sin dejar rastro, lo que da idea de una estructura organizada con liderazgo. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en lo que va del año se han cometido 112 agresiones contra ciudadanos palestinos o sus bienes en Cisjordania y Jerusalén Este, y en 2014 fueron 312. Éstos, por su parte, calculan en 11 mil los ataques que han sufrido durante los últimos diez años a manos de extremistas judíos, y la organización israelí Yesh Din afirma que 85.3% de las denuncias por este concepto simplemente se archiva. Para el especialista en cuestiones de inteligencia Yossi Melman no hay excusa. “Es incomprensible que un Estado que logra desmontar el terrorismo árabe y palestino, y que constituye un modelo copiado por numerosas agencias de seguridad en el mundo, encuentre difícil enfrentarse a unos pocos cientos de terroristas locales y sus complices”, escribió en el ‘Jerusalem Post’. Así, aunque ante el multitudinario repudio local y mundial Netanyahu se comprometió a “guiar a Israel contra el odio y la homofobia”, los palestinos, la oposición política, la prensa, organizaciones civiles nacionales e internacionales y hasta el propio sistema de la ONU temen que se trate de una simple afirmación retórica y de medidas efectistas coyunturales, que no van al fondo del problema. “Lo difícil de entender, es cómo el jefe del gobierno y sus ministros no se percatan de los vínculos entre el fuego que han estado avivando durante décadas y las llamas de los últimos acontecimientos. ¿Cómo no ver el nexo entre la ocupación de Cisjordania, que dura ya 48 años, y esa realidad oscura y fanática que se ha creado en los márgenes de la conciencia israelí? Una realidad cuyos partidarios y defensores aumentan día tras día, y que cada vez resulta más presente, aceptable y legítima a los ojos de la opinión pública, el parlamento y el gobierno”, escribió el respetado analista político David Grossman, en un artículo reproducido por ‘El País’. De inmediato recibió una confirmación de este mundo oscuro y fanático al que alude. “No sabía que Grossman era antisemita”, comentó uno de sus lectores. Es el mismo argumento que han esgrimido Netanyahu y sus colaboradores frente a cualquier crítica por la comisión de actos ilegales, ya sea los crímenes de guerra en Gaza durante la operación militar del año pasado, la ampliación de asentamientos judíos en territorios prohibidos por la ONU o la pasividad misma de las autoridades ante la violencia de radicales nacionalistas o religiosos, particularmente si es ejercida contra palestinos. “Toda esta política crea impunidad para los crímenes de odio y anima a los atacantes a continuar”, sostuvo la organización israelí de derechos humanos B’Tselem, quien recordó que apenas hace unas semanas se registraron otros ataques incendiarios: uno contra la iglesia cristiana de Tabgha, donde la tradición sitúa el milagro de los panes y los peces; y otro con coctel molotov contra un taxi, en el que una familia palestina resultó gravemente herida. “De ahí al asesinato de un niño de año y medio era sólo cuestión de tiempo”, sentenció. Por todo ello, el jefe de la oposición de centro-izquierda, Isaac Herzog, invitó a Netanyahu a hacer “un examen de conciencia” y revisar las políticas que han llevado a este estado de cosas. Pero esta revisión es improbable, después de que tras las elecciones de marzo pasado emergió uno de los gobiernos más derechistas en la historia política de Israel. Contra todas las encuestas, Netanyahu volvió a ganar la mayoría, pero no la suficiente para formar gobierno, por lo que tuvo que forjar alianzas con varios partidos minoritarios. Abandonado por el partido nacionalista Israel Beitenu, del saliente canciller Avigdor Lieberman, hizo acuerdos con el centroderechista Kulanu y los partidos ultraortodoxos, Judaísmo de la Torá y Shass. Estos dos últimos, que ya han formado parte de legislaturas anteriores, no han dudando en hacer avanzar su agenda ultrarreligiosa. Así, por ejemplo, desde 2012 libran una furibunda batalla para evitar la promulgación de una ley de reclutamiento que obliga a los “jaredíes”, quienes se dedican a rezar y a estudiar de tiempo completo en las escuelas talmúdicas, a enlistarse como cualquier otro ciudadano israelí a los 18 años en el servicio militar. Tal situación ha creado un profundo malestar en el resto de la población, que no ve por qué estos jóvenes ultrareligiosos deban estar exentos de servir militarmente al país y además recibir subvenciones gubernamentales financiadas con sus impuestos. Pero, además, con menos de 10% de la población general han presionado para que sus convicciones religiosas prevalezcan en la vida cotidiana. Así, por ejemplo, han buscado que se suspendan todos los servicios públicos durante el shabat; obligan en sus barrios a la separación de hombres y mujeres en autobuses y aceras; están contra la planeación familiar, y consideran a la homosexualidad una “abominación”. De ahí al ataque de la marcha gay hay sólo un paso. Pero todavía le faltaba una alianza crucial a Netanyahu para llegar al mínimo de 61 escaños sobre 120 y formar gobierno. Y ésta llegó a través del partido ultranacionalista Hogar Judío, que representa a los colonos de los asentamientos ilegales de Cisjordania y Jerusalén Este. Para ellos fueron las carteras de Educación y Agricultura, dos cargos adjuntos en el gabinete de seguridad, pero exigieron uno más: el ministerio de Justicia. A su cargo quedó Ayelet Shaked, una ingeniera informática y exasesora militar de 39 años, con un perfil singular: la única dirigente laica de un partido religioso, que a pesar de provenir de la liberal Tel Aviv defiende no sólo las posturas más derechistas de los colonos, sino de todo el espectro político israelí. Además, ha captado la atención de la prensa de todo el mundo por su hermoso rostro, de expresión un tanto infantil. “¿De qué nos sirve la belleza de la ministra si es peligrosa?”, cabeceó el diario ‘Haaretz’. Y es que esta “joven y atractiva halcona” se hizo famosa el año pasado, cuando en plena ofensiva militar en Gaza colgó en Facebook un texto que declaraba a todo el pueblo palestino como “enemigo”, y llamaba no sólo a aniquilar a los combatientes, sino a “destruir sus familias y casas para que no sigan criando pequeñas serpientes”. Una imagen que de inmediato trae a la mente al bebé recién quemado y su familia. Aunque las palabras no eran de Shaked, sino del ya fallecido periodista de ultraderecha Uri Elitzur, exhibieron sus verdaderos pensamientos y le valieron acusaciones repetidas de apoyar la matanza de civiles. Hubo quien inclusive habló de genocidio palestino. Ella negó todo y amenazó con demandar, pero lo cierto es que sus posturas no son muy diferentes. Si bien como ministra de Justicia no impartirá tal, sino se encargará de las relaciones entre el poder legislativo y el Tribunal Supremo, se espera que empuje su propia agenda. Considerado este último como uno de los pocos órganos independientes en Israel y con gran prestigio internacional, como diputada Shaked pidió recortar su poder por considerarlo “intervencionista y de izquierda”. De hecho la ministra descalifica como “de izquierda” a todo aquél que no comulgue con ella, incluida casi toda la prensa israelí. En medio de este clima y con estos personeros políticos parece poco probable que haya cambios de fondo, aunque ya se dio la primera detención de un acusado de “terrorismo judío”. Se trata de Meir Ettinger, nieto de Meir Kahane, aquel rabino radical cuyo partido Kaj incluso fue ilegalizado en Israel, luego se exilió y acabó asesinado en Nueva York. Se le señala, según un documento, como miembro de una red ultrajudía cuyo objetivo es desestabilizar al sistema democrático de Israel para instaurar un régimen basado en la ley religiosa judía, la Halajá. Por lo pronto, el presidente israelí Reuven Rivlin presentó una denuncia por amenazas en su contra en redes sociales. Después de que calificara a los atacantes como “terroristas judíos que avergüenzan a nuestra nación”, se distibuyó en Facebook una foto suya con una kefia palestina y la leyenda: “Rivlin, judezuelo traidor, sea su memoria olvidada”. No hay que olvidar que en 1995 el entonces presidente Yitzak Rabin fue asesinado por un joven ultraortodoxo, tras ser acusado por un rabino de traición a los judíos al firmar los acuerdos de paz de Oslo con los palestinos.

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