El regreso del racismo

domingo, 16 de agosto de 2015 · 06:18
Alemania, al igual que el resto de Europa, encara una situación crítica: en la primera mitad de este año, 179 mil personas –sobre todo de Medio Oriente y del antiguo bloque soviético– han llegado al país en busca de asilo. La cifra duplica el número de quienes llegaron en las mismas condiciones durante todo el año pasado. La reacción de los alemanes ha ido en dos direcciones diametralmente opuestas: hay quienes están por dar la bienvenida a los refugiados… y están quienes reviven un racismo que no se veía desde los tiempos del Tercer Reich. BERLÍN (Proceso).- Los mensajes electrónicos y las cartas entregadas por el servicio postal denotan profundo odio y desprecio: “Qué pena que ya no exista el Tercer Reich para poder cortar tu cabeza tonta de cerdo”; “Pronto vas a ser quemado vivo y cada grito de dolor que des será celebrado”; “Cerdo, vete al infierno. Lárgate con tus negros”; “Disfruta el tiempo que todavía puedes vivir. Para ti, tu esposa, tus cinco hijos y seis nietos tenemos muchas opciones. Véanse como daños colaterales”. El receptor de tales mensajes es el político y parlamentario alemán Martin Patzelt, de la Unión Demócrata Cristiana. El motivo: querer predicar con el ejemplo y habilitar una de las habitaciones de su casa en la pequeña población de Briesen, Brandenburgo, para alojar a dos refugiados de Eritrea, perseguidos por el régimen totalitario de su país. Tal acción, junto al llamado público de Patzelt, el año pasado, para que correligionarios de su bancada en el Parlamento alemán y ciudadanos en general abrieran las puertas de sus hogares con el propósito de hacer frente a la enorme demanda para albergar a los miles de refugiados llegados cada día a Alemania, despertó la ira de muchos que de manera anónima le enviaron al político no sólo cartas ofensivas, sino amenazas de muerte. El de Patzelt está lejos de ser un caso aislado. En lo que va de este año Alemania ha dejado ver, como hace mucho tiempo no lo hacía, su cara de odio y rechazo hacia los refugiados extranjeros y hacia quienes, solidarios, se comprometen con la causa. La ignorancia, el miedo a perder un estado de bienestar que creen amenazado por la presencia de extranjeros, el escaso o nulo contacto con culturas distintas, pero también sentimientos racistas han aflorado en un sector de la población alemana durante el último año, ante la avalancha de refugiados que buscan una mejor vida en Europa. Y es que, como nunca antes, las solicitudes de asilo de desplazados que huyen de la guerra en Medio Oriente así como de la pobreza en África y el este europeo se han disparado. En la primera mitad de este año la cifra ascendió a 179 mil solicitudes y, estiman las autoridades alemanas, a fin de año podría alcanzar 400 mil. Un ataque casi cada día Al anochecer del pasado 26 de julio, la familia Tsyschuer, originaria de la república de Ingusetia, Rusia, se disponía a dormir. Marina, la joven madre, y dos de sus hijos estaban en una de las habitaciones de su pequeño departamento en la calle Pariser, de la ciudad de Brandenburgo, donde viven desde hace un año como refugiados. De pronto un olor a quemado llamó su atención. Con horror, Marina vio cómo el humo se filtraba por debajo de la puerta de su casa. Las primeras llamas ardían. A gritos pidió auxilio a su marido, quien estaba en el jardín con la mayor de las hijas. Si no hubiera sido por la rápida asistencia del hombre –quien presuroso utilizó agua del baño para apagar el fuego–, aquello hubiera terminado en una tragedia. La policía determinó que alguien roció con gasolina rollos de periódico y les prendió fuego justo en la puerta de la vivienda de los Tsyschuer. El Ministerio del Interior reveló que en los primeros seis meses del año la violencia racista ha aumentado en el país. Lo peor: la estadística se basa en actos consumados y no en intentos. Esto es, entre enero y junio de este año hubo 202 ataques contra alojamientos para refugiados. De esos, según la propia autoridad federal, 173 fueron cometidos por personas con tendencia de derecha extrema. La estadística es demoledora: casi cada día hay un atentado de ese tipo en Alemania. El terror extendido en Irak y Siria por la brutalidad del Estado Islámico junto con el régimen autoritario en este último país de Bashar al-Asad, así como la amenaza de los talibanes en Afganistán, han generado el desplazamiento de cientos de miles de iraquíes, sirios y afganos a Europa. De igual forma, la prolongada guerra civil que azota Somalia y el terror de Estado ejercido por el gobierno de Isaías Afewerki en Eritrea han contribuido a que otros cientos de miles de africanos huyan de sus países. Más al norte, en la zona de los Balcanes, en plena Europa, la pobreza, falta de oportunidades y las elevadas tasas de desempleo –que rayan en 50%– también han obligado a miles de personas a huir a Occidente en busca de una mejor calidad de vida. De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en 2014 los conflictos bélicos y la persecución obligaron a 59.5 millones de personas (42 mil 500 personas en promedio diario) a dejar sus lugares de origen, una cifra inédita en la historia reciente y sólo equiparable a lo vivido durante la Segunda Guerra Mundial. En lo que va de este año, 179 mil personas han llegado a Alemania buscando asilo y protección, cifra 132% mayor que la de 2014. De acuerdo con la alemana Oficina Federal para Migración y Refugiados, los ciudadanos que han presentado solicitudes de asilo son, en su mayoría, de Siria, Kosovo, Albania, Serbia, Irak, Afganistán, Macedonia, Bosnia-Herzegovina, Eritrea y Nigeria, en orden descendente. Capacidades rebasadas Si bien la cantidad de refugiados en suelo teutón es mínima frente a las cifras de países como Turquía o Líbano, donde se cuentan por millones, lo cierto es que las comunas y ciudades alemanas se han visto rebasadas ante la elevada demanda de hospedaje y servicios que requieren los recién llegados. Ninguna cuenta con los medios, personal ni viviendas suficientes. En Berlín la situación está a punto de convertirse en una catástrofe, según alertó el pasado 28 de julio el Consejo de Refugiados de la ciudad. Y es que sólo el mes pasado llegaron a esta capital 4 mil personas en busca de asilo, una cifra nunca antes registrada. El ayuntamiento capitalino ha logrado ubicar hasta el momento a 15 mil 300 personas en albergues habilitados especialmente para el caso, a 9 mil en departamentos, otras mil 500 en hostales y hoteles. Sin embargo, el Consejo de Refugiados advirtió la semana pasada que, ante la falta de hospedaje, más de mil refugiados se encuentran literalmente en la calle, pues los vales para buscar por ellos mismos alojamiento en algún hostal de la ciudad no son canjeables por los hoteleros y menos en la temporada alta, cuando la ciudad se llena de turistas. “De acuerdo con nuestras estimaciones, la mayoría de estos refugiados se encuentra en situación de calle, teniendo que dormir a la intemperie en plazas y parques. Y a pesar del apoyo de trabajadores sociales y voluntarios no es posible encontrarles hospedaje”, alertó la institución en una carta pública enviada al alcalde de Berlín, Michael Müller. La emergencia que se vive ha sido utilizada por grupos conservadores y de extrema derecha para atizar el rechazo entre la población contra los refugiados. Si bien los ataques contra albergues ocurren con más frecuencia en el este del país, también los ha habido en el sur, en la boyante Baviera, o en el occidente, en Renania Palatinado o en Renania del Norte-Westfalia. Durante meses, por ejemplo, estuvo disponible un mapa en Google, promovido por la iniciativa “Ningún albergue para refugiados en mi vecindario”, en el cual se ubicaron cientos de miles de centros de refugio en toda Alemania, con direcciones exactas e incluso números telefónicos. La reciente y pequeña, pero no por ello inofensiva, agrupación Der III Weg (La Tercera Vía) –que diversos medios alemanes señalan como más radical que el ultraderechista Partido Nacional Demócrata Alemán– utiliza el mapa –eliminado hace unos días por Google de su plataforma– como “prueba” de la “extranjerización” de Alemania, y llama a sus seguidores a defender el país y detener “la afluencia de migrantes y la violencia generada por extranjeros”. “Efectivamente, Alemania está mostrando una cara fea. Pero es sólo una parte. El país está polarizado: por un lado hay gente con rabia y desprecio contra los refugiados, y políticos que se comprometen con el tema y defienden la cultura de la bienvenida; pero también hay que mencionar que hay muchos ciudadanos que, como nunca antes, se muestran dispuestos a ayudar a los necesitados. El coraje civil respecto a la difícil situación del alojamiento es enorme y muy bueno”, señala en entrevista Andras Zick, director del Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Conflicto y Violencia, de la Universidad de Bielefeld. Al investigador, quien los últimos años ha trabajado el tema de los prejuicios y comportamiento de los alemanes hacia distintos grupos, le preocupa que la actitud radical de una parte de la población aumente el peligro de ataques contra personas y albergues y, más aún, que crezcan los movimientos de extrema derecha orientados a la violencia. “La Oficina Federal de Investigación Criminal ya señaló que también gente de ‘buena reputación’ se está dejando incitar. La pregunta es entonces: ¿podemos alojar en nuestro país a gente que busca asilo sin otorgarles alguna protección especial? Y la respuesta de un ‘no’ explica por qué es tan peligroso. El riesgo sin duda ha crecido”, señala. –¿El incremento del flujo migratorio es un argumento válido para explicar el fenómeno?­ –Es cierto que una inmigración concentrada y la necesidad de alojamiento urgente desconcierta. También es cierto que mucha comunas están rebasadas y apenas tienen los medios para enfrentar la situación. Sin embargo, esto no explica por qué en algunos lugares aflora el valor civil y solidaridad de la población, y en otros el odio se incrementa. Agrega Zick: “Siempre que se incrementa la inmigración en Alemania se produce un eco y se habla de oleadas y de un enorme flujo, como ahora lo estamos viendo. En realidad son imágenes determinadas por la percepción, y sabemos que ésta es controlada por los prejuicios y hostilidad hacia el otro. Con esta misma situación viene entre la población la sensación de pérdida de los privilegios establecidos. En ese sentido encontramos una relación entre el incremento de la inmigración y el comportamiento de la población, pero no es algo sencillo de explicar y analizar”. Y así es. Alemania –que además padece un déficit de mano de obra importante que podría ser satisfecho por sus nuevos habitantes– se enfrenta hoy al reto de brindar apoyo y protección a miles de personas que huyen de la violencia, y, al mismo tiempo, resolver los prejuicios y temores de una parte de la sociedad que, por ignorancia, ve amenazado su bienestar.

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