Estado Islámico: La tragedia de Palmira

viernes, 28 de agosto de 2015 · 21:10
Londres, apro).- El cuerpo decapitado de Khaled Al-Asaad cuelga desde hace días de una de las elaboradas columnas romanas en el centro del complejo arqueológico de Palmira, al noreste de Damasco. El veterano arqueólogo de 82 años y renombrado experto en antigüedades históricas de Siria fue asesinado el pasado 18 de agosto por extremistas del Estado Islámico (EI), decapitado públicamente, colgado de una soga y su cuerpo mutilado por supuestamente haberse negado a revelar dónde se encontraban artefactos y objetos valiosos de Palmira. La decapitación se llevó a cabo frente a decenas de personas en la plaza central de esa ciudad histórica. Su cuerpo fue llevado al centro arqueológico de la ciudad y colgado de una de las columnas romanas, donde permanece pudriéndose bajo el sol. Al-Asaad, que había trabajado por 50 años como jefe del área de antigüedades de ese sitio arqueológico y que llevó a cabo innumerables excavaciones para entender la historia del lugar y estuvo al frente de tareas de restauración en la ciudad, se convirtió en una nueva víctima de las atrocidades cometidas por el grupo jihadista islámico. El experto había sido capturado en mayo pasado, cuando el EI tomó control de Palmira de las fuerzas gubernamentales sirias, pero fue puesto en libertad poco después. Sin embargo, a mediados de julio volvió a ser apresado por un grupo de jihadistas armados, quienes según fuentes locales lo interrogaron salvajemente, lo torturaron y golpearon en sesiones que duraron horas. “Imaginar que semejante experto que aportó tanto conocimiento sobre este lugar y su historia al mundo haya sido decapitado es espantoso. Y que su cuerpo siga colgando de una de las antiguas columnas en el centro de Palmira es completamente abominable”, destacó el director nacional de antigüedades de Siria, Maamoun Abdulkarim. “La presencia de estos criminales en la ciudad es una maldición y una señal horrible para Palmira, y todas las piezas arqueológicas que se encuentran allí”, agregó. Según Abdulkarim, no se puede hablar de la historia de Palmira sin mencionar la labor que realizó Khaled Asaad durante años. “Es como hablar de la Egiptología sin mencionar a (el historiador inglés) Howard Carter. Asaad tenía un gran conocimiento del sitio, conocía cada rincón y recoveco. Ese tipo de conocimiento es irremplazable y no podrá ser recuperado jamás. Su entendimiento a nivel humano del lugar hace que su muerte sea una tragedia inimaginable para la humanidad”, continuó. Poco después de anunciarse el asesinato de Al-Asaad, comenzó a circular por las redes sociales una imagen del cuerpo del arqueólogo decapitado, atado a un palo en una de las calles de Palmira. En un “juicio” realizado por los extremistas del EI, el cuerpo de Al-Asaad fue acusado de lealtad al presidente sirio, Bashar al-Assad, de mantener contacto con agentes de la Inteligencia y seguridad, y de estar a cargo de la colección de “ídolos” del lugar, entre otras acusaciones. Conocida como la “Perla del Desierto”, Palmira, que significa la Ciudad de las Palmeras, fue durante siglos un oasis bien preservado ubicado a unas 130 millas al noreste de Damasco, la capital del país. Su nombre apareció por primera vez en una tableta tallada de 1800 AC, que describía en detalle el sitio como un lugar de descanso para caravanas y mercaderes que viajaban por la llamada Ruta de la Seda, entre el Golfo Pérsico y el Mediterráneo. Sin embargo, fue durante el Imperio Romano –entre el siglo primero DC y por al menos 400 años– que Palmira logró convertirse en una gran metrópoli de Medio Oriente. Antes de la llegada del Cristianismo en el siglo II DC, en Palmira se rendía culto a la trinidad de los dioses de Babilonia: Bel, Yarhibol (el sol) y Aglibol (la luna). La antigua ciudad romana tiene en su parte central un fila de columnas de 1.100 metros de largo, todas las cuales incluyen inscripciones en griego y en arameo, y donde otrora se encontraban las estatuas de mercaderes ricos de Palmira. En el sitio también se encuentra el enorme complejo arqueológico conocido como Campo de Diocleciano, construido como centro militar a finales del siglo III, además de un teatro romano muy bien preservado que data del siglo II. Asaad había trabajado desde hacía décadas en misiones arqueológicas financiadas por Estados Unidos, Francia, Alemania y Suiza para explorar las ruinas del sitio, considerado por la UNESCO como patrimonio de la Humanidad por sus joyas arquitectónicas, como las tumbas rumanas o el Templo de Bel. Durante sus años trabajando como arqueólogo, Asaad había descubierto varios cementerios antiguos, cuevas y un campo santo bizantino en el jardín del museo de Palmira. Era además un experto en arameo, la lengua franca de la zona antes de la llegada del Islam en el siglo VII. “Al-Asaad era un tesoro para Siria y para el mundo”, afirmó su yerno, Khalil Hariri. “¿Por qué lo mataron? Es algo incomprensible. La campaña sistemática del EI quiere llevarnos a la prehistoria. Pero no lo lograrán”, advirtió. A pesar de que el arqueólogo e historiador sirio se había opuesto públicamente en 2011 al levantamiento popular contra el presidente Al-Assad, su muerte a manos del EI generó una condena generalizada en Siria, tanto de grupos e individuos leales a la administración siria, como de activistas de la oposición. La opositora Coalición Nacional condenó el asesinato como un “crimen salvaje” y repudió la tragedia “que afecta al mundo entero”. “Es imposible escribir sobre la historia de Palmira sin mencionar a Khaled Asaad. Era un sabio con conocimientos muy respetados y valiosos”, dijo Amr al-Azm, exfuncionario a cargo de las antigüedades en Siria. Pero una semana después de la decapitación pública de Asaad, el antiguo templo de Baal Shamin, construido hace casi dos mil años y expandido bajo el reino del emperador romano Adriano en 130DC, desapareció para siempre de Siria y el mundo, tras haber sido detonado con dinamita por jihadistas del EI. El templo era uno de los edificios mejor preservados del sitio histórico. Su nombre significaba ‘Señor de los Cielos', y el sitio había sido dedicado al antiguo dios fenicio del cielo y las tormentas, que se convirtió en una importante deidad adorada durante la era de la Reina Zenobia y su esposo Septimius Odaenathus, reyes de Palmira. Estaba ubicado a unos 500 metros del famoso anfiteatro de Palmira, donde el EI asesinó en mayo a más de 20 soldados sirios, luego de haberlos capturado cerca de allí. “Daesh (EI) puso una gran cantidad de explosivos en el templo de Baal Shamin… Y luego provocó la detonación causando mucho daño en el templo”, indicó Abdulkarim en un comunicado oficial. El EI, que ya controla grandes extensiones de territorio en Siria e Irak, había comenzado a poner dinamita en distintos edificios del sitio, desde que capturó Palmira el pasado 21 de mayo. “La parte interna del templo fue destruida y las columnas colapsaron”, destacó Abdulkarim. “Nuestras peores predicciones lamentablemente están ocurriendo”, dijo el vocero oficial, al confirmar que los jihadistas llevaron a cabo ejecuciones en el teatro antiguo de Palmira, destruyeron el famoso León de Al-l?t en julio pasado, y transformaron el museo en una prisión y corte para “juicios”. Según Abdulkarim, el EI destruyó además más de 50 mausoleos. “Ellos consideran estos mausoleos islámicos como contrarios a sus creencias, y por ello han prohibido todo ingreso a estos sitios”, continuó. El EI había minado el antiguo sitio histórico en junio pasado, antes de destruir la estatua del león, una pieza única hecha con piedra y que medía más de tres metros de alto. Los extremistas también destruyeron bustos funerarios. Desde Londres, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que evalúa la situación de violencia generada por la guerra civil en Siria, confirmó de inmediato la destrucción del templo, en tanto que la UNESCO calificó el acto como un “crimen de guerra”. “La destrucción del templo de Baal Shamin constituye una pérdida inmensa para el pueblo sirio y para la humanidad”, destacó la agencia de la ONU. La versión extremista del Islam que pregona el EI considera las estatuas y templos como idolatría, y por ello el grupo jihadista destruyó desde el último año un gran número de antigüedades y objetos históricos en territorios bajo su control en Siria e Irak, incluyendo objetos invaluables del museo histórico de Mosul. Según Michael Danti, profesor de arqueología de la Universidad de Boston, la mayoría de los sitios históricos que el EI destruyó estaban vinculados con el Islam chiíta y sufi. “Mucho de lo que están haciendo es tratar de generar tensiones sectarias y proliferar el conflicto”, agregó. En abril pasado, una filmación casera mostraba a extremistas del EI destruyendo a mazazos la ciudad histórica iraquí de Nimrud, cerca de Mosul, que data del siglo XIII AC. La grabación revelaba además cómo los extremistas destruían esculturas y piedras talladas de más de tres mil años de antigüedad, antes de destrozar con topadoras y explosivos las históricas ruinas. Uno de los fanáticos aparece en el video diciendo: “Alá nos ha honrado en el Estado Islámico para retirar en los últimos días todos estos ídolos y estatuas alabadas en lugar de Alá”. Otro de los extremistas agregaba: “Donde sea que conquistemos tierras, vamos a destruir símbolos de idolatría y propagaremos el monoteísmo”. El EI también destruyó la ciudad histórica iraquí de Hatra, de dos mil años de antigüedad y cuyas ruinas fueron destrozadas con rifles AK-47 y mazas. El 6 de agosto pasado, los extremistas de ese grupo utilizaron topadoras para demoler el Monasterio Mar Elian, de mil 500 años de antigüedad y considerado uno de los tesoros nacionales de Siria, que se encontraba en la localidad de Al-Qaryatayn desde 432 DC. Ese monasterio había sido nombrado en honor a San Elian, que según la leyenda fue martirizado por su padre, un oficial romano, tras negarse a denunciar al Cristianismo. Muchos supuestos milagros fueron atribuidos a San Elian, quien en su época era un renombrado doctor de medicina. En el lugar de su muerte se construyó una iglesia, y los restos del santo se encuentran en un pequeño sarcófago en una capilla ubicada en la cripta del templo. El sarcófago se teme ahora pueda ser destruido por los extremistas del EI. Cuando Mar Elian fue restaurado en 1969 y se retiró el yeso de sus paredes, se descubrieron murales de Jesús, María y los profetas, que databan del siglo VI. El sacerdote italiano Paolo Dall’Oglio, que trabajaba en las tareas de restauración del sitio, fue secuestrado por el EI en julio de 2013, y supuestamente asesinado bajo captura. El Estado Islámico también capturó a más de 200 personas cuando tomó control de esa ciudad, trasladando a un centenar de ellos a la capital de-facto del grupo, Raqqa. Además del experto sirio Assad, el EI asesinó a otro arqueólogo importante del país, Qasem Abdullah Yehiya, quien trabajaba en el museo de la antigua ciudad de Damasco, otro sitio de importancia mundial, según la UNESCO. La directora general de ese organismo, Irina Bokova, afirmó públicamente el pasado 23 de agosto, en relación a ambos asesinatos, que fueron “una pérdida terrible al legado cultural en Siria y el mundo entero”. “El ataque y destrucción sistemáticas de sitios culturales de Siria está alcanzando niveles nunca antes vistos”, subrayó Bokova. “Semejantes actos son crímenes de guerra y sus responsables deberán enfrentar a la justicia por sus actos. La UNESCO acompaña a toda la población siria en sus esfuerzos por proteger su legado, que es un legado para toda la humanidad”. “El EI está asesinado a gente y destruyendo sitios, pero no podrá silenciar la historia ni logrará borrar esta gran civilización de la memoria del mundo”, concluyó.

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