Leonardo y Miguel Ángel: una tomadura de pelo

viernes, 4 de septiembre de 2015 · 11:22
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las exposiciones Leonardo da Vinci y la idea de la belleza y Miguel Ángel Buonarroti. Un artista entre dos mundos, han afectado la credibilidad de las instituciones culturales gubernamentales. Exhibidas desde el 26 de junio en el Museo del Palacio de Bellas Artes y clausurada la primera el pasado domingo 23 de agosto, ninguna de ellas merecía la tumultuosa e incómoda asistencia de la que gozaron. Sustentadas en una eficaz comunicación mercadológica que evitó evidenciar las pocas e insignificantes piezas originales de Da Vinci y Buonarroti que se exhibían, arrojan un lamentable resultado en servicios culturales para la ciudadanía. Interesados en visitarlas para “aculturarse” –como comentó una persona que llevaba tres horas esperando comprar su boleto–, entusiasmados por ver en México obras de creadores “tan enormes”, divertidos por estar en la cola desde las cinco de la mañana –aunque muchos no recordaban el nombre de los artistas–, o simplemente satisfechos por asistir a un evento que, “como decían en la televisión, no debían dejar de visitar”, los asistentes, en su mayoría, develaron cuatro características del consumo artístico nacional: ignorancia, conformismo, interés de ver arte consagrado, obligación. Esta última, experimentada principalmente por numerosos adolescentes y jóvenes que cumplieron con la incómoda tarea escolar de asistir, aun cuando sus maestros fueron incapaces de darles una explicación previa de lo que iban a ver. Indiferentes ante la expectativa de contemplar obras originales o simplemente atribuciones y copias, algunos espectadores cambiaban su entusiasmo al salir del museo: “sólo tres dibujos de Leonardo que valían la pena”, “la exposición de Miguel Ángel es una burla”, “los custodios no saben ni donde están las cédulas”, “quise poner una queja y nadie me pudo decir dónde escribirla”. Diseñada como una muestra itinerante por la asociación cultural MetaMorfosi –organización italiana que conjunta expertos en arte, comunicación y relaciones públicas–, la exposición de Leonardo, mucho mejor que la de Miguel Ángel, se integró con 15 pequeños dibujos que si bien reproducían el lenguaje característico del renacentista, varios de ellos eran atribuciones o producción de sus seguidores. Sobresaliente por la excesiva difusión que desplegó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, Leonardo da Vinci y la idea de la belleza fue clausurada al público el pasado domingo 23. Visitada de manera privada el lunes 24 por la pareja presidencial, la muestra exige la reflexión sobre dos aspectos esenciales de la política cultural: los vínculos entre el arte y la economía, y el sentido de la experiencia artística. ¿Cuánto costó la renta o “fee” de la exposición de Leonardo? ¿Cuáles fueron los objetivos de una experiencia artística centrada en la estrategia mercadológica de la demanda tumultuaria? ¿Por qué se da tanto protagonismo museográfico a una pieza tan menor como el Cristo Portacroce y se permite la exhibición de una pésima y grotesca copia de la famosa Piedad de Miguel Ángel? Será acaso que, como dijeron cuatro personas al salir del museo, ¿que nos están tomando el pelo?

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