La muerte que avergüenza al mundo

viernes, 11 de septiembre de 2015 · 10:31
PARÍS, (Proceso).- Es chiquitito. Viste pantalón corto de color azul y una camiseta roja. Yace bocabajo sobre la arena a la orilla del mar, ahogado. Un policía turco lo mira impotente. En menos de 24 horas la foto del pequeño cadáver dio la vuelta al mundo, cubre de vergüenza a Europa y se está convirtiendo en una imagen emblemática del cruento destino de miles de inmigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de la violencia religiosa y de la miseria. El niño se llamaba Aylan Kurdi. Tenía tres años. A poca distancia de su cuerpo los policías encontraron también el de su hermano Galip, de cinco años, y el de su madre Rehan, también tendidos sin vida en la playa turca de Bodrum, una de las más frecuentadas del país. Sólo se salvó Abdulah Kurdi, el jefe de familia. Los Kobani, oriundos de Damasco, vivían en la ciudad de Kobane, en la frontera de Siria con Turquía, desgarrada por las masacres perpetradas por el Estado Islámico. Según contó la hermana de Abdulah Kurdi, Teema, al periódico Ottawa Citizen, la familia llevaba varios meses en Estambul multiplicando trámites para llegar a Canadá, donde ella radica desde hace 20 años. Teema tocó a todas las puertas. Intentó recurrir al G5 Refugee Sponsorship, una instancia administrativa especial que ofrece la posibilidad a cinco ciudadanos canadienses de juntarse para acoger a un refugiado, comprometiéndose a apoyarlo económica y psicológicamente durante un año. Explicó Teema al Ottawa Citizen: “Varios vecinos y amigos míos se agruparon y depositaron dinero en una cuenta bancaria. Pero jamás logramos hacerlos salir de Turquía. La oficina de la ONU se negó a ayudar a mi hermano a obtener visas de refugiados para él y su familia al tiempo que el gobierno turco rehusaba darles visas de salida del país. Fue por esa razón que acabaron tomando esa lancha…”. La familia se lanzó en una primera travesía por el Mediterráneo, pero el bote en el que viajaba fue interceptado por los guardacostas turcos. Lo intentaron de nuevo en la noche del 1 al 2 de septiembre. Según la policía turca, dos embarcaciones salieron de dos lugares distintos de la península de Bodrum para tratar de llegar a la isla griega de Kos, que se encuentra a cinco kilómetros de las costas turcas. El viaje, que le costó 2 mil 500 euros a Abdulah Kurdi, fue breve. Las dos lanchas volcaron en aguas internacionales poco tiempo después de haber zarpado. Contó Abdulah Kurdi a la prensa turca: “Teníamos chalecos salvavidas pero el bote se volcó repentinamente porque la gente se levantó al mismo tiempo. Yo apretaba la mano de mi mujer y agarraba a los niños, pero se deslizaron. Todo era oscuro. Toda la gente gritaba. Fue por eso que mi mujer y mis niños no pudieron oír mi voz. Intenté nadar hacia la costa guiándome con las luces. Una vez en tierra no encontré a mi esposa ni a mis hijos. Corrí al hospital y fue allí donde me dieron la terrible noticia…”. El barco en el que viajaban los Kurdi transportaba a seis personas Sólo se salvaron Abdulah y otro pasajero. La segunda lancha llevaba a bordo 18 refugiados sirios, siete se ahogaron, nueve fueron rescatados y dos desparecieron. Hoy la única aspiración de Abdulah es regresar a Kobane para enterrar dignamente a Rehan, Aylan y Galip. Según las autoridades turcas, cada día 2 mil refugiados se lanzan desde sus costas al Mediterraneo con el propósito de alcanzar Grecia. En los ocho primeros meses del año la marina turca rescató a 42 mil personas en situación de extremo peligro. Al igual que Líbano y Jordania, Turquía ha resultado profundamente afectada por el éxodo masivo de refugiados que buscan llegar a Europa. Se calcula que actualmente acoge a 2 millones de sirios. Ankara lleva meses exigiendo en vano de la Unión Europea que asuma sus responsabilidades, y observa, no sin ironía, las reacciones indignadas o compasivas que la foto de Aylan Kurdi provoca entre los dirigentes europeos. Las autoridades turcas acaban de recordar a sus homólogas de Bruselas que esa crisis migratoria ya les costó 5 mil millones de euros y que siguen esperando los fondos compensatorios prometidos por la Unión Europea. Mientras tanto los 28 Estados de la UE multiplican cumbres extraordinarias sin poder elaborar una política migratoria común respetuosa del derecho de asilo de los refugiados. Alemania, que decidió abrir más ampliamente sus puertas a inmigrantes y refugiados en las últimas semanas, y Suecia, que lleva años haciéndolo, distan de convencer a los demás países de seguir su camino. El 3 de septiembre la canciller alemana Angela Merkel logró una pequeña victoria: convenció al presidente francés François Hollande de que apoyara su propuesta de crear un mecanismo permanente y vinculante que obligara a los Estados miembros de la UE a acoger una cuota determinada de refugiados. Esa iniciativa se discutirá el próximo 14 de septiembre en el Consejo de Ministros del Interior que se reunirá en Bruselas. Los debates amenazan con ser virulentos. Gran Bretaña y los países de Europa Oriental, encabezados por Hungría y Polonia, rechazan rotundamente esa idea.

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