Canadá: elecciones con final de fotografía

viernes, 9 de octubre de 2015 · 21:25
MONTREAL (apro).- En 2006 Stephen Harper se convirtió en primer ministro canadiense. Luego logró dos reelecciones consecutivas en los comicios de 2008 y de 2011. El próximo lunes 19, los ciudadanos de este país decidirán entre un periodo más a manos del Partido Conservador o un cambio en el timón del gobierno, ya sea eligiendo al Nuevo Partido Democrático o al Partido Liberal de Canadá. En los últimos años, Canadá ha vivido una profunda transformación bajo el poder de la derecha. Tradicionalmente visto como garante del Estado de bienestar, receptor de refugiados y solidario en el panorama internacional, este país norteamericano presenta actualmente un rostro distinto, donde los asuntos económicos –basados sobre todo en el petróleo y la industria minera- están por encima de la agenda social y medioambiental. De hecho, la influencia de las provincias del oeste se siente con demasiada fuerza en los pasillos de Ottawa, la presencia en el exterior se centra más en abrir mercados que en prestar ayuda y la puerta de entrada al país no se abre con tanta facilidad como antaño para las personas en riesgo. Además de la fuerza de Harper para proponer sus planes económicos –respaldados en gran medida por las considerables ganancias petroleras durante algunos años-, estos cambios también se explican por la crisis del Partido Liberal de Canadá durante cerca de una década, presa de escándalos de corrupción y de pugnas internas. Con su peor rival político seriamente herido, el Partido Conservador ha podido imponerse en las urnas tres veces consecutivas. Asimismo, la debacle liberal –partido más cercano al centro político- ha provocado un crecimiento considerable del Nuevo Partido Democrático - agrupación de centro izquierda- en todo el territorio canadiense. Ejemplo de ello es que en las últimas elecciones federales de 2011, los neodemócratas desplazaron a los liberales como oposición oficial. De acuerdo con el organismo público Estadísticas Canadá, el país entró en recesión durante el primer semestre de 2015, situación en la que ha tenido que ver el descenso en los precios internacionales del petróleo. Harper se ha negado a reconocer este hecho en plena campaña electoral. La economía –carta fuerte de Harper- se ha sumado a una lista de descontentos por parte de un número considerable de canadienses hacia los conservadores, en donde aparecen aspectos como los recortes en distintos programas de ayuda social, el trato preferencial hacia las grandes empresas y el retiro del país del Protocolo de Kioto, entre otros puntos. Esto ha propiciado que existan posibilidades de un cambio en el control del gobierno. El NPD, bajo el liderazgo de Thomas Mulcair y sus propuestas progresistas, y el Partido Liberal, dirigido por Justin Trudeau y quien promete un retorno a los principios tradicionales de Canadá, dificultan una nueva reelección de Harper. Alec Castonguay, analista político de la revista l’Actualité, señala sin embargo que el primer ministro cuenta aún con elemento para ganar: Se le sigue percibiendo como el político más experimentado en comparación con los otros líderes, pues mantiene una base electoral incondicional que ronda 30% y puede verse beneficiado por la división de votos de sus oponentes. Temas de campaña Cada uno de los tres principales partidos ha manifestado su deseo de implicarse en diversos temas en caso de conseguir la victoria. Sin embargo, algunos asuntos preocupan más que otros al electorado canadiense. Los argumentos que se escuchan con más fuerza son los relacionados con la economía. Los conservadores proponen mantener las reducciones fiscales para las parejas con niños y que ganen menos de 50 mil dólares anuales, plan que ha sido recibido favorablemente por muchos canadienses. También se comprometen a reducir los impuestos a los pequeños comercios y a lograr un equilibrio en el presupuesto gubernamental dentro de unos meses. Los neodemócratas han señalado que no desean aumentar en ningún momento los impuestos para las personas físicas, pero sí para las corporaciones, además de luchar por fondos más generosos para las pensiones. Por su parte, los liberales se han comprometido a reducir el impuesto sobre la renta en un 1.5% para los trabajadores que ganen menos de 90 mil dólares anuales, a tasar con mayor vigor a las grandes empresas (al igual que ha prometido el NPD) y a buscar más recursos aumentando los precios del tabaco y el alcohol. En cuanto a energía y medioambiente, los conservadores proponen continuar con una serie de proyectos que han impulsado para poder exportar petróleo con mayor facilidad al mercado asiático y a Estados Unidos. Igualmente se comprometen a reducir las emisiones de dióxido de carbono (a pesar de que Canadá se retiró del Protocolo de Kioto a finales de 2011) y a sumarse a las iniciativas de los países más ricos del orbe a fin de eliminar el uso de combustibles fósiles a finales de este siglo. Los neodemócratas prometen invertir considerablemente en investigaciones para el desarrollo de energías no contaminantes, revisar con sigilo cada propuesta de explotación petrolífera a modo de que los expertos dictaminen su viabilidad medioambiental y, de igual manera, abrir un fondo para que los ciudadanos realicen reformas en sus hogares con miras a ahorrar en el consumo de energía. Los liberales por su parte desean reducir los subsidios a la industria petrolera y a las mineras, invertir en energías renovables y establecer con las provincias metas en cuanto a emisión de contaminantes. Respecto al tema medioambiental, el líder liberal ha sido criticado por incluirlo con frecuencia en sus discursos, cuando a su vez ha apoyado proyectos petrolíferos severamente cuestionados por Greenpeace y otros organismos civiles abocados a este tema. En lo que toca a defensa y política internacional, los conservadores proponen aumentar los gastos militares en un 3% y continuar con la participación del país en los bombardeos de la coalición internacional en contra el Estado Islámico. Contrariamente, el NPD se compromete a recortar el presupuesto del ejército, abandonar la coalición y aumentar los montos en cooperación internacional (del 0.24% actual al 0.7% del Producto Nacional Bruto). También los liberales prometen incrementar los recursos en la ayuda exterior (sin brindar una cifra precisa) y abandonar los bombardeos en Siria e Irak, aunque colaborando en la capacitación de tropas locales. Además, buscarán que Canadá vuelva a ser un actor de importancia en los organismos multilaterales. Las relaciones entre la federación y la provincia de Quebec también han sido abordadas en la campaña. A pesar de que las tres principales fuerzas políticas no apoyan una probable secesión de la provincia francófona, Mulcair ha afirmado que una mayoría simple a favor de los soberanistas en caso de un nuevo referéndum quebequense sería suficiente para comenzar las negociaciones sobre la independencia. Trudeau y Harper simpatizan en cambio con la decisión de la Suprema Corte, respecto a que es necesario contar con una cifra mayor (aún no especificada) para cualquier intento de separación. Ataques y polémicas La campaña electoral ha sido de igual manera un terreno fecundo para diatribas, señalamientos y polémicas, cuyo principal blanco ha sido Harper. El primero de los ataques tuvo que ver con el juicio contra Mike Duffy, senador conservador. Duffy está acusado de mentir sobre su lugar de residencia, a modo de obtener mayores reembolsos sobre sus gastos como político. Las investigaciones han sacado a la luz que varios de los colaboradores del senador conocían este ilícito y que la cúpula conservadora no actuó para hacer algo al respecto. A raíz de la crisis de refugiados sirios de las últimas semanas, tanto Mulcair como Trudeau han lamentado los limitados esfuerzos por parte de los conservadores para tender la mano a estos desplazados por el conflicto bélico. Las críticas subieron de tono al conocerse que una tía de Aylan Kurdi, el niño sirio ahogado en las playas de Turquía y cuya imagen dio la vuelta al mundo, había pedido refugio a las autoridades canadienses para el menor y demás miembros de su familia, solicitud que no fue autorizada. De acuerdo con Estadísticas Canadá, en 2005, último año de los liberales en el poder antes de la llegada de Harper, el país aceptó a 35 mil 776 refugiados, mientras que en 2014 la cifra fue de 23 mil 286. Neodemócratas y liberales han prometido incrementar el número de personas que obtengan esta categoría migratoria en caso de ganar las elecciones. Otro tema que ha servido para criticar a los conservadores es su relación con los diferentes grupos autóctonos. Durante sus años en el poder, Harper ha mostrado magro interés a los reclamos de estas comunidades. Prueba de ello es la desatención que ha exhibido ante las recomendaciones de la Comisión de Verdad y Reconciliación –encargada de investigar los castigos físicos y los abusos sexuales en contra de miles de niños indígenas en internados federales durante décadas- y la negativa de ordenar una investigación nacional relacionada con los asesinatos y desapariciones de mujeres autóctonas. Liberales y neodemócratas han prometido una nueva relación con los grupos indígenas en caso de llegar al poder. Como ejemplo de las declaraciones a las que el primer ministro se ha hecho acreedor en este tema, en un evento en Saskatoon el pasado 31 de agosto, Mulcair acusó a Harper de racismo por negarse a solicitar la investigación nacional sobre la violencia hacia las mujeres autóctonas. El niqab es un velo utilizado por algunas musulmanas y que sólo deja los ojos al descubierto. Esta prenda ha ocupado un espacio desproporcionado durante la campaña canadiense. El pasado 15 de septiembre, una corte federal rechazó la decisión del gobierno conservador de prohibir el uso del niqab durante las ceremonias de ciudadanía. Esto ha provocado que el tema haya sido abordado por los partidos. Harper ha señalado que en caso de imponerse en las urnas buscará a cualquier precio implantar esta interdicción, mientras que neodemócratas y liberales han manifestado que esta prenda es apenas usada por un puñado de mujeres en suelo canadiense y que todo este debate favorece la división entre los ciudadanos. Los analistas comentan que la insistente alusión del niqab por parte de Harper es en sí una estrategia para distraer la atención respecto a otros temas. Si Mulcair y Trudeau coindicen en la mayoría de sus críticas hacia los conservadores, cabe señalar que Harper y su equipo han recurrido a subrayar una y otra vez que los planes de los otros partidos en lo económico llevarían al país a un severo déficit, tachándolos de irresponsables y de estar alejados de la realidad, invitando a los canadienses a privilegiar la experiencia por encima de la incertidumbre. Elección sui generis El pasado 2 de agosto Harper solicitó a David Johnston, gobernador general de Canadá, la disolución del Parlamento y, por ende, el llamado a nuevas elecciones federales. Se trata de la campaña más larga en la historia del país, con una duración de 79 días. Harper señaló que una campaña de este tipo servirá para ahorrar el dinero de los contribuyentes, ya que los partidos no podrán servirse de recursos gubernamentales o parlamentarios para su promoción electoral. Otras opiniones afirman sin embargo que un calendario de campaña tan extenso aumentará considerablemente los gastos de los partidos y dichas facturas serán reembolsadas en un 50% por el Estado, por lo que el ahorro no puede estar detrás de la decisión del primer ministro. “Harper conoce los generosos recursos de su partido, en comparación con los demás, y convocando a elecciones iba a poder frenar la publicidad negativa pagada por sindicatos y otras organizaciones que han criticado su gestión”, señala a Apro Peter Loewen, profesor de ciencia política en la Universidad de Toronto. Según las encuestas de las últimas semanas, los tres principales partidos aparecen con intenciones entre 28% y 32%, dando cuenta de lo cerrada que está siendo la campaña. Conviene sin embargo mostrar cautela hacia esas cifras, ya que de acuerdo con las reglas canadienses, es el partido que obtenga el mayor número de diputados en las circunscripciones (308 en total) el que llegará al poder. En caso de que un solo partido consiga más de la mitad de las circunscripciones (155 es la cifra mágica) entonces formará un gobierno mayoritario, logrando el control del parlamento. Harper tuvo gobiernos minoritarios en 2006 y 2008, pero consiguió uno mayoritario en 2011. Durante varios meses, la prensa canadiense evocó la posibilidad de una alianza entre los liberales y el NPD para asegurar la derrota de Harper, pero los equipos de Trudeau y Mulcair anunciaron en repetidas ocasiones que esto sería imposible. Ambas fuerzas tiene probabilidades de llegar al poder y no contemplan aventurarse en un proyecto distinto. Liberales y neodemócratas no se han cansado de criticar a los conservadores, pero como señala Paul Wells, editor político del semanario Maclean’s, esto no será suficiente para vencer a Harper, así que tendrán que subrayar las diferencias entre sus programas políticos y atacarse mutuamente, a modo de que uno de ellos aparezca como la opción de cambio más sólida. A pesar de la lucha tan cerrada que se avecina y de la importancia de cada voto en las 308 circunscripciones, se espera con certeza que el próximo gobierno sea minoritario. Esta situación obligará a todas las fuerzas políticas a sentarse sobre la mesa en busca de acuerdos y consensos. Sobre este escenario, el politólogo Peter Loewen señala que una victoria de cualquiera de los dos partidos de la oposición facilitaría la aprobación de ciertas políticas, debido a la visión parecida de neodemócratas y liberales en varios temas. En cambio, si Harper consigue formar un gobierno minoritario enfrentaría un panorama muy difícil, por lo que tendría que esperar a que las dos fuerzas opositoras no construyan una sólida alianza parlamentaria, además de optar por propuestas que no generen rechazo con tanta rapidez. Los electores canadienses asistirán a las urnas el próximo lunes 19 para seleccionar la dirección del país que desean para los próximos años, ya sea confiando aún en las ideas de los conservadores, optando por la vuelta de los liberales al poder luego de casi 10 años (con una visión más hacia el centro político) o decantándose por los neodemócratas y sus proyectos más vinculados con la socialdemocracia.

Comentarios