Canadá: Trudeau, la hora de los hechos

viernes, 6 de noviembre de 2015 · 23:11
Montreal (apro).- Un Trudeau vuelve a tomar las riendas de la política canadiense. Justin Trudeau se ha convertido en el nuevo primer ministro. Su padre, Pierre Elliot Trudeau, ocupó el cargo de 1968 a 1984 y es considerado uno de los políticos más importantes en la historia de Canadá: moldeó las bases de una sociedad regida por el multiculturalismo, las libertades individuales y el bilingüismo oficial; además, posicionó al país en el exterior. Ahora toca al hijo el turno de gobernar tras casi una década de poder conservador. El pasado miércoles 4, Trudeau asumió el cargo de primer ministro y presentó a su gabinete en una cálida ceremonia llena de referencias a los pueblos autóctonos. “Somos un gobierno que refleja el Canadá de hoy y mostraremos apertura y confianza ante la ciudadanía”, señaló ante los medios de comunicación. Trudeau integró a un equipo con equilibrio de género, diversidad cultural, experiencia y joven talento. Por ejemplo, designó a Stéphane Dion –ministro en anteriores gobiernos liberales y líder de ese partido de 2006 a 2008– como responsable de Relaciones Exteriores, y a Jody Wilson-Raybould –diputada de 43 años y originaria de la nación Wewaikai– en la cartera de Justicia. Y sorprendió al anunciar que él mismo se ocupará de los asuntos intergubernamentales y del ministerio de la juventud.   Crecer entre algodones Justin Trudeau nació en la capital canadiense en 1971, cuando su padre era primer ministro. Desde entonces ha estado frente a los reflectores. No ha existido familia en la historia canadiense con tanto glamour y reconocimiento como la de los Trudeau. Con frecuencia se le compara con el clan Kennedy. Justin asistió al colegio Jean-de-Brébeuf de Montreal, se graduó primero en artes por la Universidad McGill y posteriormente en educación por la Universidad de la Columbia Británica. En la teleserie The Great War, difundida en 2007 por la cadena CBC, Trudeau interpretó a Talbot Mercer Papineau, uno de los héroes de guerra canadienses más célebres de la Primera Guerra Mundial. Aparece peleando entre el barro de las trincheras, algo que haría años después, aunque dentro de la esfera política. También fue profesor de secundaria en la West Point Grey Academy de Vancouver, panelista en la emisora CBC Radio One, instructor de esquí en una estación de la Columbia Británica y portero en el bar Rogue Wolf. Se inscribió en ingeniería en el Politécnico de Montreal y en una maestría en geografía en la Universidad McGill. Abandonó ambas carreras al poco tiempo. Asimismo, laboró en Katimavik, un programa de voluntariado para jóvenes, y se casó en mayo de 2005 con la animadora de la televisión quebequense Sophie Grégoire, a quien conocía desde la infancia. La pareja tiene tres hijos. Mientras tanto, el Partido Liberal –la agrupación de su padre– sufría los años más funestos de su historia debido a problemas internos y casos de corrupción. En 2006, los conservadores de Stephen Harper llegaron al poder, repitiendo su victoria en 2008 y 2011. Los miembros del Partido Liberal necesitaban un liderazgo que los devolviera a la senda del éxito. Confiaron en el diputado Trudeau, quien había ganado la circunscripción por Montreal en 2008 y luego la reelección en 2011. El 14 de abril de 2013 se convirtió en jefe del partido con 80.1% de los votos. En pocos meses el nuevo líder liberal logró ilusionar a un número importante de ciudadanos con una mezcla de esperanza, dinamismo y recuerdos de los años de gloria de su padre, Pierre Elliot. Sus rivales subrayaron su magra experiencia política, su curioso currículo y su vida entre algodones. En una entrevista que concedió a la revista ‘Maclean’s’ en octubre de 2013, Trudeau dijo que desde niño ha sido consciente de sus privilegios, pero que también ha tenido que enfrentar todo tipo de señalamientos, por lo que este áspero ambiente no le era ajeno.   Ola liberal        Justin Trudeau arrancó su campaña electoral el 2 de agosto. Las encuestas lo ubicaban en tercer lugar de las preferencias. Parecía que la insistencia de Harper de presentarse como el candidato de mayor experiencia y con un plan económico equilibrado, y los importantes resultados del Nuevo Partido Democrático (NPD) en las elecciones de 2011, dificultarían seriamente su victoria. Sin embargo, fue subiendo gradualmente en los sondeos hasta aparecer en el primer sitio. Su ventaja era de 10 puntos un día antes de los comicios que se celebraron el pasado 19 de octubre. De hecho, ese día los resultados fueron sorprendentes: el Partido Liberal obtuvo 184 de las 338 circunscripciones en disputa, logrando un gobierno mayoritario. Las particularidades del sistema electoral dieron a los liberales una victoria apabullante, a pesar de que sólo contaron con 39.5% de los sufragios, ya que en Canadá el gobierno lo forma el partido que consigue mayores circunscripciones, independientemente del número de votos totales. Trudeau calló bocas con una campaña sin errores. Se presentó como candidato de los nuevos tiempos: viajero empedernido, adepto al yoga y al box, bilingüe desde la cuna, gentil en el trato. No es una copia de Pierre Elliot Trudeau –el nuevo jefe de gobierno es el primero en reconocerlo–, pero ha mostrado cualidades con las que no contaba el padre: calor humano y sencillez. Se respiran tiempos de regocijo en Canadá. Algunos lo atribuyen a la victoria de su candidato, aunque existe la sensación de que la gente celebra sobre todo la salida de Harper del poder. En menos de una década, el conservador cambió el rostro del país: olvidó el medioambiente, privilegió en los pasillos de Ottawa los intereses de las provincias del oeste, adelgazó programas sociales y quiso intervenir en temáticas vinculadas con las sagradas libertades canadienses. La elección fue en este sentido una especie de referéndum sobre la administración de Harper. Esto fue aprovechado por Justin Trudeau. Para el analista Alec Castonguay, la parte más numerosa del electorado coincidió en sacar a Harper del poder votando por el partido que fuera ascendente en las encuestas y que ofreciera la mayor sensación de cambio. De esta forma, pudo surgir un gobierno mayoritario. Trudeau se alejó de la obsesión de los conservadores por el equilibrio presupuestal y rebasó en momentos por la izquierda al NPD, aunque volviendo luego al centro para no crear sospechas entre los moderados. Como afirmó el columnista Alain Dubuc en el diario ‘La Presse’, el político retomó la tradición liberal de combinar realismo e idealismo. A lo largo de la campaña, el ahora primer ministro anunció un ambicioso conjunto de propuestas. En temas internos prometió dotar a Canadá de nueva infraestructura e incentivar programas de empleo. También se comprometió a actuar en algunas cuestiones no exentas de la polémica, tales como legislar sobre la eutanasia y despenalizar aspectos relacionados con el cannabis. Uno de los temas de mayor compromiso para Trudeau es el medioambiente. Ha señalado que Canadá debe implicarse de nuevo en la lucha contra el cambio climático (el país abandonó el Protocolo de Kioto en 2012). También ha afirmado que invertirá en energías renovables. Los dichos de Trudeau son esperanzadores, pero no hay que dejar de lado que Canadá depende en gran medida de las industrias extractivas. El primer ministro ha declarado que su primera propuesta parlamentaria será una reducción fiscal para la clase media. Otro tema en el que ha prometido intervenir en breve es la puesta en marcha de una investigación nacional sobre la violencia en contra de las mujeres indígenas, exigencia de parte de organismos canadienses e internacionales ignorada sistemáticamente por Harper. En cuanto a temas externos, cabe señalar que horas después de su victoria, Trudeau recibió felicitaciones telefónicas de Barack Obama. Agradeció el gesto y anunció al mandatario estadunidense que giraría instrucciones para que los aviones canadienses abandonen la coalición que ataca posiciones del Estado Islámico, algo que había prometido en diversos mítines. También ha expresado su intención de acoger a cerca de 25 mil refugiados del conflicto sirio. Pierre Elliot Trudeau fue uno de los primeros ministros canadienses más cercanos a América Latina. Basta recordar su relación con La Habana y sus constantes giras y acuerdos con varios países de la región. Algunas propuestas de Justin Trudeau podrán volver a activar estos vínculos con solidez. Una de ellas es el retorno de Canadá como actor de importancia en la cooperación internacional, punto muy debilitado durante los años de Harper en el gobierno. Un asunto sensible tiene que ver con el proceder de ciertas mineras canadienses en suelo latinoamericano. En octubre de 2010, el parlamento rechazó la denominada “Ley C-300”, iniciativa del liberal John McKay para responsabilizar a las compañías extractivas de Canadá en el exterior en caso de malas acciones. Trudeau votó a favor de este proyecto y el tema tiene que ver directamente con sus propuestas en materia de medioambiente y de política internacional, por lo que se espera su pronunciamiento al respecto. Durante su campaña, Justin lanzó una promesa específica para México: eliminar la visa de ingreso a Canadá para los mexicanos, señalando que dado que ambos países pertenecen al Tratado de Libre Comercio (TLC), los ciudadanos deberían desplazarse sin trabas. Trudeau goza actualmente de una luna de miel con una parte considerable del electorado, exhibiendo las ventajas brindadas por el bono democrático. Su partido es mayoritario en el Parlamento, aunque en el sistema bicameral canadiense, si una ley es adoptada por los diputados, ésta deberá obtener después el visto bueno del Senado. Actualmente los senadores liberales no son mayoritarios. Sin embargo, el primer ministro nombrará a otros miembros del Senado y es poco probable que el bloque conservador busque la confrontación en momentos complicados para su agrupación y a raíz de los resultados de los liberales en las urnas. Hace tiempo que un nuevo mandatario no provocaba tanta curiosidad como Trudeau, por momentos cercana a la que genera una estrella de rock. Aunque prometer esperanza y saludar de mano en las calles, ya no podrán ser sus armas de persuasión. Le toca ahora actuar, pues a pesar de su buena estrella, una parte del país (sobre todo el oeste) lo mira con desconfianza y el Partido Liberal ya ha vivido momentos complicados, incluso estando en la cima.

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