A 127 años del nacimiento de José Raúl Capablanca

martes, 24 de noviembre de 2015 · 20:09
MÉXICO, D.F., (apro).- Una de las figuras más asombrosas del ajedrez de todos los tiempos es la del tercer campeón del mundo, José Raúl Capablanca y Graupera a quien se le denominó en algún momento “la máquina de jugar al ajedrez” y que incluso Mijaíl Botvinnik, el primer campeón mundial soviético, indicó que él pensaba que Capablanca tenía una especie de método o receta para jugar al ajedrez, porque su precisión era asombrosa. Capablanca nació en una vieja casona que se llamaba “Castillo del Príncipe” la cual fue una antigua prisión en tiempos de la colonia española, de acuerdo a Uvencio Blanco. Era propiedad de José María Capablanca, la primera víctima ajedrecísticamente hablando, del genio cubano. Cuenta la leyenda que nadie le enseñó a Capablanca a jugar al ajedrez. Aparentemente lo aprendió viendo jugar a su padre y lo sorprendió cuando le indicó que estaba moviendo de forma ilegal una pieza. Asombrado, el rival del padre de Capablanca le dejó su asiento al niño y éste sabía los movimientos y no sólo eso entendía mucho más de estrategia ajedrecística que el padre. La victoria del niño de cuatro años ha pasado ya a los anales del anecdotario del ajedrez. José Raúl Capablanca pronto demostró una habilidad innata para el juego ciencia y a los 13 años se convirtió en Campeón de Cuba. Jugó un encuentro contra Juan Corzo, ganando cuatro partidas, perdiendo tres y empatando seis. Gracias a un mecenas, Ramón San Pelayo, José Raúl pudo ir a los Estados Unidos a estudiar pero eventualmente dejaría trunca la carrera de ingeniería química para dedicarse al ajedrez. En 1905 empezó a frecuentar el club de ajedrez de Manhattan y el 6 de abril jugó en un torneo relámpago en donde derrotó al gran Emmanuel Lasker, quien le estrechó la mano y le dijo: “es notable joven, usted no ha cometido ningún error”. Los éxitos de Capablanca fueron cada vez más impactantes. Derrotó en un match al campeón norteamericano Frank J. Marshall con un puntaje de ocho victorias, una derrota y 14 empates. Fue de hecho la insistencia de Marshall lo que permitió que se le dejara participar al joven talento en el torneo de San Sebastián, España en 1911. Ésta era una de las competiciones más importantes de la época; todos los grandes jugadores del planeta estarían presentes excepto el entonces campeón mundial Lasker. Al inicio del torneo Ossip Bernstein y Aaron Nimzowitsch objetaron la presencia del invitado pues éste no había ganado todavía ninguno de los grandes torneos. Sin embargo después de que Capablanca ganara su primer juego -precisamente contra Bernstein (en una partida que le otorgaría el premio a la brillantez)- éste reconoció su talento y dijo que no se sorprendería si su vencedor terminaba ganando la competencia. En 1920 Lasker le permitió retarlo por el Campeonato Mundial pero de hecho Lasker ya había cedido el título mundial al cubano. No obstante esto se jugó un match en Cuba que ganó Capablanca con cuatro victorias y 10 empates. No tuvo una sola derrota. Con ello el cubano no sólo se hizo el campeón del mundo sino que dominó las competencias en las que participó. Por ejemplo ganó en Londres 1922, Nueva York 1924 y de nuevo en 1927 venció con 2.5 puntos de ventaja sobre todos los rivales en el torneo de Nueva York en donde estaba ya Alexander Alekhine con quien jugaría en Buenos Aires, ese mismo año, el título de campeón mundial. Capablanca era el dueño del título y lo exponía si las condiciones económicas le eran favorables. Alekhine consiguió que gente de dinero patrocinara el encuentro y el cubano tuvo que ponerlo en juego. Se jugó a seis victorias sin contar los empates. El ruso indicó que no sabía cómo le iba a ganar seis partidas a Capablanca pero que tampoco sabía cómo iba a hacer su oponente para ganarle a él seis encuentros. Finalmente Alekhine le quitaría el título a Capablanca con un puntaje de seis partidas ganadas, tres perdidas y 25 empates. Desafortunadamente, Alekhine nunca le dio la revancha a Capablanca. El cubano era un extraordinario jugador, y se piensa que si jugase hoy en día estaría entre los 25 mejores jugadores del mundo lo cual es francamente notable. Perdió oficialmente 35 partidas de torneo, un 6% de toda su producción. Capablanca permaneció de hecho invicto por más de ocho años. Dice Uvencio Blanco: “Exactamente desde el 10 de febrero de 1916 cuando perdió desde una posición superior contra Oscar Chajes hasta el 21 de marzo de 1924 cuando inclina su rey ante Ricardo Réti en el Torneo Internacional de Nueva York. Hablamos de un récord de 63 juegos consecutivos”. Recordamos a 127 años de su nacimiento a uno de los más grandes campeones que tuvo el juego ciencia.

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