Mi entrevista con El Chapo

jueves, 21 de enero de 2016 · 10:54
MÉXICO, DF (Proceso).- Esta columna fue contactada a finales del año pasado mediante una llamada a un celular: –¿Sí, quién habla? –¿Con quién quiere hablar? –Sí, disculpe, esta es una llamada anónima. –¿De quién? –Pus de nadie, le estoy diciendo que es anónima. Tras este intercambio, el celular sufrió una combustión espontánea o quizá sólo se le acabó el crédito. Hasta el cierre de esta edición no sabemos de quién era ese celular, pero el hecho es que comenzó a atormentarme la idea de que la llamada fuera del Chapo. Como se sabe, la historia pública de este personaje comienza cuando El Molcajete Rivera asesina al Medio Pollo Gutiérrez Zamora en una marisquería en la que se les niegan a ciertos comensales las tostadas de marlin sólo por su aspecto (el del marlin). Las investigaciones de la SEIDO, antes SIEDO, antes CHEDRAUI, han concluido que el Medio Pollo era sólo medio narcotraficante pues había sobrevivido a que lo cortaran en dos con una sierra eléctrica. La parte izquierda fue la única que murió. Fue durante el sepelio de la mitad del Medio Pollo que El Chapo hizo su aparición pública llevando dentro de una hielera al gobernador de Sinaloa. Lo sacó sólo para que entonara el Himno Nacional acompañado de Los Ocelotes del Triángulo Dorado y alguien parecido a Jenni Rivera, pero la SEIDO nunca obtuvo confirmación de ninguna de estas filtraciones ni de que existió tal sepelio ni de la existencia de Jenni Rivera. Lo cierto es que las autoridades se enteraron de la aparición del Chapo por un comentario en un programa de deportes y, de inmediato, se dieron a la tarea de invitarlo a cenar. Para ese entonces El Chapo ya controlaba el tráfico de cocaína, metanfetaminas y frijoles La Costeña rumbo a lo que los especialistas denominan “mercado global” y los traficantes llaman “pasando Silao”. La cena nunca ocurrió y consistió en platones de abulón y cervezas Pacífico. El presidente de México no asistió y le aseguró al Chapo que le obsequiaría cualquier cosa menos una orden de aprehensión. No hubo carcajadas y el gobernador de Tamaulipas casi se ahoga. Nada trascurrió con cordialidad y los que no asistieron se despidieron a las puertas de sus camionetas blindadas. El Chapo no se subió a uno de sus submarinos que se transforman en helicópteros y, si así lo dispone, en mesas de billar. Por los comentólogos sabemos que la organización criminal del Chapo está estructurada a semejanza de un infomercial. Están los que dan la cara tratando de vender el producto –el cártel o razón social–, los que deciden sobre el guión y los castings –se ha sabido de sicarios que no han avanzado en sus carreras por usar anteojos–, y los consumidores que siempre reciben algo que no funciona como lo vieron anunciado. Hay disputas sangrientas por el segmento –el de las 4:00 de la mañana sólo es visto por consumidores que ya no saben ni dónde están– y malabares publicitarios: la narcomanta con faltas de ortografía “pa yamar la tensión”, o entrar a una prisión de alta seguridad, escaparse por un baño que no existió y, luego, ser recapturado. En los últimos años se han estimado en 200 mil los muertos por la “guerra contra el narcotráfico”, pero la autoridad dice que son enfrentamientos entre los mismos –100 mil contra 100 mil– o bien que se trata de gente que no se cuidaba el colesterol. Las autoridades consideran que las ganancias de esos criminales son superiores a lo que cobran los Starbucks por sus lattes macchiato venttis, aunque el fisco siga sin cobrarles un centavo. Pero fue la segunda fuga del Chapo de una prisión de alta seguridad la que me puso sobre aviso de que intentaría contactarnos. Uno de los rasgos psicológicos más notables de los fugitivos es su necesidad de que alguien escriba una biografía que, después, se convierta en una serie o película, aunque sea para Telemundo. Por eso cuando un celular recibió la llamada anónima no tuve más remedio que pensar en la posibilidad de que esta columna fuera invitada a una rueda de prensa, un ensayo de teatro o una filmación. La travesía hacia la entrevista fue como usted se la imagina si nunca ha estado en México: el desierto –mucho maguey–, la selva –mucho papagayo–, sembrando celulares por las ventanillas de una Suburban escoltada por Hummers en cuyo interior se aburrían mafiosos comiendo donas –uno de los rasgos de los vigías es que sólo ingieren alimentos que vienen en papel de aluminio o encerado. Aunque nunca sonó ninguno de los teléfonos, las instrucciones fueron muy claras: tírenlos por las ventanas. Sólo nuestro camarógrafo recibió un extraño whatsapp: Caballero del Zodiaco: Hola mi Cisne Negro. Después de un debate acalorado en el interior de la sudada Suburban concluimos que el mensaje era para Natalie Portman. Llegamos a una ranchería de esas en las que las alarmas de coche todavía no han sustituido al gallo. Era temprano en la mañana y las señoras lavaban ropa y charlaban a gritos por lo que buena parte del audio de la entrevista son chistes sexuales sobre sus primas. Lo que rescatamos fue lo siguiente. Habla El Chapo, enfundado en una distinguida camisa Bara-Bara: –Mi infancia fue muy pobre. Teníamos un perro que, en lugar de ladrar, sólo tosía. El maíz era tan malo en estas tierras que comíamos puras amapolas. –No, ñor. Nunca fui adicto. No he usado ninguna droga en los últimos 20 minutos. –No soy violento. Mi compadre tuvo un bebé al que se le veía que, en 15 años más, segurito nos iba a disputar la plaza de Badiraguato. Lo mandé matar en defensa propia. –Ahora que ando libre me siento un poco desencanchado. Ayer tuve que tender solito mi cama. –Soy un hombre bueno, inocente, pacífico, justo, guapo, generoso, un estadista, una leyenda, un ejemplo a seguir. Y, apúntele, también: modesto. Yñor. –No tuve más remedio que traficar drogas y hacerme inmensamente rico. No había oportunidades en mi ranchería, San Pedro Tenalgueo. Entrevistador: ¿No nació usted en La Tuna? El Chapo: No, mi ñor. Adió ni que fuera yo El Chapo. Entrevistador: ¿No es usted El Chapo? Nadie nos escoltó hacia la salida. Sólo recuerdo que corrimos, creo, en medio de una balacera. l Time-out productions. Copyright 2016. Para uso exclusivo de la Señorita Jenni Rivera.

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